Viernes, 04 de Julio de 2014
“Nosotros somos un club japonés; bienvenidos a todos aquellos que quieran venir”

La apertura es una de las características que distingue a la Asociación Japonesa Seibu.

“El proyecto nuestro fue abrirnos a la comunidad. Nosotros somos un club japonés, bienvenido todos aquellos que quieran venir, no importa de la nacionalidad que sean, lo único que pedimos es que siendo un club japonés, se respete la cultura japonesa”, dice el vicepresidente de la Asociación Japonesa Seibu, Hugo Eiguchi.
Los cimientos de esta asociación se construyeron en base a la trasmisión de la cultura japonesa, porque en la misma se encuentran los valores que portan los japoneses. La trasmisión e integración de la comunidad a través de la Asociación Seibu con los ciudadanos de la zona se hace a través de las diferentes actividades que organiza. En las mismas están involucrados y compartiendo para que sean una realidad diaria tanto abuelos como padres, hijos y hasta nietos. El espíritu es familiar, y el mismo se construye en base al sentimiento de pertenencia, y este último es lo que los mueve a no subcontratar las actividades. “Aquí se hacen actividades donde están compartiendo los padres, abuelos, los hijos, y hasta los nietos. Son generaciones diferentes compartiendo en el mismo lugar el folclore de la cultura japonesa a través de las actividades, y éstas son  las herramientas para trasmitirlo y aprender nosotros también”.

La asociación ofrece muchas actividades culturales, como los cursos de idioma japonés, poesía Haiku, pintura Sumi-e, Origami, Bunka Shishu, Digitopuntura, Reiki, Hierbas Medicinales, Zazen, Manga, Yoga, Taiso (gimnasia tradicional japonesa), Aikido, Karate, Judo, Kendo, Iaido, Tenis de mesa, Eisadaiko (Danza Okinawense con tambores) y  Kumidaiko (Ensamble de tambores).
La variedad de artes marciales ofrecidas los llevó a la remodelación del Dojo (gimnasio) con la ayuda del gobierno de  Japón. Así, su presidente, Akio Matsuya, explicó y mostró orgullosamente este espacio el día en que se desarrolló el último Bazaa.
En cuanto al Bazaa, que se realizó el pasado 8 de junio, las autoridades entrevistadas coincidieron en que todas las ferias que organizan todas las asociaciones de la comunidad japonesa tienen el mismo espíritu, es decir, compartir actividades en equipo para lograr un objetivo en común. Esto es con el esfuerzo construido entre todos. “Esto se construye con el esfuerzo de todos. Si se hiciera de otra manera, sería más fácil, es decir, tercerizando las actividades, por ejemplo, pagándole a un parrillero, o alguien para que haga el delivery, etcétera. La idea es que entre nosotros lo podamos hacer. Entonces, estuvimos desde hace más de una semana preparando este Bazaa. Los chicos venían a cortar la verdura, a cortar el pollo, a hacer los fideos, hacer la sopa, porque nosotros lo tenemos que hacer, no mandarlo a hacer, porque esa es la esencia, porque el Bazaa, y todas las actividades que se hacen, se hacen de esa manera. Esto significa el valor de la pertenencia. Lo que queremos trasmitir es que nosotros trabajamos para un lugar, y disfrutamos de ese lugar, y esa es la base de nuestra cultura”, dice Eiguchi.
Particularmente, las personas que suelen estar involucradas con la organización del Bazaa son alrededor de 100. Todas las generaciones participan de su preparación. El día del Bazaa se pudo percibir la atmósfera de club de barrio donde todo se había estado preparando con mucho esfuerzo. En el frente de la casa de dos pisos donde funciona la asociación estaban ordenadas en mesas y banquitos las plantas y flores del vivero. Al entrar, dos personas cobran la entrada. Desde la entrada ya se podía percibir el tentador aroma a Udon cocinándose. Allí, todas las generaciones, sin distinción de nacionalidad, lo estaban preparando. En otro de los rincones se vendían tortas caseras, como las que se suelen vender en las fiestas escolares o en eventos donde se percibe lo casero. Los stands del salón grande, ya estaban listos. La impresión al entrar a la gran sala fue la retrotraernos al Japón antiguo o la atmósfera que caracteriza a los pequeños  pueblos rurales, o a las kermeses que se solían organizar en los barrios en décadas pasadas. Cada puesto se arma en mesas grandes, donde se ubican los productos comestibles y artesanales. En cada puesto, un cartelito casero que identifica qué se vende o el apellido del vendedor. En otro sector, a través de ventana, se pasa el choripán, y muy cerca, las parrillas con yakitoris. Al lado de éstas, el primer puesto de adornos donde el señor mayor estaba sentado mientras la joven le daba los últimos retoques a su stand;  la mamá que vendía los típicos dulces japoneses Dorayaki, Manju, Kurimanju, y Dango, todo a la vista, de elaboración fresca, y los precios en una lista hecha a mano con fibra; el stand donde prevalecían las geishas de adorno resplandecía por su hermosura y era muy pintoresco. La familia que llevó  todos los productos comestibles; la señora que vendía las bolsitas de tela hechas artesanalmente para llevar el obento, etcétera. En los pisos de arriba, las aulas que se usarían como comedores a la hora del almuerzo. La gente que se acercó al Bazaa eran tanto descendientes como no descendientes de japoneses. Entre el público quizá no faltaron los alumnos que participan de los cursos que se dictan, los abuelitos que aprovechaban a comer el rico Udon casero, y otros que solo iban a buscar comida para llevar a la casa. En definitiva, el público era variado, y fue a disfrutar de un momento familiar.
Se percibió ese día lo que trató de explicar Eiguchi: que todos trabajan para el club el día del Bazaa, tomando conciencia del concepto de que “Esto es Nuestro”, más allá de la nacionalidad, de que sea un socio, o alguien que asiste a algún curso, todos se juntan para organizar el Bazaa. La organización está dividida en grupos que se encargan de la comida, de limpiar,  del armado del salón, etcétera. La consigna es: “Vamos a trabajar todos juntos”.
La característica de estar abiertos a todos ya había sido un factor distintivo desde sus inicios, y el actual presidente, Akio Matsuya, dijo en tal sentido: “Desde que comenzó Seibu, hace 60 años, ya estabamos todos abiertos para todos. La familia fundadora del club era de nacionalidad irlandesa y japonesa (nissei), desde ese momento, argentinos y japoneses siempre juntos, pero siempre dejando el espíritu de Japón”.
Con respecto a los valores y costumbres japonesas, y cómo se podrían difundir a la sociedad argentina, ellos concuerdan que mediante los cursos ya se están transmitiendo los mismos. Eiguchi citó algunos ejemplos: “Hay sectores del club donde se entra descalzo. O poner en orden las aulas cuando se termina a alguna actividad, o cuando comienza y termina una actividad en el Dojo, entre profesor y alumno, lo limpian”. Estas costumbres educativas y formativas que fueron heredadas por sus ancestros, podrían ser muy beneficiosas para la sociedad en general”.
En cuanto a valores como la honestidad, los mismos dependen de cada uno, según lo que explicó Eiguchi, y dijo algo para destacar: “Esos valores dependen de cada persona, pero, en principio, lo que el club les da es la confianza, hasta que vos me demuestres que no puedo, las puertas están abiertas para cualquiera”.

María Florencia Zaia