Martes, 07 de Septiembre de 2021
Hiroshima y Nagasaki: huellas en nuestra historia

ARCHIVO HISTÓRICO DE LA COLECTIVIDAD JAPONESA EN LA ARGENTINA. El triciclo de Shin-Chan (Shin’ichi Tetsutani, casi 4 años) sufrió la explosión de la bomba mientras jugaba delante de la casa y murió esa misma noche. Su padre sentía lástima de enterrar a su hijo solo y acompañó los restos con el triciclo. En 1985, sus restos fueron exhumados y llevados al cementerio, y el triciclo fue donado al Museo Memorial de la Paz.

La fotografía fue extraída de la colección de posters elaborados por el Archivo Conmemorativo de la Paz de Hiroshima (広島平和記念資料館) en 2016. Gracias a la gestión de la voluntaria senior de la Agencia de Cooperación Internacional del Japón (JICA) asignada a Nichia Gakuin, señora Kayoko Sanuki, fueron expuestos por el Archivo Histórico de la Colectividad Japonesa y, desde entonces, gracias a JICA Argentina -depositaria de los posters- realizamos la muestra de los mismos con el apoyo de Nagasaki Kenjin Kai, entidad que también depositó en el archivo una edición previa de la colección.

También contamos con el auspicio y apoyo para la realización de estas actividades conmemorativas de Hiroshima Kenjin Kai, entidad que también ha puesto a disposición el material que posee para contribuir a la muestra.

 

Algunos sobrevivientes de Hiroshima y Nagasaki emigraron a la Argentina en busca de un nuevo comienzo. También buscaron dejar atrás la discriminación, aunque debieron portar por el resto de sus vidas las secuelas de esa tremenda experiencia.

En 2011, a raíz del incidente de Fukushima, el Dr. Hideyasu Maeda, durante muchos años Director Médico de la Mutual Nikkai, participó en una mesa redonda contando su experiencia respecto de la atención de los afectados por las bombas atómicas. El Archivo conserva su testimonio que ahora compartimos con los lectores.
“La Mutual Médica Nikkai fue una de las precursoras en la formación de una institución dedicada también al seguimiento de afectados por las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki. Se identificaron 14 afectados japoneses que habían inmigrado a la Argentina y que, según los parámetros del gobierno japonés, eran de primer grado. Eran todas personas jóvenes, cuya mayor preocupación estaba dada por las eventuales secuelas que la radiación podía provocar a sus descendientes.
“Antes de la constitución formal de la Mutual, se hacían campañas de prevención, vacunación y educación sanitaria, sobre todo de algunos problemas de salud en la comunidad japonesa, tales como intoxicación con agroquímicos, accidentes automovilísticos relacionados con alcoholismo, etc. Entre estos, había un programa específico para los afectados por la bomba atómica.

“Para atender a esa problemática, se efectuaban dos reuniones al año con los pacientes afectados: una para dialogar sobre cuestiones generales de salud y otra para realizar exámenes médicos específicos que permitieran la evaluación del estado de salud de los afectados. Del programa participaron casi todos, excepto posibles víctimas de la colectividad coreana. De los 14 afectados tratados, actualmente (2011) solo quedan tres. Se detectaron enfermedades como fibromas, cáncer de mama, aunque no de tiroides. Otra cosa que se manifestó fue que respecto a la edad biológica estaban más envejecidos. A pesar de que llegaron a la tercera edad, murieron más temprano que los otros inmigrantes.

“Las enfermedades que manifestaron se supone que se deben a la radiación, pues se dieron en edades en las que no suelen ser frecuentes. También se dieron otras enfermedades como osteoporosis y algunos signos precoces de demencia senil, además de cuadros de Alzheimer. Pero no se puede hablar de estadísticas debido a los pocos casos bajo análisis. Sí puede decirse que los casos encontrados en Argentina no eran inesperados en comparación con los resultados obtenidos por las instituciones que realizan estudios similares en Japón.

“Hace algo de doce años atrás se cambió el umbral para considerar afectada a una persona por la bomba atómica. Esto más que nada fue para el otorgamiento de subsidios. Antes solía ser muy estricto. Por ejemplo, la persona tenía que haber residido en Hiroshima y Nagasaki en el momento de la explosión o haber ingresado al territorio dentro de los tres primeros meses de ocurrida y estar en una determinada franja de kilómetros desde el epicentro de la explosión.

“Todos los años, mientras se hacía el relevamiento en Argentina -sobre todo por pedido de los propios afectados por las bombas atómicas-, un colega viajó por un mes a Japón a un curso para conocer mejor los efectos de la radiación sobre el organismo humano, el reconocido médico endoscopista Dr. Haruo Uehara. Años más tarde, me tocó el turno de concurrir a hacer un curso de tres meses en la institución que aún hoy continúa el trabajo de la comisión creada por los Estados Unidos para estudiar todo lo relacionado con la bomba atómica tanto en Hiroshima como en Nagasaki y que actualmente es una entidad autónoma japonesa, antes dependiente de ONU, y fundamentalmente del Departamento de Salud del ejército estadounidense.

“En esos tres meses pude conocer lo que se hizo en materia de investigación, cuáles eran las afecciones, cómo se las estaba estudiando, además de posibles secuelas. Una de las conclusiones de mayor importancia es que no se registraron consecuencias hereditarias hasta el momento. Si bien esa fue una de las principales preocupaciones iniciales de los investigadores, no se detectaron secuelas en los descendientes de los afectados directos. Con el correr de los años, tampoco se encontraron huellas en los mapas cromosómicos ni en los genomas. En definitiva, no se ha encontrado nada en más de sesenta años de estudios por parte de los más reconocidos centros de investigación.

“Durante los primeros 7 u 8 años, a los jóvenes japoneses de Hiroshima y Nagasaki les resultaba muy difícil poder casarse, debido a la discriminación. Es que entonces existía la falsa creencia de que podrían tener “hijos monstruos”. Por ello, el gobierno japonés realizó y realiza estudios genéticos de los descendientes de la bomba, que han logrado demostrar que ese pensamiento se erige sobre una falacia. De hecho, en ninguna de las tres generaciones se encontró anomalía genética hereditaria alguna.

“Después de haber visto cómo trabajaron en la Comisión de Investigación en Japón y al ver la recopilación de datos tan minuciosa y sistemática, aunque parezca que estoy imbuido en la teoría de la conspiración, no puedo evitar pensar que fue un experimento largamente planeado. Descubrir esto me creó una cierta inquietud interior.

“Me cuesta aceptar que haya sido un simple acto de guerra. Una de mis conclusiones, aunque tal vez basada en preconceptos -como he dicho-, ha sido que esto pudo haber sido un plan larga y previamente estudiado. Es que viendo la fecha de comienzo de los trabajos del Departamento de Salud del Ejército de Estados Unidos, uno descubre que comenzó a trabajar mucho antes de la propia ocupación. Además, contaban con un ejército de científicos con una forma de recopilar demasiado detallada, que ya contaban con todo un protocolo preestablecido. Disponían de un galpón de archivo donde se guardaban todos los datos obtenidos, desde antes de que se establezca la base norteamericana, ubicado en un lugar elevado para que los vientos fuertes no contaminaran con el polvo proveniente de la parte afectada de la ciudad.

“Las poblaciones de Hiroshima y Nagasaki se caracterizaban por ser ambas mayoritariamente católicas y ser dos de las ciudades donde más inmigrantes coreanos había, lamentablemente muy discriminados. El resto de Japón veía a los católicos como probables aliados del enemigo. Esto no es otro dato que se suma a los anteriores para apoyar mi idea sobre la elección no fortuita de ambos blancos; tanto que parece más bien planeado, incluso analizado desde la psicología social japonesa.
“Durante los últimos tres meses de la guerra, esas poblaciones no fueron bombardeadas. Además, fueron estudiadas fotográficamente desde los aviones militares norteamericanos B – 29, que registraron la actividad diaria de las dos ciudades, geográficamente muy distintas. Una es plana, la otra es como un pozo, y dicen que se usaron dos bombas diferentes. Una era de plutonio y la otra de uranio. Si bien el resultado es el mismo, los residuos son diferentes.
Pero más allá de las diferentes bombas utilizadas, aunque producen enfermedades, estas no son hereditarias. Además, se conoce cómo tratar cada una de esas afecciones.

“Con respecto al tratamiento de los afectados por las bombas, el hecho de demostrar que uno se preocupaba por ellos, en definitiva fue lo que los mantuvo contenidos. Como médico, a muchos de ellos los acompañé hasta la muerte.

Esa fue mi experiencia, que no puede exponerse como resultado científico debido al bajo número de pacientes tratados, tampoco soy experto en radiación, pero sé de la angustia que observé en ellos y que puede decirse que se debió a lo que los psicólogos denominan el síndrome postraumático”.
Si bien la fotografía del triciclo de Shin’ichi no tiene relación directa con nuestra historia, destaca claramente que los muertos en las guerras no son solo los combatientes y pocas veces los líderes políticos que toman las decisiones. Y aquí comparto unas líneas del poema de Jorge Drexler, Milonga del moro judío.

No hay muerto que no me duela,
no hay un bando ganador,
no hay nada más que dolor
y otra vida que se vuela.
La guerra es muy mala escuela
no importa el disfraz que viste,
perdonen que no me aliste
bajo ninguna bandera,
vale más cualquier quimera
que un trozo de tela triste.

* Archivo Histórico de la Colectividad Japonesa - AJA