En nuestro primer artículo, integrante de una saga de escritos sobre la relación existente entre la información y la cultura estratégica japonesa, hicimos hincapié, entre otras cuestiones, en los valores tradicionales e históricos que conformaron el acervo nipón, dando especial tratamiento a la traumática y fracturada geografía del Japón y la influencia que ésta ejerció en su largo devenir como nación, a la cual debe sumarse el carácter guerrero de sus habitantes. Esta entrega, con una redacción mucho más abstracta que la anterior, se torna más que necesario comprender, ya que los argumentos y axiomas que se citarán, justamente, son la base epistemológica o, por lo menos, integra el pensamiento y accionar de la economía del Japón, y muy especialmente la cosmovisión estratégica que desarrollan sus grandes empresas por todo el orbe.
Principiemos, entonces, por volver a desarrollar, con más y mejores razones, el concepto de “anticipación” que tanto beneficio le ha dado, le da y le seguirá dando a tan noble y próspero país. Volvemos a reiterar que, desde tiempos inmemoriales, las premisas a desarrollar integran el “inconsciente colectivo” japonés. Esta auténtica cultura de la anticipación es, en parte, producto de los rasgos físicos del archipiélago que conforma el imperio del sol naciente. Por siglos, aquello que los japoneses no poseen en términos de espacio se lo han procurado en el tiempo por medio de una capacidad para actuar particularmente en la precisión de los micro-ritmos. Ya que el espacio los priva de márgenes de maniobra o de libertad de acción, el paliativo consiste en procurárselos en el tiempo por medio de la anticipación basada, a la vez, en el conocimiento, la sensibilidad y la excelencia práctica. El concepto de “sen no sen” o de la iniciativa, da cuenta de esta actitud profundamente enraizada en la cultura. “Sen no sen (Contraataque Preventivo)”, también conocido como Sente. Explicando la expresión aludida, importa señalar que en esta situación ambos oponentes se están moviendo simultáneamente. Tu conocimiento sobre su intención de ataque te permitirá atacar un poco más rápido, permitiéndote golpear a tu oponente más rápido que él a ti. El ataque se produce cuando percibes de tu oponente la intención de ataque. Resulta innegable que la mayor parte de las artes marciales japonesas, de origen antiquísimo, se basan en este principio de acción y conducta. Ser sensible a las condiciones, que igualmente se traduce en la educación de la intuición, permite sentir una tendencia débilmente perceptible antes que ésta se concrete en lo real. Por ello, el margen de maniobra reside en la anticipación. Prueba evidente de este aserto como clara imagen y semejanza del concepto vertido, fue el ataque anticipado de Pearl Harbor. En esa época, era un secreto a voces que Estados Unidos estaba a punto de declararle la guerra al gobierno nipón, luego de los embargos de materias primas vitales que venía llevando adelante en contra de Japón, y sobre todo el fracaso absoluto que evidenciaron las tratativas diplomáticas, en consecuencia, la iniciativa de un primer ataque a la principal base aeronaval americana le otorgaría un margen de maniobra inicial al Imperio del Sol Naciente, aun cuando a continuación su alcance haya sido considerado estratégicamente limitado. Esta perspicacia permite que el actor, individual o colectivo, se posicione y se inscriba en este espacio-futuro, todavía sin ocupar, con el beneficio energético de la precisión, tal como un surfeador cuando se une a la ola en su nacimiento. “Sen no sen” agrega una combinación simultánea de predicción, intuición, reflexión y movimientos asociados a una determinación sin fallas. De ello puede resultar lo peor o lo mejor ya que su esquema es, ante todo, local y táctico, hic et nunc (del latín “aquí y ahora”). La falta de orientación de la visión de conjunto, la movilización extrema o el fanatismo producen resultados inútiles. En cambio, este esquema se revela excelente cuando es informado, aclarado, dirigido y puesto en coherencia en el marco de una visión global política y estratégica. Desde el punto de vista filosófico, la conquista y la conservación de la armonía en función del cambio de las circunstancias es una finalidad suprema. En Aikido se insiste en el trabajo de aquel que experimenta una técnica (Uke). Al adoptar el movimiento, manteniendo la armonía, el sujeto se pone en situación de retomar la iniciativa para dirigir la energía adversa. Sin embargo, esta precisión también se basa en el doble ejercicio de la sensibilidad a las condiciones del entorno y del trabajo permanente sobre sí mismo, el cual hace posible la adaptación. La aptitud para el co-nacimiento representa esta capacidad no sólo para percibir inmediatamente por medio de la intuición, sino también para actuar sin que sea necesario pasar por la lentitud de un proceso consciente. Todo el proceso se realiza en forma conjunta y simultánea. Conocer, nacer con las condiciones del mundo, cualesquiera sean las características, es el arte que engloba la acción en un proceso que se une al sentido, y lo deja manifestarse por sí mismo. La educación de la sensibilidad a los signos está inscrita en la cultura japonesa. En Japón, la comunicación no sólo es ampliamente dependiente del contexto, sino también está basada en un no dicho descodificado en la recepción. Una formulación demasiado explícita hecha por una persona, hace que ella pierda el rostro ya que éste aparece como la prueba de la incapacidad de los interlocutores para entender por sí mismos por medio del tratamiento de los signos, aunque tenues, que les son transmitidos. Igualmente, una solicitud de esclarecimiento puede significar que la persona que ha explicado lo hizo mal y entonces sería ella quien perdería el rostro. Se requieren sutiles y formidables capacidades de observación para hacer hablar los signos sin que se imponga ni se interponga la necesidad de la demostración clara y diferenciada. El tiempo que transcurre entre la explicación y la emisión se gana y se desplaza con respecto a la recepción, que debe hacer el trabajo. Los maestros japoneses no se complican con demostraciones paso a paso. Ellos dan a sentir y percibir una técnica a través de un movimiento global, una esencia con la cual se entra en resonancia. Por lo cual, en los “dojo” occidentales esto se traduce por una incomprensión después de la seducción generada por contemplar el movimiento del maestro. En Japón, las palabras no son los mejores vehículos para la comunicación, son demasiado lentas y específicas, por resultar limitadas en sus significados. Al contrario, el componente tácito está desarrollado en su punto más alto y, por ello, el japonés, quizás, sea el pueblo que mejor entiende y trata el denominado “lenguaje no verbal”, como así también el histrionismo, la mímica, etc. Muy difícilmente otra raza podría haber creado el tradicional teatro “Kabuki”, que se caracteriza por su drama estilizado, con acompañamiento musical y vocal que oficia de indicador de las escenas, escasísimo parlamento de frases verbales y el uso de maquillajes elaborados en los actores. Pero esta plasticidad generadora de la información que tan útil le resulta al pueblo japonés no es oriunda de las tierras del ex Mikado. En estricta verdad, proviene y es heredera de China, en donde no hay forma superior de inteligencia que aquella que está sujeta a la interpretación del cambio, la dicotomía entre teoría y práctica en la cultura japonesa no está planteada en los mismos términos que en Occidente, que, en general, parte de la premisa de un plan u orden divino creado a instancias de Dios. Obstáculo que no padece Japón, porque por su propia deuda con el universo intelectual chino asume que el orden del mundo no deriva tanto de un modelo teológico, sino que está contenido en el cambio mismo. Su teorización lentifica la comprensión y, en consecuencia, la adecuación a dicho modelo solo genera nuevos problemas. Al implicarse en la escuela de los hechos por medio de una práctica que se adapte permanentemente, se deja transparentar el orden de las cosas en vez de imponer hipótesis, reglas artificiales, pretenciosas, incompletas y, sobre todo, generadoras de desorden. Es poniéndose a prueba que se aprende; ponerse a prueba es lo que permite aprender. A imagen y semejanza del “yin y el yang”, lo fuerte de mañana está contenido en lo débil de hoy y como lo real es una transformación perpetua, conviene concentrarse en la captura de señales débiles que no sólo anuncian, sino que también encarnan la realidad de la mutación permanente. Si el estado de disponibilidad y preparación es preciso, no habrá espacio del tamaño de un cabello, entre la percepción de una indicación y la respuesta adaptada. En Japón, la información es acción, tratamiento de datos animada por una intención de conocimiento que realiza su proyecto aquí y ahora en su armonía con las condiciones del mundo, independientemente de su naturaleza y de las tendencias. El temor al futuro desaparece frente a la vida intensa de un presente que contiene el pasado y el porvenir. La escucha y la sensibilidad, al adoptar el movimiento, paradójicamente permite orientarlo antes de que éste imponga una lógica que se convierte en impedimento porque tarda en adaptarse. Mediante un esfuerzo constante de reducción de la duración que separa el tiempo del saber del tiempo de la acción, la información es un movimiento de conocimiento, un “Do”, un proceso integrado en un comportamiento. Su valor se encuentra en la circulación, la comunicación le da vida a la información y lo vacío le toma el paso a lo lleno. El vacío es yin, futuro potencial, espacio de tensión entre los seres. El destino de lo que es yang y visible es el de desaparecer una vez cumplido su tiempo. El futuro de la materialidad (yang) es la inmaterialidad (yin), la destrucción de aquello que conforma la estructura de su contrario indiferenciado. Si aquello que existe está condenado a desaparecer, el futuro de lo que no existe será la manifestación organizada. Por esta razón, la vigilancia se focaliza en los espacios de relación entre los hechos, los objetos y los seres, ya que sus vacuidades son la matriz de lo que será. A los fines aclaratorios, sirvan de ejemplos los siguientes testimonios: a) La pintura tradicional china, al igual que la japonesa, enfatiza en los espacios de relación entre las formas; y b) En las artes marciales, la noción de “maaï” designa el espacio–tiempo que separa dos compañeros. La calidad del maaï varía en función de la experiencia de cada uno y de las circunstancias en las cuales ellos se encuentren. “Maai”, que se traduce simplemente en "intervalo", es en las artes marciales japonesas un término que se refiere al espacio entre dos oponentes en combate; formalmente, la "distancia compromiso". Se trata de un concepto complejo, según el cual no solo debe incorporarse la distancia entre los oponentes, sino también el tiempo que se tardará en cruzar esa distancia, el ángulo y el ritmo de ataque. Es específicamente la posición exacta en la que un oponente puede atacar a otro, después de tomar en su debida consideración los otros elementos anteriores reseñados. Para Sun Tzu, el arte de la guerra es como el agua que toma la forma del recipiente que la contiene. Gracias a su capacidad de adaptación permanente ella conserva su condición. Como el agua, la empresa se perpetúa si es capaz de adaptarse al movimiento de las circunstancias. La información verificada (yang), codificada, materializada y almacenada no es la más estratégica en el sentido en que está destinada a caducar tal como un movimiento detenido. El conocimiento explícito que ella conforma y enriquece, para retomar la terminología de Ikujiro Nonaka (Cfr. Nonaka, Ikujiro, “The concept of « Ba »: Building a Foundation for Knowledge Creation”, California Management Review 1988; 40: 3, Spring) es, ciertamente, manipulable y transmisible; sin embargo, por esta misma razón está condenada a empobrecerse con el efecto de la difusión progresiva. Basta recordar que el valor estratégico de una información a menudo es inversamente proporcional a su difusión y a su grado de certidumbre. Dentro del contexto antedicho, importa acotar que en la empresa japonesa, el principio yang se encuentra en las bases de conocimiento, mientras que el principio yin se manifiesta en la intranet. La arquitectura es altamente estratégica porque tiene la capacidad de poner en un dispositivo las tensiones, los espacios de relación propicios para futuras fecundaciones y nacimientos. La horizontalización de la empresa deriva de esta lógica, ya que gracias a ella se multiplican las ocasiones de encuentro entre los individuos que provienen de sectores diferentes de la empresa, es decir, de subculturas igualmente distintas. Al favorecer la comunicación entre personas con perfiles profesionales diferenciados, con un interés global compartido pero polarizado, también se está favoreciendo la creatividad de conjunto. De esta forma de relacionarse resulta la información, en la que la interacción y sus tecnologías favorecen la aparición y el enriquecimiento del conocimiento. Lo que Nonaka denomina el conocimiento tácito es yin (70 % de la información, generada por los individuos e invisible), con relación al yang que es explícito (30 % de la información, de lo colectivo y visible). El hecho de ser individualizado y no expresado le procura un margen de maniobra, una libertad de acción, una plasticidad y una fluidez para adaptarse. El conocimiento tácito que se convierte en explícito, colectivo y visible por su socialización y su combinación vuelve a convertirse en tácito por su interiorización, la cual le permite ser fértil tal como el manto que se forma por las hojas caídas de los árboles después de haber surgido de los brotes y antes de eso, energía de la savia. Nonaka es el creador del modelo “SECI”, cuya sigla comprende los términos de socialización, exteriorización, combinación e interiorización. Por ello, para este reconocido autor japonés de fama universal, “… Retener únicamente lo explícito viene a ser lo mismo que desecarse en un tiempo breve. ¡De igual manera, quien trabaja exclusivamente en lo implícito se condena a no poder producir, pretendiendo crecer, pero sin raíces!...”.
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