Viernes, 23 de Enero de 2015
Cómo, para qué y por qué
Escrito por María Florencia Zaia   

¿Qué son los valores? ¿Cómo se los podría definir? ¿Ha habido valores en la sociedad argentina traídos por la inmigración? ¿Cuáles son? ¿Qué ha pasado con ellos? ¿Se han asentado o han desaparecido? Esas fueron las preguntas disparadoras y el punto de partida para descubrir si los mismos estaban latentes.

Se entiende por valores a aquellos principios o reglas que son legitimadas a través de acciones a lo largo de un período de tiempo que determinan el comportamiento de una sociedad, suponiendo que estos valores están asociados a acciones virtuosas (Aristóteles), y que logren alcanzar el bien común para alcanzar la felicidad -valor supremo- (Santo Tomás de Aquino).

En la sociedad argentina ha habido valores muy importantes para construir una sociedad que tienda al bien común, por ejemplo, ser honesto, respetuoso, humilde, trabajador, responsable, la importancia del esfuerzo, el valor de la palabra, etcétera. Estos valores seguramente estuvieron muy presentes en la tierra construida por las pasadas generaciones que llegaron a la Argentina y, bajo estos principios, legitimados por las acciones, fueron criando a sus hijos y nietos. Estos valores hoy han desaparecido, aparentemente, pero podrían estar todavía latentes dentro de la sociedad.
Como se ha resaltado, los valores se destacan en las acciones virtuosas que se pueden percibir en las actividades de los miembros de una comunidad, y son estas las que van forjando reglas escritas o no de cómo hay que actuar en pos del bien común. Se podría decir que estás acciones muestran el camino por donde se debe transitar para hacer las cosas, las conductas que uno debe tener para ser cada día mejor persona.
Uno de los ejemplos donde están presentes las conductas virtuosas, y donde se perciben formas de hacer las cosas que contienen estas conductas, son las actividades que realizan las distintas asociaciones y/o instituciones que conforman la colectividad japonesa. Así, durante todo el transcurso del año 2014, se visitaron los diversos eventos culturales en busca de la identificación de los valores: Matsuri de verano, Sukiyaki, Kermese de invierno, y Bodas de Plata de Kyowaen, organizados por la Asociación Japonesa Burzaco; bazar de invierno organizado por el Colegio Privado Argentino-Japonés Nichia Gakuin; Matsuri de primavera organizado por la Asociación Japonesa Florencio Varela; Bazar de invierno organizado por la Asociación Japonesa Seibu; Mizujo campo libre, emprendimiento familiar. En todas estas asociaciones, con sus consiguientes celebraciones culturales japonesas, se pudieron percibir ciertas  características compartidas y con su consiguiente transmisión de valores: trabajo voluntario y en equipo, el cual genera y refuerza valores tales como la confianza, la solidaridad, la cooperación, el compañerismo, el compromiso, la empatía, la integración, el compartir, el respeto, entro otros.
La confianza se percibe porque el grupo dialoga y realiza actividades en conjunto, construyendo vínculos; la solidaridad, porque se reparten las tareas y cada uno brinda su tiempo y esfuerzo para cumplir con un objetivo; la cooperación entre sus miembros y el compañerismo, apoyándose mutuamente y auxiliándose en caso de que alguno necesite ayuda; trabajo participativo de los socios o de personas vinculadas con la institución, lo cual implica que se evite el subcontrato innecesario, y hace que la gente se involucre, participe, y tome como propio el evento. Esto genera un importante valor, que es aprehender lo que se aprende, es decir, se incorpora como propio, se podría decir que es como una concientización de un cómo, un para qué y un porqué se están haciendo esas actividades.
La institución, como representativa de cada uno de los individuos como un todo, no importando quién lo hizo, sino que lo hicieron todos, fomentando un sentimiento de pertenencia; la integración de todas las edades, lo que genera respeto por la persona de edad avanzada, y su palabra tiene valor y una enseñanza, en definitiva, es escuchada; atmósfera familiar y de diversión sana percibida en estos eventos, lo cual promueve la diversión, la integración familiar, el entretenimiento sano, y la participación comunitaria;  refuerzo de vínculo familiar e institucional, porque sus miembros perciben a la asociación como parte de su entorno íntimo, reforzado por el aspecto educativo de la escuelas de idioma japonés o por actividades educativas y culturales que estas organizaciones promueven y organizan durante el año.
Priorizar las actividades culturales-educativas y deportivas, ya que el deporte también ayuda a la construcción de conductas virtuosas. Todas estas características percibidas confluyen en un propósito a largo plazo, que es la  construcción del bien común. El bien común, concepto defendido por Santo Tomás de Aquino, filósofo y teólogo, quien en sus ideas expresaba que el hombre debe cultivar las conductas virtuosas para alcanzar el bien común, cuyo correlato supremo es la felicidad.
Esta filosofía, si bien pertenece al catolicismo, no está muy lejos del El camino del Samurai. El señor Sanenori afirmaba: “El camino se encuentra en aquellos espíritus en los que la perversidad no encuentra cómo echar raíces”. Si esto es verdad, el camino es uno mismo. Sin embargo, nadie puede hacer suya esta evidencia en un primer intento. No se llega a la pureza sin esfuerzo. El ideograma chino gen, en japonés puede leerse mamoroshi, que significa “ilusión”. Y a los magos indios se los llama Gen shu sushi, “ilusionistas”.
Los seres humanos somos simples marionetas en el mundo inferior. Es por eso que se utiliza en ideograma gen para representar el carácter ilusorio de nuestra libre determinación. Es por eso que rechazar tajadamente el mal y conducirse rectamente se vuelve una tarea en extremo difícil. Si bien esto puede resultar en gran medida sorprendente, se debe  reconocer que muchos errores tiene su origen en la creencia de que el camino hacia la probidad sigue un esquema lógico, haciendo de la rectitud una conclusión inapelable, si se cumplen las premisas necesarias. Sin embargo, existe un camino más elevado que el de la rectitud, pero su descubrimiento es harto difícil, y exige una sabiduría indescriptible.

 

Burzaco: solidaridad, trabajo y respeto

Valorar, difundir y apoyar la cultura del esfuerzo y del trabajo; donar tiempo y habilidad; trabajar en equipo, más allá de quién es la autoridad y quién el asociado, todas acciones presentes en la organización de un evento de la Asociación Japonesa Burzaco.
La kermés, en la superficie, tenía como objetivo recaudar fondos y entretener a sus participantes. Para entretener ofrecía diversas actividades, tales como juegos (tiro al blanco, derribar las latas, rifas, etcétera). También contaba con un espacio para degustar comidas y bebidas y, a su vez, se podían apreciar espectáculos musicales, representaciones teatrales, etcétera. El objetivo visible e inmediato de la misma era reunirse entre vecinos, familiares y amigos para pasar un momento de distensión. El significado intangible, y más profundo, era la Kermés, vista como un medio que ayudaba a contener y construía, de manera directa o indirecta, valores. 
Los valores percibidos antes del evento se reflejan en las acciones y actividades en torno a la organización del mismo. Los miembros a cargo de la organización se reúnen para organizarlo, esto implica llamar al trabajo voluntario de las personas; se ofrecen y se reparten las tareas, y estas reuniones organizativas se prolongarán haciendo que el periodo de preparación genere una interacción frecuente entre los miembros. Los mismos estarán ocupados y brindarán y dedicarán tiempo y esfuerzo para que se concrete el evento. Este proceso es constructivo y en equipo, y ayuda a crear lazos comunitarios.
Los valores asociados durante el evento están vinculados con la atmósfera familiar y la diversión sana. Este tipo de festival suele atraer familias y amigos, y en caso de que la kermés sea organizada por los padres cuyos hijos asisten a un colegio, también se les pueden sumar los alumnos. El clima familiar genera un momento para compartir un entretenimiento sano. La recreación, diversión, distensión y alegría son alguno de los derechos que el ser humano necesita alimentar. Quizás no sea aventurado decir que este tipo de sensaciones contribuyen a una contención “sana” (una diversión inocente, transparente, relacionada con épocas pasadas, tradiciones populares no asociadas con elementos o vicios de la modernidad).  
Vicente Nakama, miembro de la comisión directiva y de la subcomisión de Prensa y Difusión de la Asociación Japonesa Burzaco en la Argentina, señalaba: “La cultura de la solidaridad, el trabajo, el respeto, de las reuniones en conjunto donde había que discutir hacia dónde vamos, cómo hacerlo, y definir su objetivo. Todo esto necesita de la discusión y de la participación”.
“Nosotros en la Kermés que hacemos anualmente (dos por año) tenemos no menos de 150, 200 personas trabajando. Si contratamos personal, se puede hacer lo mismo con muchos menos, incluso que sea más profesional, pero no tendríamos la participación que estamos buscando. La participación hace que la gente crezca, que la gente se reúna, que la gente dialogue, que tenga amistad. Y eso que no es tan fácil de lograr, se hace con una organización, una comisión organizadora, una comisión directiva que los guíe y la colaboración de la gente. Por eso, nosotros, como es el caso de Burzaco, apuntamos bastante a la organización institucional, no queremos que esto lo hagan pocas personas, aunque rinda económicamente, sino una institución. Porque es lo que se va a mantener, a pesar de que cambien las autoridades. Teniendo el objetivo claro, todos yendo en una misma dirección y sentido, todos tirando del mismo carro, no importa quién lo lleve a cabo, sino que importan los objetivos de la institución. Y eso se les va enseñando a los más jóvenes, que nos gustaría que continúen en ese camino”.

Varela: colaboración e integración

Ese convivir entre la naturaleza y el hombre, agradeciendo las bondades que brindan las estaciones del año, y así también soportando las adversidades del clima, es parte de la cultura japonesa; es ese culto a aceptar el comportamiento de la naturaleza y doblegar el esfuerzo cuando no se nos regala el sol.
Así fue el día en que desarrolló la 13° edición del Matsuri de Florencio Varela, el 11 de mayo, día lluvioso que no impidió  mostrar el fruto de un trabajo que había llevado dos meses de preparación y 300 familias asociadas trabajando conjuntamente.
Hugo Gushiken, por ese entonces presidente del club, contaba que el evento “antes era mucho más chico, era prácticamente un Bazaa. Para realizarlo de este manera necesitamos la colaboración de muchos de nuestros socios, esto lo hacemos todo a pulmón”.
Acá también están presentes la colaboración e integración: desde los mayores hasta los más chicos, trabajan. “Los jóvenes que atienden el buffet, los mayores que estamos en la preparación de comida, y hasta hay un grupo de mayores que hace una comida que es muy característica de Okinawa, que es la sopa de chivo, donde participan algunos adultos con más de 80 años, y vienen a trabajar para prepararla”, relataba Gushiken.
Estas dos características pueden vincularse a dos valores: respeto y sabiduría. El respeto de los más chicos, porque acceden a ser educados y guiados por los más grandes, y la sabiduría de los grandes, quienes siguen colaborando.
“La comunidad japonesa ya hace más de 100 años que está en esta zona, es decir, que ya hay una interrelación bastante grande. El Matsuri se hace para transmitir y/o recuperar todas las tradiciones japonesas, y mostrárselas a su vez a toda la comunidad varelense”, decía Gushiken.
La idea del Matsuri está vinculada con la escuela de idioma japonés y con el Bazaa, y es una manera de trasmitir el legado traído por los mayores. Así lo precisaba el entonces presidente. “La escuela de idioma y el Matsuri son como  rendirle homenaje a nuestros mayores, es tratar de rescatar y de no olvidar esa cultura”.
El Matsuri y la escuela de idioma son un medio para transmitir los valores que trajeron los inmigrantes, como el respeto, el valor de la palabra, la honestidad, el esfuerzo por el trabajo

Nichia: Pensar en el otro

El colegio es, por excelencia, uno de los pilares educativos para la construcción de valores; otro lo conforma la familia. Y cuando ambos comulgan con los mismos valores, se va construyendo un sentimiento de pertenencia, “un formar parte”, el cual crea las condiciones para que esos valores se vayan construyendo a partir de la repetición de conductas virtuosas. Estas conductas virtuosas, generalmente, crean derechos y obligaciones. La réplica diaria de estas acciones virtuosas es la que contribuye a legitimar y asentar, en el tiempo, los valores. En este proceso no es sólo importante el reconocer los mismos, sino también llevarlos a la práctica, y enseñar a otros, para que todos construyan los cimientos.
La comunión o la búsqueda de valores similares llevó a la señora Teresa Barrionuevo, presidente de Haha no Kai (comisión de madres) del Instituto Privado Argentino Japonés Nichia Gakuin, a elegir esa educación para su hija.
“Esto fue lo que nos movió tanto a mi esposo como a mí, siendo que ninguno de nosotros es miembro de la comunidad japonesa, pero nos identificábamos con los valores que tiene la cultura japonesa. La solidaridad, el trabajo en equipo, este concepto que se tiene de que entre muchos podemos lograr algo, aun cuando no seamos amigos, podemos comulgar debilidades y fortalezas para conseguir un objetivo en común; eso nos trajo hasta el colegio”, cuenta ella.
La comunión de estos valores entre los padres, los hijos y el colegio, entre los padres y de los padres con los hijos, es el punto de partida, porque a través del involucramiento de los padres con el colegio por medio de las actividades, los hijos aprenden junto a los padres, y esto se replica constantemente. Así es como lo percibe la señora Barrionuevo, y tan sentido subraya: “Cuando vinimos al colegio, me tocó ser delegada, me sumé a las mamás de Haha no Kai, me enamoré un poco del trabajo que ellas hacían, y fui colaborando en distintos eventos, y aprendiendo cosas…. Y se construyen valores como las debilidades y fortalezas, donde yo puedo hacer esto o soy bueno haciendo esto, y a lo mejor vos sos bueno haciendo esto otro, pero nos complementamos. Cada uno aporta desde lo que puede o sabe, y es increíble como los chicos aprenden eso”.
Haha no Kai está involucrada en la organización de varias actividades. Por ejemplo, el Karaoke, desde que se organiza, tuvo como objetivo la integración de la familia. Y en tal sentido, la directora Delia Mitsui detalla: “El objetivo principal del Karaoke era la integración de la familia. Que todos los chicos, desde jardín de infantes hasta secundaria, actúen, tengan un número. Porque no es lo que vos ves arriba del escenario, sino que es todo el proceso que se vino haciendo hasta llegar al escenario; los momentos de prácticas, las reuniones, las anécdotas. Al principio, el mismo era interno, pero después se fue abriendo a gente de afuera. La actividad consta en que el grado tenga que elegir alguna canción, y se elabora un repertorio que puede conllevar el uso de trajes acordes al número musical. Los papás también contribuyen para que los chicos practiquen, y para ayudarlos con los vestuarios, por lo general, caseros”.
Los valores percibidos en este proceso podrían ser, de acuerdo a la señora Barrionuevo y a la directora, la solidaridad y el pensar en el otro. En tal sentido, Mitsui agrega: “Y eso es lo bueno, que tanto los padres como los hijos sienten al colegio como su segunda casa, entonces todo lo que estás haciendo lo harías por vos mismo, por tu familia. Eso es lo bueno, que tus acciones son impulsadas por ese sentimiento. No es un sentimiento de interés, no lo hago por un beneficio propio, sino al contrario, yo doy mi tiempo, mi sacrificio; hasta muchas veces algún familiar o amigo me hace el favor de cuidar a mis hijos para poder venir y ayudar”.
Otro aspecto a resaltar es que los chicos mismos, como explicó la directora, ven a sus padres, cocinar, trabajar... Así los chicos valoran lo que hacen sus padres. “Esto lo hicieron los papás de mi grado, la carita de orgullo es impagable”, resalta  Barrionuevo.
A su vez, la Feria del usado se comenzó a hacer aproximadamente hace ocho años. Actualmente se realiza junto con el  Karaoke, y con el objetivo de brindar y obtener un beneficio, en el sentido de que, de seguro, cada uno en su casa tiene algo que no usa y que a otra persona le puede llegar a ser útil. Esta forma de pensar está asociada con el concepto tan usado del Mottainai.

Seibu: compartir e integrar

La apertura es una de las características que distingue a la Asociación Japonesa Seibu. “El proyecto nuestro fue abrirnos a la comunidad. Nosotros somos un club japonés, bienvenido todos aquellos que quieran venir, no importa de la nacionalidad que sean, lo único que pedimos es que, siendo un club japonés, se respete la cultura japonesa”, dice el vicepresidente de la Asociación Japonesa Seibu, Hugo Eiguchi.
Los cimientos de esta asociación se construyeron en base a la trasmisión de la cultura japonesa, porque en la misma se encuentran los valores que portan los japoneses. La trasmisión e integración de la comunidad a través de la Asociación Seibu con los ciudadanos de la zona se hace a través de las diferentes actividades que organiza. En las mismas están involucrados y compartiendo para que sean una realidad diaria, tanto abuelos como padres, hijos y hasta nietos. El espíritu es familiar, y el mismo se construye en base al sentimiento de pertenencia, y este último es lo que los mueve a no subcontratar las actividades. “Aquí se hacen actividades donde están compartiendo los padres, abuelos, los hijos, y hasta los nietos. Son generaciones diferentes compartiendo en el mismo lugar el folclore de la cultura japonesa a través de las actividades, y éstas son  las herramientas para trasmitirlo y aprender nosotros también”.
En cuanto al bazaa, que se realizó el pasado 8 de junio, las autoridades entrevistadas coincidieron en que todas las ferias que organizan todas las asociaciones de la comunidad japonesa tienen el mismo espíritu, es decir, compartir actividades en equipo para lograr un objetivo en común. Esto es con el esfuerzo construido entre todos. “Esto se construye con el esfuerzo de todos -dice Eiguchi-. Si se hiciera de otra manera, sería más fácil. Por ejemplo, pagándole a un parrillero, o alguien para que haga el delivery, etcétera. La idea es que entre nosotros lo podamos hacer. Entonces, estuvimos desde hace más de una semana preparando este bazaa. Los chicos venían a cortar la verdura, a cortar el pollo, a hacer los fideos, hacer la sopa, porque nosotros lo tenemos que hacer, no mandarlo a hacer, porque esa es la esencia, porque el bazaa, y todas las actividades que se hacen, se hacen de esa manera. Esto significa el valor de la pertenencia. Lo que queremos trasmitir es que nosotros trabajamos para un lugar, y disfrutamos de ese lugar, y esa es la base de nuestra cultura”.
Las personas que suelen estar involucradas con la organización del Bazaa son alrededor de 100. Todas las generaciones participan de su preparación. El día del Bazaa se pudo percibir la atmósfera de club de barrio donde todo se había estado preparando con esfuerzo.
La característica de estar abiertos a todos ya había sido un factor distintivo desde sus inicios. En cuanto a valores como la honestidad, los mismos dependen de cada uno, según lo que explicó Eiguchi, y dijo algo para destacar: “Esos valores dependen de cada persona, pero, en principio, lo que el club les da es la confianza, hasta que vos me demuestres que no puedo, las puertas están abiertas para cualquiera”.