Jueves, 23 de Marzo de 2023
Marzo de recordación: el precio de la integración
Escrito por Cecilia Onaha*   

BALDOSA CONMEMORATIVA colocada en la vereda de la sede social de la Asociación Japonesa en la Argentina.

El Archivo Histórico de la Colectividad Japonesa en la Argentina tiene como tarea ser la Memoria de la colectividad. Una memoria que, por supuesto, incluye su pasado y vinculación con Japón. En ese sentido, una de sus tareas básicas es conocer y transmitir a las jóvenes generaciones de dónde venimos. Pero, por sobre todo, registrar la memoria histórica de los japoneses y sus descendientes en Argentina ocupa su labor principal.

Recordar todo el camino recorrido hasta formar parte de la sociedad; su contribución a la construcción diaria de este espacio común y la cultura que la expresa.
Conocer y recordar el camino recorrido como argentinos de origen japonés es de fundamental importancia porque tiene que ver con nuestro compromiso con los destinos de éste, nuestro país, y marzo es un mes especial.

 

Para comprenderlo más ampliamente, creo necesario regresar al año 1975. El decreto secreto 261/75 firmado por la entonces presidenta constitucional Isabel Martínez de Perón, estableció que “el comando general del Ejército procederá a ejecutar las operaciones militares que sean necesarias a efectos de neutralizas y/o aniquilar el accionar de elementos subversivos que actúan en la provincia de Tucumán”. Éste se amplió con el decreto 2.772/75 firmado por el entonces presidente del Senado, Italo Luder, por licencia de la Presidenta, ante el ataque de la agrupación Montoneros al Regimiento de Infantería de Monte en Formosa, e hizo que el accionar represivo, que se iniciara con el primer decreto, adquiriera carácter nacional.

Las acciones iniciadas en la provincia de Tucumán son consideradas por muchos especialistas como el “laboratorio del terrorismo de Estado”, dado que incluyó prácticas ilegales, como secuestros, ejecuciones sumarias, torturas en espacios clandestinos de encierro y desaparición de cadáveres.

Lo cierto es que estas medidas allanaron el camino para el golpe militar del 24 de marzo 1976 y la toma total del poder por parte de las fuerzas armadas.  
Esto determinó que se generalizaran estas prácticas ilegales, que habían sido aprendidas del ejército francés, que las había utilizado, a su vez, en la década de 1950 en su entonces territorio colonial de Argelia, en donde toda la población local que estaba luchando por su independencia era su enemiga.

Estos antecedentes nos permiten ver cómo se inició y por qué una de las fases más oscuras de la historia argentina tuvo esas características.

Adolescentes idealistas, estudiantes universitarios, trabajadores, docentes y representantes sindicales, entre otros, fueron el blanco principal para sembrar el terror en la sociedad. Nadie imaginó que podrían llegar a extremos aberrantes. Al menos, no se habían conocido precedentes de esa magnitud.

Hoy conocemos muy tristes y trágicas historias, como la de autoridades educativas que pensaron que denunciando a jóvenes descontentos con su realidad, simplemente los disciplinarían. A nadie se le pasó por la cabeza que los estaban sentenciando a muerte. En los expedientes del Nunca Más, en los juicios de 1985, todas esas historias, parte de esa gran tragedia, terminaron saliendo a la luz.

A 43 años de ese 24 de marzo, reproduzco aquí parte de los testimonios de familiares de detenidos – desaparecidos y asesinados nikkei, reunidos en un primer Documento de Trabajo por el Centro de Estudios Japoneses de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) en marzo de 2001, y luego desarrollados y profundizados por el periodista Andrés Asato en su libro “No sabían que somos semillas...".

Algunos testimonios
El 8 de abril de 1977 se desarrolló un operativo sobre una vivienda ubicada en la calle Nueva York 2825. Participaron fuerzas Aeronáutica, Ejército y Policía Federal, tanquetas, camiones de asalto que rodearon la manzana, incluso dos helicópteros sobrevolaron el lugar. Su objetivo supuestamente fue un depósito de armas de Montoneros. Lo cierto es que terminaron con la vida de tres jóvenes, entre ellos Ana Inés Matsuyama, de 19 años, embarazada de ocho meses; su esposo, Eduardo Testa, de 20 años, y otra joven militante, Adriana Gatti, de 17 años.

Tres días después, las fuerzas de seguridad secuestraron al hermano de Inés, Luis Esteban Matsuyama, y su pareja, Patricia Silvia Oliver, de su domicilio en capital. No se supo más acerca de su paradero.

Juan Carlos Higa era periodista y trabajaba en el periódico Akoku Nippo, además de colaborar en el otro periódico de la colectividad, La Plata Hochi, y la revista literaria Amaru. Vivía con su madre y sus hermanas cuando fue secuestrado, el 17 de mayo de 1977. Su interés por la literatura hizo que creara un espacio en el periódico, titulado “Rincón para la gente que escribe”. Estos datos habían sido publicados en el libro “Con vida los queremos”, editado por la Unión de Trabajadores de Prensa, facilitados por su hermana María.

Jorge Nakamura era el menor de cuatro hermanos, nieto de Shigeru Takaichi, destacado agrónomo y floricultor. Egresado del Colegio Nacional de Buenos Aires, era estudiante de ingeniería cuando fue secuestrado, en mayo de 1978, según testimonio de su hermana Norma.

Katsuya Higa, se había recibido de sociólogo en la Universidad de Buenos Aires. Trabajó como ayudante de cátedra en la Facultad de Ciencias Económicas. Según su hermano Yoji, estaba muy interesado en los problemas sociales, además de ser un gran lector y jugador de ajedrez. Fue secuestrado a los 26 años, el 22 de agosto de 1976.

Carlos Eduardo Ishikawa era estudiante de Medicina y también de Ciencias de la Comunicación. Según relató su tía Aída, fue secuestrado en su domicilio en La Plata, el 17 de febrero de 1977, tras lo que se presentó un Habeas Corpus, el 21 de febrero, en el juzgado 2, secretaría 5. Años después, en 1995, cuando el gobierno nacional  otorgó una indemnización a sus familiares, su padre decidió donarla a la Asociación Japonesa Platense para crear una beca.

Juan Alberto Asato era trabajador y delegado gremial de la empresa Ducilo, fábrica industrial radicada en Berazategui. Vivía en la casa paterna tras su separación matrimonial, junto a su padre y su hermano menor, cuando fue secuestrado el 12 de julio de 1977, según relato de su hermano Carlos.

Juan Takara era el séptimo hijo de una familia de doce hermanos, cuyos padres eran inmigrantes de Okinawa. Juan era contador público y trabajaba en la Dirección General Impositiva. Fue secuestrado de su casa en la madrugada del 18 de junio de 1977, según testimonio de su hija Kamena.

Amelia Ana Higa estaba a punto de cumplir 30 años cuando fue secuestrada el 16 de mayo de 1977. Estudiante de la Facultad de Arquitectura, comenzó a militar activamente en el Partido Revolucionario de los Trabajadores, según nos relata su prima, Graciela Arakaki.

Oscar Oshiro, abogado laboralista, desaparecido el 21 de abril de 1977, su hija Gabriela, a través del arte, ha mantenido viva la memoria de su padre, continuando la búsqueda que realizara su madre, Eduviges Bresolin.

Jorge Eduardo Oshiro fue secuestrado el 10 de noviembre de 1976, cuando tenía 18 años, y estaba a punto de concluir sus estudios secundarios. Adolescente sensible, amante de la música y la lectura, interesado en los problemas sociales, formó parte de la Juventud Socialista de Avanzada.

Ricardo Dakuyaku, estudiante de la Facultad de Arquitectura de la UNLP, había realizado sus estudios primarios y secundarios en el Colegio San Luis, un importante establecimiento católico de La Plata. Destacado por su equipo de rugby, en el que llegó a participar en competencias nacionales e internacionales. En testimonio de sus hermanos, Elena y Marcelo, fue secuestrado de su hogar el 6 de diciembre de 1977, y hoy siguen exigiendo respuestas, mientras reciben con orgullo el recuerdo, respeto y profundo aprecio de quienes lo conocieron.

La larga espera
Solamente dos familias pudieron finalmente conocer el destino de sus familiares secuestrados.

Carlos Horacio Gushiken era operario de la empresa Rigoleau cuando fue secuestrado en febrero de 1978. Sus restos fueron encontrados, registrado como NN, en el cementerio Parque de Mar del Plata, en 2002.

Julio Eduardo Gushiken, según testimonio de su hermano Hugo, fue secuestrado en 1978, era empleado textil y militaba en el Partido Comunista Marxista Leninista. Sus restos fueron encontrados en 2015, en el centro clandestino de detención El Banco, en proximidades de la Autopista Ricchieri e identificados por el Equipo Argentino de Antropología Forense.

Hoy, a más de 40 años, el resto de las familias, igual que otras miles de familias argentinas, siguen esperando esa respuesta.

Para la historia de la colectividad japonesa en la Argentina, ellos, con sus vidas, reafirmaron nuestra integración y compromiso con este país. Definitivamente, dejar de ser vistos como una colectividad cerrada, extranjeros en nuestra patria.


* Archivo Histórico de la Colectividad Japonesa en la Argentina