Instructora con más de 25 años de experiencia, asegura que el Origami ayuda a la concentración, a la deducción, a pensar y a respetar.
A diferencia del Sumie, el Ikebana o el Shishu, el Origami parece, a primera impresión, una disciplina bastante fácil. Hoy por hoy, con la ayuda de libros especializados, o tal vez una computadora para acceder a videos tutoriales o, inclusive, con la reciente utilización de nuevos software, se puede ver, paso a paso, el diseño de la figura que queramos crear. Aprender esta disciplina, entonces, puede parecer una actividad simple, una a la que cualquiera puede iniciar en forma autodidacta. Sin embargo, el arte del origami, encierra mucho más que una mera receta de pasos para obtener una figura.
“Hay muchos improvisados que sacan dos o tres cosas de Internet y se ponen a dar clases” -comenta Sachiko Higa, sensei de origami desde hace más de 25 años en distintas instituciones japonesas-. “Es más complicado que eso. Yo nunca me propuse dar clases, me mandaron a dar clases… Al hacer una figura me interesa transmitir lo que yo sé. Me gusta el contacto con la gente. Yo me quedé con el origami, porque tiene de especial que es una materia que no requiere costos: está al alcance de todos, es para todos. Un pedazo de papel es algo tan humilde, tan simple, y sin embargo se pueden conseguir cosas inesperadas. A mí me enseñó muchas cosas, me sigue enseñando todavía. No es cuestión de memorizar figuras”. El Origami se define como el arte de crear objetos y figuras mediante el plegado de una hoja de papel, sin cortar y sin pegar. En esto radica la especificidad del origami frente a la moderna disciplina del papercraft (varias piezas de papel cortadas con tijeras y unidas con pegamento), la cual cobró mayor difusión a partir de la segunda guerra mundial, y, en la actualidad, tiene buenos ejemplos en las páginas Web de Nintendo, Canon y Epson, desde donde se puede bajar, en forma gratuita, patrones (guías) para construir de todo tipo de objetos tridimensionales. Pero la filosofía del Origami sólo contempla doblar papel y nunca recortarlo o pegarlo; aunque puede haber alguna excepción, es un arte al que le bastan manos, papel e imaginación. Sachiko Higa, sensei de origami, pasó por casi todas las artes japonesas: Ikebana, Bunka Shishu, cerámica japonesa, Ribon-Flowers, Sumie, hasta llegar al Origami. “A mí siempre me gustó el arte, me gustó la libertad, nunca me gustó estar atada a nada, ni contrato de trabajo ni horarios ni nada. Me llamaban la ardillita, porque iba de un curso a otro, nunca me encontraban en ninguna parte”, asegura, esta inquieta profesora que se dedica hace más de veinticinco años al arte japonés. El año pasado estuvo enseñando origami en las escuelas rurales de Misiones, donde se hizo una suerte de clínica de esta disciplina, la cual además de brindar momentos de esparcimiento y distracción, contribuye a desarrollar la destreza, exactitud y precisión manual, requiriendo atención y concentración en la elaboración de figuras en el papel que se necesite. “A mí, el origami me enseñó a medir con la vista, porque uno trabaja con milímetros. Yo no tengo artefactos eléctricos de cocina, no tengo ni batidora, porque yo quiero palpar las cosas, yo trabajo con la sensibilidad”, comentó Sachiko. El Jardín Japonés es uno de los lugares en donde Sachiko Higa difunde esta disciplina. En abril del corriente año, y previo a la celebración de la V Convención de Cultura Japonesa, a realizarse en Córdoba capital, evento organizado por la Fundación Cultural Argentino-Japonesa, la sensei realizará talleres y muestras de origami en colegios primarios de Córdoba, para contribuir a la difusión de la disciplina que, en muchos países de Latinoamérica, ya constituye una disciplina de la currícula escolar regular. A través de los años y cantidad de cursos dados, asegura que los alumnos son casi en su totalidad personas sin ascendencia japonesa. “Hoy mismo, en la demostración que hago en el Jardín en unos momentos, el público es totalmente de acá; pasa con todas las disciplinas, no es solamente en el Origami”. La primera vez que fue al Jardín Japonés -recuerda Sachiko- fue a exponer un cuadro de Bunkashishu, en algún año de la década del sesenta, que no recuerda exactamente. Ella siempre había querido asistir al curso de Origami del Círculo Católico Japonés, pero por alguna razón no fue. Y una vez que llegó al Origami, no lo abandonó más. Así, empezó con Amelia Higa, y ella misma le pidió que diera clases en 1984. “¿Yo, dar clases?” cuenta que se preguntó incrédula. Dentro de los valores del Origami, rescata: “A mí me enseñó mucho a la concentración, a la deducción. El Origami tiene pasos que enseñan a deducir; de este paso surgió el otro, entonces, uno razona, aprende a razonar. El Origami es matemática, si no te sale porque el papel no está perfecto o porque el paso no sale, necesita más de una clase, necesitas pensar. También aprendemos el respeto, porque hay dobleces que generan límites, líneas que delimitan, marcan el papel. Es un elemento humilde al alcance de todos, en vez de tirar un pedazo de papel se puede reutilizar. Trasladado esto al diario vivir, es una filosofía. Pero no todos logran captar esto. El Origami es dar vida a un pedazo de papel.”
-¿Qué es eso de dar vida al papel? -Una vez, mi marido (nos conocemos hace cuarenta años) me cortó unos papeles muy pequeños para que le hiciera unos elefantes, casi miniaturas. Yo hice un elefante muy chiquitito. Vos lo mirabas y tenía vida, y la gente se da cuenta de eso. Porque aunque vendas algo que hiciste, no lo hiciste solamente para venderlo; de eso se trata, primero hay que querer las cosas, después esta el negocio y la gente percibe en seguida cuando algo esta hecho con cariño. Ellos mismos me lo hacen ver. -¿Por qué enseñar origami? -Tuve la suerte de hacer curso en distintos lados, y que las instituciones me abrieran sus puertas. Y me parece que es importante retribuir lo que uno aprendió. Porque uno hace también las cosas para dejar una semilla, por eso colaboro en distintos lugares, para dejarle a las futuras generaciones algo. -¿Las figuras las crean ustedes mismas? -Uno puede crear pero ya esta todo hecho. Los libros que uno compra tienen infinidad de temas, pero hay algunos que te das cuenta que se repiten. No sé hasta que punto el que edita un libro lo hace a partir de su propia creación. Yo tengo un montón de libros japoneses y siempre aparecen otros, uno no puede testear si la creación es de esa persona que hizo el libro. -¿Puede resultar terapéutica una labor manual como el Origami? -Si uno es ansioso no se puede, uno necesita concentración y precisión. Uno tiene que equivocarse y tiene que tener paciencia, perseverancia e inspiración. Tal vez pueda llevar días, inclusive tal vez hay que dejar las cosas descansar. Hasta el día que uno esta inspirado y las cosas salen. -¿Cómo se conjuga lo económico y lo artístico en el origami? -El arte no es producción; el artista se guía por el corazón, el espíritu, es alguien que realmente siente y quiere lo que esta haciendo. Aunque, hoy en día, todo es comercial. Pero yo las demostraciones que hago y en las que participo, trato de que la gente participe. Lo disfruto mucho. Una vez estaba haciendo una rosa de papel, y había una parejita de novios. Me llevó tanto tiempo convencerlos de que no vendía la rosa que se las terminé regalando. Y así a veces me quedo hasta sin material de muestra, pero esta es la felicidad que tenemos: cuando uno realmente se inspira, se apasiona y dice quiero hacer esto y lo hace. Otra vez, hice unos kusudama (cuerpos geométricos) muy armoniosos, los cuerpos geométricos, había comprado un set de papeles que venía en tres tamaños. En COA había una exposición y venta, era un bazaa y la gente me lo quería comprar, pero estaba destartalados porque toda la gente los tocaba, pero así y todo, la gente los quería comprar. Cosas que a veces uno no quiere vender, la gente se empecina en comprarlos. Es por todo lo que uno pone en eso que crea, a eso que le da vida. -¿Por qué llega un alumno a un curso de Origami? -Hay muchos alumnos que llegan porque son fanáticos de la cultura japonesa, y también porque se asombran que con un solo papel se pueda hacer tantas cosas. Yo tengo alumnas desde hace siete años que más que alumnas ya son compañeras, tenemos temas que a veces nos pueden llevar más de un mes, y los vamos haciendo entre todas. Por ejemplo, yo tengo que terminar un buda, tenemos una alumna que es fanática de los bichos, esta haciendo con un solo papel una tarántula en ciento cincuenta y cinco pasos, le encantan todo tipo de insectos. -¿Qué transmite como sensei a sus alumnos? -El origami no necesitás depender de un maestro, pero nosotras con mis compañeras compartimos muchos inquietudes, somos leales, trabajamos en equipo, hacemos que un pedazo de papel se transforme en muchas cosas, para nosotras es un mundo fascinante. El origami tiene mucha utilidad, depende de cómo uno lo piense para la aplicación, ya sea en cotillón o en útiles escolares, sobres, inclusive billeteras o carteleras, dependiendo del material que se use y de lo que uno quiere gastar: textura del papel, gramaje del papel, distintos variantes. Para enseñar trabajamos con el papel glacé pero ahora hay mucho importado y cosas de diseño. Pero el Origami es un mundo y es una búsqueda muy personal.
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