Escrito por Marcelo G. Higa
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Martes, 28 de Febrero de 2012 |
De principios del siglo XX
Primero los hombres, un poco después, las mujeres, entre fines del siglo XIX y las primeras décadas del XX, las clases populares okinawenses accedieron a la identificación al estilo japonés, de apellido y nombre kanji, que paulatinamente fueron desplazando a los warabinaa. En el Kasato Maru (el barco que trasladó al primer contingente de japoneses a Brasil en 1908 y desde donde se desprendieron los primeros inmigrantes que se establecieron en Argentina), viajaba un grupo importante de okinawenses, entre ellos varios oriundos del pueblo de Kuba, en Nakagusuku. Son 24 personas divididas en 4 grupos familiares, 2 Arakaki y 2 Higa.
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Escrito por Marcelo G. Higa
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Miércoles, 22 de Febrero de 2012 |
De las estadísticas a las listas, a las personas
Si el extenso relato que hemos hecho nos habla del pasaje oceánico de los nombres y su desembarco en Buenos Aires, a partir de ese momento la historia se nos plantea como el trasplante de sus raíces en el desierto fértil de la pampa. Miles de nombres que, como árboles plantados se han convertido hoy en un frondoso bosque centenario, de algunas especies populosas y otras menos, a veces agrupados y otras aislados, con árboles señeros y retoños, vigorosos y también desfallecientes. La historia de la inmigración, por suerte, se nutre de listas. 100 años en el país nos han dejado una cantidad enorme de listas. Oficiales o semi-oficiales, en forma de guías de socios, registros de residentes, censos ocupacionales, programas deportivos, listas de concurrentes a un velorio, invitados de casamientos, miembros de los tanomoshis... Cientos de listas variopintas que, mapas onomásticos, dan cuenta de cómo fue poblándose ese bosque.
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Escrito por Marcelo G. Higa
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Lunes, 13 de Febrero de 2012 |
Los nombres de la migración
Los que salieron Desde hace varios años, en el Departamento de Geografía de la Universidad de las Ryukyu, un grupo liderado por el profesor emérito Ishikawa Tomonori ha venido realizando un extenso trabajo acerca de la migración okinawense. Parte de sus resultados se ha reflejado en las historias locales compiladas por muchos pueblos de Okinawa, en donde casi siempre encontramos una sección, a veces, incluso, hasta tomos enteros dedicados a la emigración (como son los casos de Chatan 1987, Kunigami 1992, Kin 1996 o Kitanakagusuku 2001, entre otros). En el material reopilado sobresalen las listas de los paisanos que abandonaron los pueblos rumbo al exterior, sobre todo durante el período anterior a la segunda guerra mundial.
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Escrito por Marcelo G. Higa
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Miércoles, 08 de Febrero de 2012 |
La memoria registra algunos nombres, pero, después de un par de generaciones, la mayoría se nos pierde en un océano confuso que el tiempo y el idioma tornan incomprensible. Incluso para uno -más o menos habituado a transitar la nomenclatura inmigratoria- resulta complicado reconocer hasta a los propios parientes. Trazar las líneas que nos conducen hasta los que desembarcaron de la madre nave, adentrarse en los nombres de la inmigración, se plantea, entonces, como un doble desafío: por un lado, recuperar las individualidades de quienes, paso a paso, forjaron este medio que llamamos la colectividad, y, al mismo tiempo, desandar un camino centenario cuyas referencias, muchas veces, se nos escapan. Una búsqueda, por momentos, desconcertante, pero que, una vez que empezamos a atar cabos, se hace tan apasionante como un adictivo video juego. Un recorrido por los primeros nombres de la migración okinawense que nos habla de la memoria y sus herramientas.
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Escrito por Kana Takaki
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Viernes, 20 de Enero de 2012 |
Una becaria de la Universidad de Estudios Extranjeros de Tokio investiga la literatura de los inmigrantes y sus descendientes, especialmente de la primera generación (issei). Así, con la ayuda de profesora Ayako Kishimoto y la Licenciada Mónica Matsumoto, tradujo haiku y senryu que salieron en La Plata Hochi y en otras publicaciones. Son haiku que narran la historia de la inmigración.
1. 徴兵を南米へ逃げ長く生き(蚊面、1998年)
A Sudamérica… escapando de la conscripción, sobreviví. (Kamen, 1998)
Antes, Japón era un país muy pobre, sobre todo después de la Segunda Guerra Mundial, cuando escaseaba la comida. Durante la guerra, casi todos los hombres tuvieron que ir a la batalla. Este autor sobrevivió, pero se siente un poco culpable porque la mayoría de sus amigos que quedaron murieron en la guerra.
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Escrito por Federico Maehama
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Viernes, 16 de Diciembre de 2011 |
Ordenada en Japón por la Escuela Soto Zenshu, la monja budista Aurora Oshiro dirige desde el 2002 el monasterio de Kumamoto, lugar en el que se hace el retiro internacional y a donde se dirige gente de todo el mundo para realizar la práctica de Zazen. Trascendiendo las categorías religiosas, esta argentina asegura que “cada uno encuentra su propio camino”, sea el católico o el musulmán, y habla de la cuestión del silencio y la contemplación.
Un metro y habrá logrado cruzar Cabildo, pero en vez de apurar los pasos antes de que el semáforo le muestre el rojo, la señora se inclina hacia su derecha para recriminarle algo al taxista que de La Pampa ha doblado para tomar la avenida. Es un jueves de invierno, anormal, podría decirse: hace cerca de 20 grados. El conductor algo le debe estar gritando, al igual que la señora, y a unos metros, en la esquina en donde hay una confitería, los taladros de los empleados de la Ciudad de Buenos Aires perforan la vereda y el 168 y los autos particulares hacen sonar las bocinas, y pinnnn pinnnn, y el tránsito se detiene. Hacia el bajo, siguiendo por La Pampa, la escena es la “normal” de una siesta: señoras y chicas con paquetes, motitos de delivery, taxis, taxis y taxis, algún local en refacción y los escolares caminando de la mano de sus madres.
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Escrito por Federico Maehama
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Viernes, 16 de Diciembre de 2011 |
Alejandro Filardi, “sólo para exigentes”. Personaje entre personajes, este compadrito que en televisión combina la cadencia del tango con el arte de planchar un pantalón, habla de lo que es y de los que debería ser. En otros tiempo hacía repartos en camiones Mercedes Benz, llegó a cobrar 35.000 pesos por cuatro vestidos utilizados en la película Evita y, por un piloto, tiene como piso 98 pesos. Su negocio, hoy con la persiana baja, fue –jura y perjura- “una espumita, un lujo vivo”.
En un barrio de Haedo, de cuyo nombre no me puedo acordar, no hace poco tiempo que vive un compadrito que, abstraído de la realidad, vive en la realidad, uniendo lo insólito y lo posible; viendo, sintiendo, disfrutando lo que todos ven y lo que algunos no ven. La imaginación lo lleva a decir que una actividad, un trabajo, un oficio, una profesión -si se quiere-, como el planchar, “es un arte”, un arte concebido como baile activo, con suaves pero firmes movimientos. Alejandro Filardi es su nombre. De complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, ya frisa los 80. Es compinche de la plancha y del baile; “exigente sólo para exigentes”, enamorado de los trajes, de los ambos, de los sacos y de los pantalones; amante de las polleras y de los vestidos, galanteador de los sobretodos, de los pilotos y de los perramos. Cuenta que proviene de familia humilde, pero hay quienes sostienen que se ha ganado el apodo de Don (De Origen Noble). “Pibe, soy el tintorero más caro del mundo”.
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