Inmigrante siglo XXI, no hablaba castellano al llegar al país, pero condujo un programa de cocina japonesa emitido por el canal Gourmet para toda América Latina. “Cuando elegimos algo en la vida, para trabajar, o que nos gusta, lo hacemos a morir” -dice-. Yo decidí usar mi cuchillo como espada, con enseñanza samurái, porque ese espíritu está dentro de mi corazón”.
Nichia Gakuin, 14 de diciembre. Todos en el subsuelo para la última clase magistral del año del chef Takehiro Ohno. Mientras esperamos el inicio, se respira el ambiente a colegio japonés (en el barrio porteño de Almagro) en la decoración de afiches de las paredes; arriba, el coro ensaya fragmentos de canciones tradicionales japonesas que acompañan para hacer de esta experiencia todavía más singular; el menú nos advierte: ceviche nikkei, karaage mayo (mayonesa) y tiradito nikkei.
Cualquiera que haya asistido a una clase magistral de cocina del chef Takehiro Ohno ya lo sabe: no presenciará solamente la demostración de una técnica o el paso a paso en la elaboración de un plato, se llevará, por sobre todas las cosas, el recuerdo de una charla amena y genuina, en la que un chef, Takehiro Ohno, comparte su rica experiencia de vida. “Siempre digo que, más que cocinar, presento la cultura de Asia para América Latina. Y siento la responsabilidad al hacerlo, estudio para eso, porque si me equivoco, América Latina se equivoca”. Sobre la mesa de trabajo, la mise en place es un consorcio de ajos, jengibres y pescados, pollos marinados en salsa shoyu, alguna ollita, varios cuchillos y un rallador. Ohno es diestro con los cuchillos, nos muestra cuál es la posición indicada del cuerpo para cortar, el lugar exacto donde cada dedo debe apoyarse, para después sorprender con la agilidad de un prestidigitador picando las cebollas sin siquiera mirar la tabla, para compartir su primer recuerdo: su sueño de ser chef había comenzado en su infancia, cuando se enamoró del uniforme de chef -no del de sushiman, aclara-, sino del de chef que era mucho más “canchero”. A los veintipico hubo un hecho que lo cambiaría todo. Su maestro de cocina vasca, Akihiko Manada, le dijo: “¿Sabe qué, Ohno? Tú no tienes talento para la cocina, otros chicos, sí; la única forma es, a partir de ahora, trabajar el doble”. Recuerda el chef que en ese momento contestó: “Sí, maestro”. “En Japón, se eligen los maestros no para aprender técnicas, sino para aprender educación; ese día, el maestro cambió mi vida”. - ¿Qué significa tener talento para la gastronomía? - La cocina es tener buen paladar y habilidad con los cuchillos y otros elementos, es saber tomar decisiones segundo a segundo, qué olla, qué cuchillo, qué técnica uno va a usar, si agrego más algún condimento. Pero la fuerza puede superar el talento o igualarlo, del mismo modo, talento sin perseverancia, sin tesón, es una molestia para la sociedad.
“Argentino y a mucha honra” El chef Ohno no tiene 47 años, dice. Su edad real es alrededor de 2047 años, porque trae consigo todos los valores y deseos de sus ancestros. Descendiente de una familia samurái, cuenta el chef que cuando el gobierno Meiji abolió esa casta guerrera en el siglo XIX, a su tatarabuelo le ofrecieron emigrar al norte de Japón, a la zona casi inhabitada e inhóspita que era por entonces Hokkaido. “¿Por qué decidí venir yo a Argentina? -se pregunta - ¡Porque como mi tatarabuelo samurái tengo sangre inmigrante!”. Para él, la tradición no es algo sucesivo, sino, más bien, algo simultáneo, llevamos dentro todas las voces de los que nos precedieron. Desde pequeño lo educaron en los valores de la humildad, la amabilidad y el honor. “Los samuráis hacían harakiri (seppuku) por su honor. Honor significa que cuando elegimos algo en la vida para trabajar o que nos gusta, lo hacemos a morir. Hoy en día no hay samurái en Japón, pero yo decidí usar mi cuchillo como espada de samurái, con enseñanza samurái, porque el espíritu samurái está dentro de mi corazón”. - ¿Por qué Argentina? - Argentina es para mí como el alumno malo de la clase -dice Ohno-, ese que no estudia y se porta mal, pero que es tan simpático y hablador que, por alguna razón, me conmueve, tanto que quiero ayudar en su educación, porque de eso depende que pueda cambiar su futuro. En verdad, no creo que Argentina sea un niño malo, es un maravilloso país, pero quiero explicar que tiene algo que me hace quererlo que es muy difícil de explicar en palabras. - ¿Hace Osechi Ryori para las fiestas? -No, soy un hombre práctico. Además, quiero ser argentino. Pocos japoneses emigran a la Argentina actualmente, yo estoy dentro de esos pocos. Tengo orgullo de estar en este país y me interesa que la gente tenga el orgullo de ser argentino. - El argentino no tiene tantos platos típicos como otros países de Latinoamérica… - El argentino tiene curiosidad por ver fuera. Buenos Aires no valoriza la comida de las provincias, los platos típicos del noroeste y la comida es parte de la cultura e historia de un pueblo. Fomentar su respeto es un trabajo donde tienen que participar conjuntamente el ministerio de cultura y los medios de comunicación. Si pensamos en Perú, se ve claramente la diferencia del orgullo que ellos sienten por sus productos y comidas, pero ahí hay un trabajo del gobierno peruano de muchos años.
“Mi sueño” Educado en un colegio naval japonés, Tokoha Gakuen Tachibana, aprendió la rigurosidad de levantarse a las 5.30 de la mañana para estudiar de 9 a 16 horas y de 18 a 24. Fanático del rugby, se reconoce un alumno conflictivo que se llevaba mal con todos los profesores y era castigado frecuentemente. “Recién después de recibirme pude comprender y agradecerles. Ahora, cada vez que vuelvo, el primer día paso por la casa de mis padres a saludar; el segundo, vuelvo a mi colegio para ver a mis maestros, porque ellos me educaron. En Japón, la educación es muy buena, los maestros son como los segundos padres”. - ¿Qué es lo que más le interesa transmitir en sus charlas? - Desde el año pasado me interesa el tema de dar ánimos a América Latina. En mis clases yo podría enseñar solamente técnicas y recetas, pero eso se puede ver en Youtube o en las repeticiones de los programas en la televisión, pero yo quería enseñar más cosas, dar algo mío, dejarles un pedazo de mi experiencia de vida; mostrar cómo un japonés que llegó sin hablar una palabra de castellano terminó teniendo un programa de cocina que se transmite en toda Latinoamérica. Que hay que tener sueños en la vida y nunca bajar los brazos; soñar es gratis. Sin metas no hay movimiento, una hora después que uno sueña con algo, ya hay un cambio, algo es diferente, hay algo que comienza a moverse. - Eso de los sueños no es muy japonés… - Sí, lo es, es muy japonés. Cada año, sin falta, a partir de los siete años, en el colegio me hacían escribir una carta al futuro sobre lo que yo quería para mi vida, el título era: “Watashi no yume” (Mi sueño). Mis maestros siempre recuerdan que nunca cambié, siempre desde los siete años escribía que quería ser chef. Ese siempre fue mi sueño.
Ohno de la gente En noviembre realizó una actividad solidaria viajando a la provincia de Santiago del Estero para cocinar junto a las mamás del “Programa Oficios”, más de 250 budines ingleses, en una jornada de capacitación organizada por la ONG Haciendo Camino. “Ahora estoy abocado totalmente al tema de la enseñanz -dice el chef-, porque eso hace cambiar el futuro de las personas y eso me interesa. Para ver los resultados de la educación hay que esperar 20 años, por eso es más fácil regalar comida que educar en valores, por eso me interesa tanto trabajar en esas áreas donde contribuís a cambiar el futuro de la gente”. Conoció a Catalina Hornos, fundadora de la ONG, durante el ciclo de charlas TED X Córdoba 2013, donde se presentó contando sus experiencias de vida. Desde aquel momento comprometí a capacitar a decenas de mamás para que cocinaran receta de mi madre de budín inglés –que era pastelera profesional línea germana- y luego vender este producto como regalo de fin de año. Además, a lo largo del año, dio charlas en comunidades nikkei de otras provincias, fue convocado por la Asociación Japonesa de Santa Fe, Misiones, Rosario y Sarmiento, entre otras, asistió a eventos gastronómico por toda América Latina, dio clases magistrales en universidades y organizó una clase magistral de cocina en Burzaco a beneficio de los nikkei afectados por la inundación de La Plata. También en noviembre, le puso el cuerpo al Natsu Matsuri (Festival de verano japonés) en la ciudad floral de Escobar, conduciendo el evento que era una excusa para juntar delegados y miembros de las distintas asociaciones nikkei –en su mayoría sansei- y tratar de unir un poco más la colectividad. “Había puestos de comidas, mercados de productos japoneses; además de las canciones típicas, bailamos pop japonés. En la comunidad hay gente de la primera generación, segunda y tercera, yo me encuentro más afín con la gente de la tercera generación. La gente issei a veces es más cerrada, mucho más cerrada que incluso la gente en Japón. Mi padre tiene 70 años, pero no es tan cerrado. Sería como conversar con mi abuelo”. La actividad del chef Ohno, debido a su incursión en la televisión, fue tomando un cause que lo llevó al terreno de la animación, conducción e, inclusive, al baile y la actuación. “Recibo invitaciones de otros países y grandes ciudades para realizar mis presentaciones, pero a mí me gustaría llevar mis charlas a todos los pueblitos chiquitos, a los lugares más recónditos que no tienen posibilidades de invitarme”. Por esa razón, con el mismo equipo que se llevó a cabo “Ohno en Japón” está armando un espectáculo teatral que se pueda presentar en todas partes del país. “A cualquier pueblito que tenga un pequeño teatro me gustaría ir. Me gustaría tener una carreta e ir por todas partes, por todos los pueblitos con las charlas y clases”. Uno de los datos curiosos es que Takehiro Ohno no tiene una cuenta de Facebook, sino tres, en las que contesta él mismo cada uno de los mensajes, preguntas y saludos que se le envían sus fans. Con fecha 4 de junio, un día posterior a su cumpleaños, podemos leer un mensaje suyo a sus contactos: “Recién terminé de leer todos los mensajes, si me dan una máquina del tiempo, viajaría a aquellas épocas en que yo sufría en mi vida y mi camino…, para decirme: ¡Animo Ohno! Están esperándote muy buenos momentos. Este año no llego a responder uno a uno los mensajes, no tengo suficiente palabras para decir ¡Gracias!…Lo único que puedo hacer es la siguiente promesa: “Doy mi vida, en mi clases, en mi cocina, en mis programas, en la calle…”.
Biografía
Nacido en la isla de Hokkaido, en 1967, hijo de madre especializada en repostería germana y padre hotelero, tuvo una infancia en la que pudo recorrer Japón de punta a punta debido al trabajo de su padre. Se recibió de Nutricionista en la Nishi Kyushu University en Japón, y se especializó en cocina Española de la mano del maestro Manada Akihiko, en la escuela de cocina de Osaka. Su primer encuentro con la cocina vasca se dio en el restaurante Vascu (Hakodate, Japón). Posteriormente, fue contratado por el restaurante vasco Zuberoa, de Hilario Alberaitz. Llegó en 1996 a Buenos Aires, invitado por el restaurant Llers y su chef Fernando Trocca para presentar su cocina High Level y así cumplir un sueño: conocer la Argentina, el país más alejado de su Japón natal. Casado con Felisa, una porteña que conoció en un casamiento en Bariloche, donde ella era una invitada y él era el chef, tienen dos hijos: uno nacido en Argentina y otro en Japón, Maiuko (12) y Gingko (11), respectivamente.
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