Lunes, 02 de Abril de 2012
“Realidades” de Malvinas, a 30 años
Escrito por Federico Maehama   

Malvinas. 30 años. ¿Por qué volver?
“El objetivo principal mío, luego de haber ido, entre el 3 y el 10 de marzo, era rendir homenaje a los compañeros caidos de la ciudad de Mercedes”, cuenta Alberto Matsumoto, argentino que hace 22 años reside en Japón, en donde dirige su propia consultora, dedicada a las traducciones jurídicas y, además, enseña castellano en la Universidad de Kanagawa y en la de Shizuoka. Matsumoto es ex combatiene de Malvinas.
“Los que hemos regresado tenemos el deber de vivir por ellos, también; por una mismo y por los que no han vuelto”.
Con 19 años, en 1982 integraba el Regimiento de Infantería VI de Mercedes. Voló a las islas luego de haberle cambiado el lugar a un compañero suyo, quien tenía familia.
¿Por qué? Ni después de 30 años sabe bien por qué. Solo quería ir. ¿A pelear, a luchar? No. ¿Qué se le habrá pasado por la cabeza, qué pensaba? “Nada”, dice. “Nada”, repite. “Nada. Estábamos todos eufóricos, cantando el himno, la Marcha de Malvinas. Insólito”, recuerda ahora. “Es que ninguno se imaginó lo que iba a pasar”.

Equiparse. Subirse a un camión. Ir hacia el Palomar, de ahí, volar a Río Gallegos y, de ahí, directo a las islas, a donde -corría el rumor- llegarían los cascos azules de las Naciones Unidas, quienes se encargarían del asunto.
“Éramos jóvenes..., pensábamos que todo se iba a calmar. Nadie tenía conciencia. Nos llegaban algunos diarios o revistas desde Buenos Aires con las notas más lindas. Nosotros, que estábamos ahí, no sabíamos exactamente lo que pasaba. Sí sabíamos que teníamos frío, que teníamos hambre... No teníamos ropa”. Esa era la “realidad”.
Malvinas. Volver luego de 30 años. ¿Cuál es la realidad?
La base que defendía -cuenta- ahora es un aeródromo, Mount Pleasant. “Uno no ve esa tensión de que sea un base”, describe Matsumoto, graduado en Relaciones Internacionales en la Universidad del Salvador. “Uno no ve esa tensión de ser una base, y, ahí, por primera vez se ve que dice Falklands Islands. Ahí, uno empieza a bajar la tensión. Uno llega un poco entusiasmado, pero comienza a bajar la tensión”.
Si antes su imagen de Malvinas era todo gris, de frío, de lluvia, todo nublado, de viento, en su segundo viaje vio un ciudad, una aldea isleña “bonita”. No puso énfasis en los sentimientos. ¿Pudo conversar con la gente, contarles que usted es un ex combatiente? “No, porque no se dio esa posibilidad. Tampoco era necesario...”, asegura luego de haber estado una semana junto a otras dos personas, Mónica Kogiso, otra argentina, contratada por la agencia de noticias Kyodo, y una japonesa, Tomoko Sugiyama, profesora de la Aichi Gakuin Univesity.
Sí visitó el cementerio de Darwin, en donde se homenajea a 649 soldados argentinos muertos, de los cuales 11 fueron compañeros suyo. Otros tantos solo llevan la inscrición “Soldado solo conocido por Dios”.
Grandes supermercados con perfumes, desodorantes, ropa. Una vaeridad muy grande de productos.   Artículos importados de muchos países (del Reino Unido, Australia, Chile, Nueva Zelanda, Sudáfrica...), carnes de todo tipo. Todo parece graficar que, allí, los isleños viven otra realidad a la imaginada desde acá.
“Los habitantes de la isla tienen bienestar -cuenta Matsumoto-, una buena infraestructura. Y hubo un aumento de población en todos estos años. Con la explotación del petróleo van a genera más ingresos. Los ingresos por cápita superan los 40.000 dólares. Tienen superávit, colegio primario, secundario, medios para estudiar afuera, en Universidades del Reino Unido.
Malvinas. 30 años. La “realidad” política.
“Quizá (el tema), uno lo va masticando más”, reflexiona Matsumoto, a punto de cumplir los 50 y   luego de su segundo viaje a las islas, algo que comenzó a planificar el año pasado. La memoria es parte importante de este viaje, como ya ha dicho, y “Malvinas no es una carga” para él. “Tenemos el honor de haber estado allí”, y agrega que habría que valorar más la acción (la guerra) en su conjuno. No es solamente pagar una pensión o recibir una medalla. Hay que reconocer a aquellos como patrimonio del país, no solo a los soldados, sino también los oficiales y suboficiales, “porque se crea una contradicción de que los soldados son buenos y los oficiales o suboficiales, malos”,  y aún se tienen que conocer “muchas cosas que aún no conocemos. Con el deseo solamente no se pueden recuperar (las Malvinas)”.
Y esa, a 30 años, es una realidad.