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Viernes, 19 de Diciembre de 2014
Espantapájaros, pobladores de una aldea: alegría a la desolación
Escrito por María Florencia Zaia   

Cuarta entrega de la aldea de los espantapájaros. En este caso, la aldea de Kamikubara, en la ciudad de Hisayama, prefectura de Fukuoka.

En la prefectura de Fukuoka, ciudad de Hisayama, hay una pintoresca aldea con una apariencia urbana llamada Kamikubara. Esta aldea muestra algunas características que comparte, y que la distingue de las aldeas presentadas anteriormente: Okuharima, Amakusa y Horinouchi. La principal característica que comparte con Okuharima es el deseo de su promotor de crear los espantapájaros para alegrar el corazón de los habitantes de furusato, siendo ellos un medio para construir lazos entre las personas. El señor Hideki Takahashi, con aproximadamente 10 amigos, ha elaborado los espantapájaros con el objeto de que el corazón de la gente de la zona se cure y reciba alegría.

Esta creación se presenta en un escenario rural del pasado, específicamente del período Showa, característica compartida con las demás aldeas. Con Amakusa tiene en común la participación de las personas mayores en la elaboración de los espantapájaros. El servicio de día “Armonía”, que brinda asistencia a la tercera edad, tiene una actividad vinculada a la creación artesanal de los muñequitos y, además, la celebración de los festivales como una oportunidad para promover la producción agrícola local.
En cuanto a las características que la distingue y la hace única, se pueden resaltar la mezcla urbana-rural/moderno-antiguo que se aprecia en el escenario donde los muñequitos son ubicados, y la reproducción de situaciones de la vida real. Donde se encuentran las casas amplias y de aspecto sencillo, se observan los muñequitos interactuando como parte de la vida diaria de los pobladores, y haciendo actividades de la vida real. Así se encuentren niños escondidos entre las plantas del jardín de las casas, caminando hacia el colegio, trepados a un puentecito rústico de madera, tratando de arrancar con un palo alto caquis de los árboles, niños en una plaza con juegos hamacándose, encima  de un sube y baja, etcétera; también existen escenas de adultos con niños, como la madre que camina de la mano con su hijo, dos hombres barriendo las hojas con un pequeño templo de fondo, un  hombrecito subido a una máquina retroexcavadora simulando que está cavando una zanja, bomberos voluntarios vestidos con su uniforme, trabajando sobre un poste con sogas, dos adolescentes con uniforme escolar andando en bicicleta. Todos ellos representan la vida cotidiana moderna, pero también hay espantapájaros ubicados en el los campos de cultivo utilizando herramientas de madera para arar, animales, o llevando baldes de madera al hombro, simulando hacer jardinería o la huerta, cargando paja al hombro, jugando al Gate Ball entre amigos, niños jugando al Baseball, y más.
Por estas reproducciones de las diferentes situaciones, se puede inferir que los pobladores desean disfrutar de escenas que ya no son tan frecuentes del lugar por la escasez de población. Las cantidades de escenas con chicos en diversas situaciones transmiten la añoranza de la niñez o de adultos que ya no son niños, o de jóvenes que han emigrado, quizá, hacia las grandes ciudades.
Las imágenes que representan el período Showa indican la nostalgia de la vida tradicional rural anterior a la modernización de la agricultura. En cuanto a las actividades que se celebran la ciudad de Hisayama, promueve la celebración de festivales diversos. Por ejemplo, a partir del día 5 de octubre hasta el 6 de diciembre se desarrolla el segundo “Festival de la tierra natal de Kamikubara” (Furusato Matsuri) en una circunferencia de dos kilómetros, en donde se suelen establecer delicados y numerosos espantapájaros que, junto a las flores cosmos, adornan el colorido otoño.
También en este festival se venden productos locales, como verduras cosechadas, arroz nuevo de Kamikubara, comida casera local, y se realiza un bazar. A partir de estas celebraciones se quiere destacar y promover la producción y consumo local.
En cuanto a las personas que elaboran los espantapájaros, y cuántos son en el lugar, se estima que hay 60, y algunos se arman con paja y alambre, mientras que en otros se usa madera. En esta iniciativa de creación también participan los abuelitos del Servicio de Día Armonía, quienes se encargan de la elaboración completa con madera, papel de diario y ropa usada. Ellos también tienen una plantación propia llamada Nagomi, donde suelen colocar los espantapájaros y, a su vez, hacen actividades relacionadas con la huerta. Así, los espantapájaros que esencialmente cuidan de las cosechas, se han transformado en un medio para transmitir alegría y desbordar de ternura el corazón de los lugareños, y devolviéndole vida a la desolada aldea.

 

Récord de ciudadanos mayores de 100

Japón cuenta con casi 59.000 personas centenarias, de las que el 87 por ciento son mujeres, lo que supone un nuevo récord de longevidad en su población, según los datos divulgados por el Ministerio nipón de Salud, Trabajo y Bienestar hace un par de meses.
Las personas de 100 años o más registradas el 1 de septiembre en el país asiático ascienden a 58.820, 4423 más que en la misma fecha de 2013, y supone una proporción de 46.21 por cada 100 mil habitantes.
Las mujeres siguen siendo las más longevas con más de 51.000 contabilizadas, el 87.1 por ciento del total, y cuentan con una esperanza de de 86.61 años, la más alta del mundo, frente a los 80.61 de media de los hombres, que ocupan el cuarto puesto, según datos de 2013.
El cálculo de centenarios se basa en una estimación realizada a partir de los datos del registro de residentes, con motivo de la celebración el próximo 15 de septiembre del Día del Respeto a los Ancianos, fiesta nacional en un país cuya población es la más envejecida del mundo.
La prefectura de Shimane, al suroeste, tiene la densidad más alta con una proporción de 90.17 por cada 100.000  habitantes, mientras que la de Saitama tiene la proporción más baja con 26.88.
Entre los centenarios se encuentran Misao Okawa (Osaka, marzo de 1898), una mujer de 116 años, y Sakari Momoi (Minamisoma, Fukushima, 5 de febrero de 1903), un hombre de 111 años residente en Saitama, ambos reconocidos como los más longevos del mundo por el Guinness World Record.
El primer recuento de estas características se llevó a cabo en Japón en 1963, año en el que el número de centenarios ascendía a 153.
En 1998 la cifra, que lleva incrementándose desde 1971, superó los 10.000; 30.000 se registraron en 2007, superó el umbral de los 50.000 cinco años más tarde y en 2013 se elevó a más de 54.000.
El envejecimiento de la población es uno de los grandes problemas para el futuro del país, pues se calcula que cerca del 40 por ciento de sus ciudadanos serán mayores de 65 años para el año 2060.
El incremento del número de mayores presenta un difícil escenario para el sistema de seguridad social de la tercera economía mundial, que deberá poder garantizar la fortaleza de su sistema sanitario y de pensiones ante la caída de la edad productiva.