LA FERIA DE LA INMIGRACIÓN de Rosario, un trabajo práctico de secundaria y un “viaje” por tierras lejanas.
Comenzaba el mes de agosto y, con él, nuestros primeros días en quinto año. La primera clase de ciencias sociales fue extraña: entró la directora de la escuela y se presentó como nuestra profesora. Inmediatamente comenzó a darnos instrucciones sobre cómo trabajaríamos y escuchamos por primera vez sobre la Feria de la Inmigración. Nos dictó fechas de cumplimiento y nos explicó procesos y obligaciones sobre el trabajo. Sobre el final de la clase escribe una lista con nombre de países que tienen inmigrantes en el nuestro. Nos propone separarnos en grupos de no más de cuatro personas, elegir un país y trabajar sobre ése. Desde un principio nos aclara que no es una feria más, que lo más importante aquí era contar sobre nuestros inmigrantes, su cultura, su historia, además de dar una razón sobre la elección de dicho país.
Entendiendo los conceptos, formamos nuestro grupo entre Cecilia Lobos, Franco Basse, Melanie Ojeda y yo, evaluamos los países y no teníamos mucho que aportar sobre ninguno. Se me ocurre proponerle Japón a mis compañeros, aceptaron más que entusiasmados, de allí a la profesora (este país no estaba en la lista), explicándole que es una cultura que admiramos y que también hubo una inmigración hacia nuestro país de japoneses, que había descendientes en Rosario y que realmente lo sentíamos y respetábamos mucho. Aceptó nuestra propuesta y así Japón fue agregado a la lista. Nos pusimos en marcha, a pesar de las advertencias de lo difícil que sería poder contar la historia de inmigración a nuestro país de una comunidad tan reservada. No lo vimos como impedimento: Japón era, sin lugar a dudas, el país que despertaba todos nuestros sentidos. Así comenzamos a movernos, a buscar datos, materiales, contactos, teniendo como premisa que no era una feria de platos y comidas, sino que debíamos hacer un trabajo con mucho respeto e información. Su historia y su cultura serían nuestros mayores pilares para exponer. Llegamos a nuestro primer contacto: una descendiente de japoneses que vive en la ciudad de San Lorenzo, Santa Fe; con ella logramos nuestra primera entrevista y nos regaló largas horas de un día para contar la historia de su familia además de hablarnos sobre el Japón actual (sus hermanas viven allá y su hijo, casado con una japonesa, también). Esto nos demostró que no debíamos rendirnos y que quizá no eran tan inaccesibles como nos habían advertido. Ya teníamos para este entonces los primeros datos de lo que sería nuestra “carpeta de presentación”, la cual debíamos entregar unos días antes de la feria, exponiéndola con un examen oral. Tratamos de ponernos en contacto con la Asociación Japonesa de Rosario por los medios convencionales, conseguir una entrevista, materiales, y nos fue difícil. Siguiéndolos por las redes sociales, vemos publicada la Noche de Colectividades que realizarían en la AJR el día 14 de septiembre y decidimos ir. Además de disfrutar de una hermosa noche, nos ponemos en contacto (interrumpiendo su labor de moderadora del evento) con la señora Susana Nakasone, con quien cruzamos teléfonos y es, en mucho, responsable de que se nos abrieran las puertas en la comunidad. Contándole de nuestro proyecto, ella nos brindó todo su apoyo. Leímos muchos libros, incorporamos información de páginas web oficiales; el material que teníamos era cada vez mayor y nuestra sed de aprender no paró jamás. Dimos así nuestro examen oral y nos fue excelente. Se venía la feria y estábamos preparados para armar el mejor stand, uno que realmente represente al país que habíamos elegido con el corazón. Habíamos conseguido que nos prestasen elementos de mesa como: porcelanas Satsuma, hashioki, hashi, ka zara, ochoko y sake; elementos para la ceremonia del té; elementos para caligrafía (hitajiki, washi, bunchin, suzuri, fude, fudeoki, sumi); armas japonesas (Katana, Shin Gunto, el sable sub oficial Ejército Imperial Japonés 1940), tsuba y sus distintos componentes; Kakemonos con la declaración de la guerra de Japón a los países occidentales II guerra mundial, la oración sutra budista Hannya Shingyo siglo I y IV DC, un paisaje Monte Fuji; varios elementos más como libros de cultura, historia, cocina, religión, arte, etcétera. Muchas personas colaboraron con nosotros, entre ellos el señor Roberto Yagen Nakamatsu con ejemplares del diario La Plata Hochi. Fue así que el 21 de noviembre mostramos, orgullosos, nuestro trabajo a la comunidad educativa y a la ciudad de Rosario. Tuvimos el agrado de contar con la honorable presencia del señor Presidente de la Asociación Japonesa de Rosario, Alejandro Toguchi, además de otros integrantes de la colectividad que lo acompañaron y hasta nos obsequiaron un baile típico en los pasos de Federico. No nos resta más que agradecer a todos los que de una manera u otra nos ayudaron con lo que comenzó como un trabajo de escuela y terminó convirtiéndose en un hermoso viaje por tierras que, a pesar de estar tan lejos, sus descendientes nos hacen sentir muy cerca.
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