El 12 de septiembre se realizó una recepción en la residencia del embajador en honor a la profesora Susana Arashiro, recientemente fallecida. Aquí, las palabras de uno de sus hijos.
El Japón estuvo presente siempre en la vida de Susana Arashiro. En principio, entusiasmada por comprender las vivencias que dejaron mis abuelos en Saga, Kyushyu, para venir como inmigrantes, primero a Perú (mi abuelo, Otokichi Tanaka) y a Brasil (mi abuela Ima Yamaguchi), y luego formar una familia en Argentina. El reconocerse ella como descendiente de japoneses y la admiración que le ocasionaba la contemplación de su cultura, por un lado, y su fuerte compromiso con su vocación de educadora argentina, la llevaron a tratar de transmitir, en lo que a ella podía, los valores de la cultura japonesa. Y para ello usó un simple cuadrado de papel.
Aunque detrás del cuadrado de papel siempre hubo mucha preparación, mucho estudio, mucho entusiasmo, mucho gusto, mucho amor, mucha vocación de enseñar y transmitir ese gusto por los valores eternos que hacen a una cultura que representan las semillas para que perdure. Distintas instituciones culturales japonesas en la Argentina, como la Asociación Japonesa en la Argentina, el Círculo Católico Japonés, el Instituto Privado Argentino Japonés, Jardín Japonés, el Instituto de Paisajismo, el Taller de las Artes, para contar algunos, la encontraron dando cursos, exposiciones y charlas. Con la Embajada del Japón participó de varias conferencias en el Centro Cultural de la Embajada, en el stand de la Embajada en la Feria del Libro de la Ciudad de Buenos Aires, y en seminario-talleres aquí, como en el interior del país. El origami le sirvió como herramienta para enseñar disciplina, orden, prolijidad, organización y, por supuesto, cultura. En su faz docente fue tan importante para ella el origami, que logró crear una cátedra de origami aplicada a la enseñanza en el Colegio Labardén de San Isidro. Pudo comprobar, muchos años después, como la reconocían en encuentros casuales muchos de sus alumnos primarios de más de 10 años de haberla tenido como docente, quienes le comentaban que ellos habían conservado sus carpetas y enseñanzas de origami para, ya como adultos, aplicarlos ellos mismos a actividades docentes o para formar a sus hijos. De igual manera, lo aplicó en la educación secundaria, universitaria (arquitectura, diseño gráfico, diseño industrial) y terciaria (publicidad). Pero no solo abrevó del origami. Su encanto por Japón la encontraron realizando cursos de ikebana, sumi-e, shodo, shishu, paisajismo. Se dice que una persona es una obrera por trabajar con sus manos, artesana por trabajar con su cabeza y artista por trabajar con su corazón. Como toda madre, nos inculcó valores y nos entusiasmó a desarrollarnos en nuestra vocación. Es así como lo hicimos. Pero de alguna manera nos transmitió también un gusto por conservar un lazo con los valores japoneses. Recordamos cuando chicos, ella nos hablaba sobre la “responsabilidad de la cara”. Si bien en su momento era una advertencia para que siempre nos “portemos bien”, por lo de “mirá a ese japonesito que está haciendo lío”, luego, cuando grandes, comprendimos que ese “rostro japonés” nos obligaba moralmente a interesarnos por estudiar y transmitir parte de la cultura de nuestros mayores. Con mi tía Mary Morita incursionó en la comida japonesa, instalando un restaurant japonés, sobre todo para la colectividad japonesa, antes del furor del actual por esas exquisiteces. Y con mucho éxito. Siempre se atrevió a participar en todo con entusiasmo y, por ende, siempre fue reconocida. Tuvimos la suerte que ella llegara a enterarse de que había sido nombrada para este premio “Canciller de Japón 2014” junto a otras 108 personalidades del mundo, lo que le produjo un sentimiento de alegría por ella y los suyos, de reconocimiento por su carrera, de orgullo por Argentina y de incentivo por seguir como siempre, con entusiasmo y siempre muy agradecida con todo y con todos. Ella tuvo a Japón en sus ideales, a Argentina en su mente, y a su familia en su corazón. En nombre de la profesora María Susana Tanaka de Arashiro, deseamos agradecer al señor Embajador, a las autoridades de la Embajada, a todos aquellos quienes hicieron lo posible la postulación y otorgamiento de este premio que distingue los vínculos culturales entre Japón y Argentina. Ya no la tenemos más y la extrañamos mucho. Pero permítaseme parafrasear a Bernard Shaw para decir que ella nos ilumina con su propia chispa de fuego divino. Muchas gracias, en nombre de la familia de Susana Arashiro.
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