Lunes, 08 de Noviembre de 2021
La lengua, primer puente entre culturas

ARCHIVO HISTÓRICO: el idioma, la comunicación y la percepción entre los primeros viajeros.

Apenas se puede leer el título en la tapa deteriorada por el tiempo, e imaginamos que también lo está por su uso. Éste es un ejemplar del libro titulado “Compendio de la Gramática Española”, que fuera escrito en 1913 y tras lo cual fue editado 17 veces hasta 1927 -por lo menos-, año de la edición a la que corresponde este ejemplar, según se puede leer en el pie de imprenta. Ahora, forma parte del acervo del archivo y en sus páginas podemos ver los rastros de las diferentes manos por las que pasó.

Desde la década de 1910 comenzaron a llegar jóvenes japoneses que terminaban estudios superiores y venían a realizar sus primeras prácticas laborales. Principalmente las áreas eran idioma español, comercio internacional, agricultura.

Los japoneses aprenden español
Gracias al trabajo de Alejandro Kuda, el Archivo también tiene copia de artículos publicados en la revista Caras y Caretas, con artículos de 1919 sobre la vida de estos jóvenes.

En un artículo titulado “Los intelectuales japoneses”, firmado por Juan M. Pintos (en la fotografía se ve un fragmento del mismo), se transcribe una entrevista al señor Yusaburo Sugimoto. De allí tomamos lo siguiente: “Nos recibe el doctor Sugimoto, con amabilidad anglo-nipona. Mientras habla, observa. Sus ojillos vivos e inteligentes bailan debajo del acento circunflejo de sus cejas. Y sonríe, sonríe siempre. Modalidad del carácter nipón que les hace simpáticos. Luego nos exhibe su título de doctor en diplomacia. Es un pergamino escrito en esos caracteres-jeroglíficos que tantas veces hemos visto en las latas de té. Actualmente desempeña las funciones de empleado mercantil.

"Trabajan en lo que pueden. Y hacen bien: ése es su mejor blasón. –Dificultad idioma, señor. Amigo tengo agrimensor. Aquí hace maquinista a …. Bahía Blanca. Otro veterinario: aquí cafetero hace. Pero... japonés, no a...torrante. Todo trabajador. Tdo hacen... que pueden-, nos explica luego cómo se ingenian para aprender nuestro idioma.

En las escuelas del imperio se enseña el idioma de Byron. Mas, como de su lengua patria a la nuestra hay un abismo, el inglés les sirve de puente, lo que ya es algo. –Está aquí, señor. Su disposición...-.

Me alcanza el método Ollendorf, que tantos disgustillos me costara, allá cuando cursaba inglés en el colegio Nacional. Pasamos revista a su biblioteca. Docenas de libros. En varios idiomas. Y allá, en un rincón, descubro a Martín Fierro, el importante poema gaucho de Hernández. Ocurrióseme ver a uno de estos descendientes de los samurayes, de riguroso chiripá vestido al acorde quejumbroso de bordonas, cantando una sentida vidalita...”.

En el tomo 1 de Historia del Inmigrante Japonés en la Argentina, se hace referencia a Sugimoto, quien había sido precedido por Sanjiro Marui y Taifu Furukawa, quienes llegaron al país en 1904, graduados de la Universidad de Lenguas Extranjeras de Tokio y luego enviados por el Ministerio de Agricultura y Comercio japonés, a través del programa de practicantes de ultramar. En el mismo texto se precisa que Sugimoto llegó al país en 1910, se había graduado en el Tôa Dôbun Shoin de Shanghai  (institución superior sobre la cual hay un trabajo de Douglas R. Reynolds), institución japonesa fundada en China para preparar jóvenes japoneses para el comercio y el servicio gubernamental en China, en 1900. Pero Sugimoto viajó a Buenos Aires para realizar estudios en el área comercial.

Tal vez, este joven, u otros compatriotas, utilizaron libros parecidos al de arriba retratado para aprender español como segunda lengua extranjera.

Primeros viajeros argentinos en Japón
El 17 de abril de 1897, Eduardo Wilde, durante su visita a Japón acompañado de su esposa y con una carta de presentación del Representante diplomático japonés en Paris, escribía en su diario de viaje: [se transcribe con la ortografía original] “Encontramos al marques Tokugawa en una de las dependencias del palacio imperial donde tiene sus oficinas. Me recibe con suma cortesía y agasajo; me ofrece su visita i me promete hacerme acompañar durante mi permanencia en Tokio por uno de sus empleados, quien me facilitará los medios de visitar las facultades universitarias i demás institutos de enseñanza, los hospitales, las manufacturas, etc., etc. El marques habla mui bien francés i sus maneras son de exquisita distinción.” (Tomado de E. Wilde “Por Mares y Tierras”, edición de 1939, p. 61).

La calidad de los dirigentes políticos se revela en el relato de Wilde, quien el 28 de abril de 1897 escribía: “Voi con Nemoto [guía de Wilde, presentado por Tokugawa Yoshinobu] a entregar mi carta al vizconde Enomoto; este caballero vive en su hermosa quinta, muy lejos del centro, pero en el radio de la ciudad, situada a orillas del río Sumidagawa, más ancho a esa altura i con más embarcaciones en sus aguas que el Támesis frente al parlamento. La casa sencilla i lujosa a la vez tiene un precioso jardín, un riacho i un lago. El vizconde es uno de los más altos personajes del imperio, sencillo en su trato como todos los hombres superiores; se ha educado en Holanda; habla cinco idiomas; ha sido ministro en Rusia durante cinco años i en otros países por menos tiempo; últimamente desempeñaba el ministerio de agricultura i comercio del imperio, puesto del cual se ha retirado espontáneamente. Es hombre de gran inteligencia i sabiduría, distinguido marino, mui aficionado a la mecánica i conocedor de esta ciencia. Es hábil carpintero, herrero, mecánico i químico: me nuestra dos elásticos de carruaje hecho por él i una bala de cañón rayado también obra suya, así como varias medallas i otros trabajos de galvanoplastía cuya ejecución denunciaría un artista maestro en el oficio” (ibid., p. 102, destacados de la autora).

Durante su visita tienen una conversación muy interesante: “Fumando hablamos de todo, principalmente de inmigración. El vizconde se ocupa en este momento de mandar inmigrantes al Brasil i a Méjico. Yo lo incito a mandarlos también la república arjentina i le ofrezco remitirle las leyes i decretos relativas a la inmigración”. (ibid. p.105).

Otra reunión social del 6 de mayo en el Parque Ueno, según menciona, era celebrada en honor al Dr. Wilde y su esposa en un sitio con vistas a los mejores paisajes y a la ciudad vecino al río, asistieron el vizconde Enomoto y el marqués Tokugawa. Otros invitados fueron el Ministro de Italia, conde Orfini, el ministro de instrucción pública marqués Hachisuka, el comandante Armani, el señor Gasco, empleado de la legación italiana y Nemoto. Se señala los brindis de Tokugawa, en honor a los agasajados, de Wilde por el Emperador, la Emperatriz, los grandes hombres del imperio, los presentes y por el Japón mismo, por la amistosa recogida. Enomoto finalmente brinda por el presidente de la República Argentina. Wilde enumera los regalos recibidos, señalando esta costumbre japonesa y luego señala: “Me anuncia también la decisión de conferirme el diploma de médico, el primero que se espedirá en el Japón a un profesor extranjero, tan pronto como yo mande la documentación de mi título para llenar formas, que sin duda, hará obligatorias el futuro decreto reglamentando la expedición de diplomas a facultativos de otro país i tocándome el honor de haber dado motivo i origen de esa novedad, pues el caso de pensar en conferirlos hasta hoy no se había presentado”. (ibid. p. 111).
Sobre esta experiencia vivida por el Doctor Eduardo Wilde, ex ministro de salud de Julio Argentina Roca, es importante destacar que la posibilidad de comunicarse directamente en francés le permitió establecer una relación de amistad directa. Si bien no sabemos si finalmente recibió el título como médico para ejercer en Japón (tal vez hubiera abierto el camino para el reconocimiento de títulos de educación superior entre los dos países), sí sabemos que aunque la migración de japoneses continuó en forma libre, no se concretara un tratado específico sino hasta la década de 1960. Pero en definitiva, nos muestra que la lengua ayuda a construir un puente concreto para acercar culturas.

Hay lenguas hegemónicas incluso en las ciencias naturales y exactas, en donde el grado de objetividad puede parecer indiscutible, pero que de su dominio depende no solo el acceso a las principales fuentes de conocimiento, sino que ideas originales sean arrebatadas a sus formuladores, precisamente por no dominarlas. También estas lenguas algo se redimen cuando en territorios coloniales como la India, por ejemplo, el inglés ha contribuido como lengua vehicular a construir la India moderna de hoy, sin abandonar las lenguas nativas.

La lengua es instrumento para la comunicación, la integración y para tender puentes entre culturas, para poder conocerse. Así, en 1897, a Eduardo Wilde el idioma francés, a Juan Pintos en 1919 el inglés, y el esfuerzo de los japoneses por aprender el castellano rioplatense, definitivamente ayudaron a construir relaciones amistosas que perduraron y se profundizaron con el tiempo.

* Archivo Histórico de la Colectividad Japonesa en la Argentina