Juntar jóvenes uchinanchus de diferentes partes del mundo para compartir eso que nos une a pesar de las distancias: el amor por nuestra cultura y nuestras raíces. Ese es el objetivo de este festival mundial de jóvenes okinawenses, cuya segunda edición se realizará en Los Ángeles, en julio próximo.
¡Buenas a todos! Parece mentira que ya estamos viviendo el tercer día del wakamono. Un día tan agitado como enriquecedor. Comenzamos muy temprano, encontrándonos con el resto de las delegaciones en el Kenjinkai. Allí nos dividimos en grupos y partimos en micros a distintas empresas fundadas por uchinanchus. Algunas empresas están relacionadas con la industria textil, pero la que visitamos se dedica a la venta de materiales para la construccion. El nombre de esta empresa es Okinalar y proviene de la fusion de las palabras Okinawa y Lar, que significa casa en portugués.
El viaje hasta la sucursal central de Okinalar fue realmente largo y no precisamente debido a la distancia, si no a la altísima congestión del tránsito en la hora pico (rush hour, le llaman ellos) de San Pablo. Después de casi dos horas de viaje y siesta de por medio, finalmente llegamos a la sede central de Okinalar. Allí nos recibieron algunos de los miembros que conforman la sociedad y, haciendo honor a la hospitalidad uchinanchu, nos agasajaron con una mesa repleta de exquisitos sandwiches, pan de queso, comidas dulces y gaseosas. Ya con el estómago lleno, nos invitaron a pasar a un aula que ellos utilizan para la capacitación de personal y, a través de diapositivas, nos fueron contando acerca de los comienzos de la empresa y de su filosofía, basada en la unión, la confianza y la cooperación. Esta filosofía parte del sentimiento uchinanchu y les permitió ascender escalón por escalón hasta convertirse en una de las mayores empresas de materiales para la construcción de San Pablo. Según nos contaron, el grupo Okinawa comenzó a actuar en 1990 con 25 locales bajo la idea de asociativismo y unión entre pequeños y medianos empresarios para hacer frente a las grandes empresas del sector. A traves de un volumen de compra mayor, obtuvieron precios más competitivos y formas de pago más ventajosas. Hoy, la empresa cuenta con más de 100 socios, más de 100 sucursales distribuidas en el Estado de San Pablo y sorprende con sus locales, que se asemejan mucho a un Easy o Sodimac de la ciudad de Buenos Aires, pero a menor escala. Luego de la presentación nos llevaron a otra sucursal en la que recorrimos un poco más y donde nos sacamos fotos con algunos socios y la marquesina de Okinalar de fondo. De ahí nos trasladamos al centro de distribución inaugurada en 2011 con una superficie de 5000 metros cuadrados, donde nos explicaron cómo administraban el stock en función a la demanda y salida de los productos y la manera en que llevaban el control del inventario. Cuando ya nos estabamos despidiendo, nos regalaron una bolsa con algunos souvenirs de la empresa, una revista informativa y una chomba muy linda que pueden observar en las fotos. A la hora del almuerzo, los socios nos invitaron a todos a comer a un restaurante muy fino (tipo Rodizio), donde comimos tanto que casi explotamos. Finalmente, llegó el momento de despedirnos de los "socios" y emprender la vuelta. La sorpresa fue una parada inesperada en el barrio de Vila Carrao, donde visitamos el Kenjinkai y su predio de gateball, justo del otro lado de la calle. Luego de esta parada, fotos y videos de por medio, emprendimos la vuelta al Kenjinkai de Liberdade para, así, preparar el programa verspertino: el Karaoke. Ya en el Kenjinkai de Liberdade, una mezcla de nerviosismo y ansiedad nos invadió a quienes teníamos que subir al escenario para cantar Color Esperanza, de Diego Torres (excepto Ferchi, claro está). Según el reglamento, debíamos cantar una canción en cualquier idioma que contenga alguna parte traducida para cantar en uchinaguchi. Nosotros contamos con la ayuda de Fabián Iraha, quien nos tradujo el estribillo de manera muy original.
¡Se largo el Nodojiman! Los primeros en subir al escenario fueron los chicos de Bolivia, quienes cantaron una canción japonesa de Begin, "Oji jiman no Orion biru". Los siguientes fuimos nosotros, y si bien se nos notó un poco nerviosos, salimos bastante bien parados. Entre los detalles que dieron "Color a la esperanza" están el "¡palmas, palmas!", arengado por un Ferchi eufórico, cual cantante cumbianchero, la coreo descordinada encabezada por quien les habla (Fede Goya) y cerrando la canción con una pose de Power Ranger que nos enseñaron los chicos de Ryukyu Stomp... jajaj. Luego fue el turno de los chicos okinawenses que cantaron de manera muy graciosa "Para bailar la Bamba". Despues fue el turno de los locales, quienes cantaron varias canciones: Imagine, Ai se eu te pego, Eu quero tchu tcha tcha y Haisai Ojisan. Por último, y para cerrar con broche de oro, fue el turno de la delegación peruana, quienes cantaron varias canciones de manera extraordinaria, empezando con la cancion Warabigami, de Natsukawa Rimi e interpretada por Saori Kanashiro, siguiendo con Kizuna y finalizando su actuación con Katateni Sanshin Wo, de Alberto Shiroma. Esta última canción motivó a un público, hasta acá, bastante tímido a levantarse y cantar a la par de los protagonistas. Ya, a modo de cierre, y de manera simbólica, se eligió a la delegación ganadora por la performance. Para sorpresa de pocos y merecidamente, el premio fue para Perú. De esta manera, el Wakamono concluyó con uno de los días más agitados y emotivos desde su inicio. Comenzando con una clase maestra acerca de la fuerza que genera la unión y confianza en pos del progreso colectivo, y culminando a pura música y cultura uchinanchu.
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