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Miércoles, 03 de Febrero de 2021
El lenguaje en tiempos de pandemia
Escrito por Federico Maehama   

PARADOJAS de la palabra -que también se "devalúa"-, en tiempos de Covid-19. ¿Nada es literal y todo es un decir?

"Mi Argentina" dice que tengo el certificado único habilitante para la circulación Covid-19 por ser “trabajador esencial”. "Mi Argentina" es la aplicación desarrollada por el gobierno nacional para, entre otras cosas, poder trasladarse de un lugar a otro mientras duró la cuarentena estricta. Suena paradójico, sin embargo, leer que en la Argentina de hoy hay "trabajadores esenciales" cuando otras veces nos han dicho que todo trabajador es esencial. Podemos entender que esa separación (esencial del que no lo es) fue o es en el contexto de una pandemia, y que forma parte de todo un glosario de términos impuestos en tiempos de coronavirus.

 

Pero si oímos estrictamente el lenguaje utilizado por políticos, profesionales de la salud y de la comunicación, quizá nos sorprendamos. Hay que entender que la lengua es una forma de ver el mundo, de explicarlo, y cada palabra que conocemos forman una frontera. Así, si se es una persona de fe, "una palabra tuya bastará para sanarme"; el psicoanálisis se vale de la palabra (y la escucha), y en la entrevista médica, el habla y la escucha también tienen su importancia, aunque cada vez con más dudas y ansiedades teniendo en cuenta la urgencia con la que se va a una clínica o a un hospital en busca de una cura, o de cuánto tiempo nos dedica quien nos atiende. Hasta no hace mucho, el médico escuchaba el pecho de su paciente con el oído inclinado a través del estetoscopio (aparato y término inventados por René Laennec: stéthos, "pecho", y skopein, "observar"). A propósito y también paradójico es saber que "hospital" es una palabra latina que significa "huésped", y de ahí se desprenden "hospedaje", "hospitalidad", "hotel", pero, a la vez, "hostil".

Sobre la "cuarentena" inferimos que es un período de aislamiento y que deriva de cuarenta días. Más profundo, la cuarentena está relacionada nuevamente a lo religioso: la "Cuaresma". Esta relación entre fe y ciencia es constante. Cuando se nos pide "confiar" se nos exige tener "fe" ("confides"). Quienes nos hablan, sean dirigentes (los que deberían ordenar), médicos (los que piensan y meditan) o personal de la salud y profesionales de la comunicación, deberían saber desde qué lugar lo hacen y los efectos que pueden causar sus palabras, porque lo físico y lo psíquico son inseparables para la salud, como solemos expresarlo metafóricamente: "me partió el corazón", "me cansó", "me rompe las pelotas", "me hice mala sangre", "se me nubla la vista", "me tiemblan las rodillas". La salud misma en su etimología deriva de salvación, llega hasta el saludo (se deseaba salud), pero además se la emparenta con lo sólido y el equilibrio (estabilidad); con lo entero, lo intacto, el bienestar y hasta con la belleza (piénsese en cirugías estéticas y gimnasios).

La salud, antes de ser algo propio de la medicina, era territorio de uno mismo, pero también de los afectos más cercanos, como el cuidado de madres, padres, hermanos, demás familiares y amigos.

Hoy nada es literal. Caso contrario, imaginemos que cuando se nos obliga a aislarnos debido a la cuarentena se nos pide irnos 40 días a una isla para quedarnos solos a esperar una aparición divina, por consejo de un grupo de médicos expertos, quienes nos cuidan y meditan, y orden de nuestros dirigentes, que son los que enderezan la situación, a través de los medios de comunicación, que solo transmiten mensajes.

El que enferme podrá ir a un hospital como huésped, a menos que se lo considere como hostil.