Inmigrante siglo XXI, no hablaba castellano al llegar al país, pero condujo un programa de cocina japonesa emitido por el canal Gourmet para toda América Latina. “Cuando elegimos algo en la vida, para trabajar, o que nos gusta, lo hacemos a morir” -dice-. Yo decidí usar mi cuchillo como espada, con enseñanza samurái, porque ese espíritu está dentro de mi corazón”.
Nichia Gakuin, 14 de diciembre. Todos en el subsuelo para la última clase magistral del año del chef Takehiro Ohno. Mientras esperamos el inicio, se respira el ambiente a colegio japonés (en el barrio porteño de Almagro) en la decoración de afiches de las paredes; arriba, el coro ensaya fragmentos de canciones tradicionales japonesas que acompañan para hacer de esta experiencia todavía más singular; el menú nos advierte: ceviche nikkei, karaage mayo (mayonesa) y tiradito nikkei.
Hace unos días se supo que un japonés recorre el mundo a pie desde el 2009. En el 2004, otro compatriota realizó un viaje atravesando verticalmente el continente sudamericano. Ambos fueron por las rutas, tirando de sus carritos.
La noticia, pintoresca, se expandió por el mundo. Un japonés llegó a Shanghái el domingo 9 de junio, completando un recorrido de 40.000 kilómetros a pie que lo ha conducido a casi todo el mundo. Masahito Yoshida, de 32 años, inició su viaje en la citada ciudad china el primer día del 2009. Llevaba un carrito de dos ruedas en el que transporta su escaso equipaje, que incluye un saco de dormir, según indicó Tokyo Times. Durante un año y ocho meses, recorrió 16.000 kilómetros desde Asia hasta Portugal. Luego voló a la costa de Estados Unidos, donde inició una nueva caminata de 6000 kilómetros desde Nueva Jersey. En octubre de 2011 llegó a Vancouver, en Canadá.
Muchos inmigrantes escribían haiku, aunque con dificultades para hacerlo por la diferencia del clima. Argentina se sitúa en el hemisferio sur, así que las estaciones se encuentran al revés con respecto a Japón. También árboles, flores, insectos, animales y hasta el cielo se ven muy diferentes. Por esa dificultad había grupos que seguían una nueva forma de haiku como en Japón, sin kigo, sin regla de 17 sílabas. Pero también había esfuerzos para aceptar las cosas típicas de Argentina. A través de estos haiku que representan la naturaleza local, se puede imaginar cómo vivieron y qué sintieron los japoneses en Argentina, tan alejados de su patria.
Primera parte
Introducción: El haiku y los inmigrantes El haiku(俳句)es un poema de 17 sílabas que, tradicionalmente, tiene una palabra llamada kigo(季語), que hace referencia a las estaciones del año. En Argentina, los inmigrantes japoneses escribían haiku que publicaban en los periódicos de la colectividad. Supongo que a ustedes les parecerá sorprendente que los inmigrantes que vinieron a trabajar compusieran poemas. Por su brevedad, el haiku parece muy difícil de entender y, por eso, mucha gente cree que forma parte de la alta literatura. Pero Takahama Kyoshi (高浜虚子, 1874-1959), un poeta y crítico literario muy importante de la época de la fundación del haiku moderno, dice que “el haiku es literatura popular”. Kyoshi no menciona la literatura que se consume y se olvida rápidamente, sino la literatura que tiene pocos lectores, pero muchos escritores. Hay numerosos concursos e, incluso, en el colegio se enseña haiku.
Enrique Raab, periodista secuestrado el 16 de abril de 1977, llevado a la ESMA y que nunca más volvió a ser visto, escribió: “Se dice de ella que es hosca y que le huye a los reportajes; que si los concede, descoloca a los periodistas contestado properios, cuando no groserías; que otras veces, en cambio, abruma la paciencia de sus interlocutores apelando a esa suerte de pietismo beatífico con que ha disfrazado su soledad de los últimos años: «He encontrado la paz de Dios, aprendiendo que es más importante dar que recibir». Raab se refería a Tita Merello, la actriz de la primera película argentina con sonido: Tango (estrenada en 1933). Tita acababa de cumplir los 70 y Raab escribía un perfil sobre ella. “Vale la pena intentar acercarse a este último y único gran mito de Buenos Aires para volver a encontrar, bajo la capa de hosquedad premeditada, la timidez; bajo la paz y la serenidad proclamadas, un gotoso egocentrismo que incurre, una y otra vez, en la más desenfadada de las maledicencias”. Sí, todos esos adjetivos para Tita, un gran mito de Buenos Aires, pero, de seguro, no el único… Los japoneses tuvieron su mito. Ella también era porteña. Vivió en San Telmo y, al igual que Tita, se dice que era “fiera”, pero no “maleva”. Tampoco era “chueca”, pero sí tenía un “aire compadrón”. Mejor llamarla sin ruborizarse. Rosita era una prostituta, una actriz del placer que antes de la Segunda Guerra Mundial atendió a los inmigrantes japoneses que se establecieron en la ciudad de Buenos Aires.
Octubre del 2001* Kane Tashima tiene 94 años, una familia en donde -según ella- "son todos buenos", una pequeña huerta para plantar tomates y, además, una historia que la llevó a participar en el Nodojiman Taikai de la Argentina (popular programa de canto producido y emitido por el canal estatal NHK). Hace 20 años, Kane había recibido un paquete que le había enviado su hermana que vivía en Japón. Sin abrirlo, Kane lo guardó, y recién lo abrió hace unas semanas, luego de que la convencieron para que participe en el Nodojiman. Dentro había unos discos compactos. Kane los escuchó, eligió un tema y se lo aprendió de memoria: Otemoyan, canción folclórica típica de Kumamoto, su provincia natal, ideal para interpretar. "La canción es muy vieja y nadie la va a conocer -pensó la obaachan-. Puedo equivocarme, que nadie se va a dar cuenta".
“Mary, el dios del Japón no me ayuda, dame un santo de la Argentina”, le suplicaba Yakichi Nakamatsu a su esposa. Ella cortó su cruz del rosario, la puso dentro de un frasco de aspirinas y se lo dio a Yakichi. Para volver a ver a su esposo debió esperar hasta el 14 de junio de 1945, cuando le comunicaron que debía reconocer su cadáver. “Había miles de cuerpos, pero me acordé de la cruz y del frasco de aspirinas. Así lo pude identificar”.
Malvinas. 30 años. ¿Por qué volver? “El objetivo principal mío, luego de haber ido, entre el 3 y el 10 de marzo, era rendir homenaje a los compañeros caidos de la ciudad de Mercedes”, cuenta Alberto Matsumoto, argentino que hace 22 años reside en Japón, en donde dirige su propia consultora, dedicada a las traducciones jurídicas y, además, enseña castellano en la Universidad de Kanagawa y en la de Shizuoka. Matsumoto es ex combatiene de Malvinas. “Los que hemos regresado tenemos el deber de vivir por ellos, también; por una mismo y por los que no han vuelto”. Con 19 años, en 1982 integraba el Regimiento de Infantería VI de Mercedes. Voló a las islas luego de haberle cambiado el lugar a un compañero suyo, quien tenía familia. ¿Por qué? Ni después de 30 años sabe bien por qué. Solo quería ir. ¿A pelear, a luchar? No. ¿Qué se le habrá pasado por la cabeza, qué pensaba? “Nada”, dice. “Nada”, repite. “Nada. Estábamos todos eufóricos, cantando el himno, la Marcha de Malvinas. Insólito”, recuerda ahora. “Es que ninguno se imaginó lo que iba a pasar”.
Nacido en Okinawa, recorrió todo Japón y el continente americano a bordo de una moto Honda. Su idea era ir a Brasil, país que, hasta ahora, no ha pisado, ya que hace más de 40 años que vive en la ciudad más austral del mundo.
Ushuaia, una ciudad alargada, pero estrechada, con unos 25 kilómetros de largo por 4 de ancho, bordeada por un cordón montañoso y una bahía provista de un mar helado: las aguas provenientes del canal Beagle, donde se comunican el Pacífico y Atlántico. A mil kilómetros de la Antártida, la ciudad carece de una plaza principal que reúna gobernación, ayuntamiento e iglesia en un mismo paisaje; tampoco posee terminal de ómnibus, porque la única forma aconsejable de llegar desde el continente es por avión. Así, inaccesible, y provista de un clima hostil, se escucha decir que en “en Ushuaia viven los que realmente aman la Patagonia”. O, mejor, los aventureros.
El sanshin, fuertemente arraigado en el corazón del pueblo okinawense, a tal punto que sus melodías y ritmos han sonado en noches oscuras, durante la guerra. Vivencias de un issei radicado en la Argentina, testigo del nacimiento del Kankara sanshin.
Escrito por Familiares de Desaparecidos de la Colectividad Japonesa
Viernes, 23 de Marzo de 2012
Para los familiares de los desaparecidos durante la última dictadura militar, el 24 de marzo es una fecha que nos remite a la mayor de las angustias padecidas, al dolor más profundo, porque en el seno de nuestros hogares se produjo un desgarro: nos fue arrebatado un ser querido, muy querido… Sin embargo, los crímenes perpetrados por el terrorismo de Estado no son un tema que sólo incumbe a los familiares. La sociedad entera fue damnificada. Las secuelas del régimen instaurado en 1976 las seguimos padeciendo. Es por eso que cada 24 de marzo se realizan marchas en las principales ciudades del país, para expresar el repudio a los golpes de Estado, reafirmando el respeto por los derechos humanos y los valores democráticos.
Yaadui: los asentamientos de la nobleza acampesinada
Durante el ancien régime ryukyuano, los nobles se ocupaban de administrar y “señalar el camino”, y los campesinos, de producir. A partir del siglo XVIII, sin embargo, hubo momentos en que las arcas no alcanzaron para sostener a la creciente prole del sector de abolengo, por lo que se les permitió conservar su estatus, pero se los mandó a laburar para que no se murieran de hambre. Con orgullo samuree, pero necesidades humanas, esta gente se asentaba temporalmente en los escasos terrenos vírgenes de la pequeña isla, en donde formaban lo que se llamó yaadui, caseríos diferenciados de las aldeas tradicionales. Con el tiempo, muchos no tuvieron más remedio que permanecer, en algunos casos integrándose y asimilándose en la trama social de los pueblos adyacentes.