Viernes, 23 de Enero de 2015
Valores

Sobre la cooperación, el compañerismo, la cooperación, la colaboración, la solidaridad, el respeto, la lealtad y la honestidad.

El año pasado, el país casi por entero se paralizaba ante cada partido de la Argentina en el mundial de Brasil. Y a medida que el seleccionado salía victorioso en cada partido e iba superando instancias, junto con la emoción, la tensión y atención, se buscaban y se arriesgaban las razones del por qué y cómo sucedía. Los argentinos fuimos creyendo, y de menor a mayor, en un conjunto que, en un principio, se apoyaba en una individualidad, en el mejor del mundo (tal como, a la par,   arengaba una canción, “Brasil, decime qué se siente…”, ¿acaso resaltando nuestra idiosincrasia individualista?).

Pero esta lógica fue cambiando. Yo no era lo individual, sino lo grupal, el equipo. Y en ese punto, paradójicamente, un jugador, el que todos adoptamos como el abanderado, ya no era Lionel Messi, sino Javier Mascherano. Ante cada entrevista, él era quien tenía más para decir (o explicar, mejor dicho); el que resaltaba al grupo, al equipo; el que lo lideraba en la cancha. Y al final, sin la copa, pero con la convicción de haber entregado todo, se esperanzaba. “Esperamos haber dejado valores. Cómo competir, cómo luchar”, decía.
Afuera de la cancha, el mentor de todo el discurso fue Alejandro Sabella, el técnico que, antes de viajar hacia Brasil, generaba dudas, desconfianza (y hasta burlas), pero quien, al igual que Mascherano, destacaba: “Dejamos valores, los títulos nos hacen inmensamente felices y quedan en las estadísticas; los valores perduran en lo más importante que tiene el ser humano, anidan en nuestro pecho y hacen crecer el alma”.
El deporte es, quizá, la actividad que transmite y refleja, mejor que ninguna otra, estas ideas y, más todavía, muchos de los  valores que admiramos y que luego, sea por la causa que sea, se intentan poner como ejemplo en otras áreas.  
“La Selección argentina fue un sueño, fue una visión, fue un conjunto de valores, fue el nosotros sobre el yo, el plural sobre el singular. Creemos en la individualidad y no en el individualismo; en la inteligencia y no en la viveza, aunque la diferencia sea sutil, ella radica en los valores, porque la viveza ronda con la trampa y la inteligencia no”, dice el ex técnico de la selección.
Aunque a grandes rasgos (sin competencia), vale compararlo -así lo creemos- con los organizadores de eventos dentro de nuestra colectividad, muchas veces trabajadores anónimos. En cada institución, siempre hay un grupo, pequeño o grande, de colaboradores que brindan su tiempo para la preparación del evento, labor a través de la cual van creando vínculos, compañerismo y cooperación; ello también va formando un sentimiento de pertenencia hacia la institución, como si fuesen jugadores de un equipo, amateur, pero equipo, al fin.
Y es ese transitar, ese camino que muestran ellos, el que sirve de ejemplo para otros, para los que se suman o los que vendrán, porque -como dice uno de los colaboradores que escribe en esta edición- “muchos de los valores que distinguen a la sociedad japonesa son los mismos que nos han transmitido nuestros padres o abuelos y que han hecho que la colectividad nikkei sea respetada y valorada dentro de la sociedad argentina”. 
También dice uno de los entrevistados: “En la práctica se manifiesta todo”. Es la misma idea que escribe otro articulista: “Si logramos asimilar estos valores y reflejarlos en nuestra conducta diaria, seguramente lograremos ser buenos deportistas y, principalmente, buena gente”. Lo mismo que decía Sabella: “Al hablar de valores, todo se resume en una sola cuestión. En cualquier orden de la vida y en cualquier profesión u ocupación, todo se resume en una sola cosa: ser mejor persona. Si uno es mejor persona, puede ser mejor en su profesión”.
Vivimos marcados, y así nos enseña la historia y los titulares diarios, por la corrupción y las estafas, caminos que se transitan ambicionando el poder. Al lado de eso, hablar de ser buena gente, buena persona, suena naif. Y tal vez lo sea. Por eso, cuando decimos u oímos eso de que “faltan valores”, nos equivocamos. Los hay, solo que son otros, y muy diferentes a los que queremos resaltar en estas páginas, inocentes acciones como las que puede provocar un equipo, y que nos emociona, quizá porque las hemos perdido u olvidado, o porque han cambiado, pero que, de seguro, están latentes.

 

* Editorial de La Plata Hochi, edición del 8 de enero de 2015.