La historia de Ligia Montoya apasiona e inspira a muchos origamistas hoy en día. Para los que no la conocen, quiero acercarles fragmentos de su vida recopilada en el libro “El ángel del origami”, de Laura Rozenberg. En esta primera parte, cómo fueron los inicios de ese encuentro con el origami.
Antes de introducirlos en la interesante historia de Ligia Montoya, veamos brevemente los comienzos del origami tanto en Japón como en Occidente para darles el contexto.
El origami fue incorporado a las tradiciones del ceremonial nipón, adoptándose de la cultura china alrededor del siglo VI. La técnica de fabricación del papel también se originó en el lado continental de Asia, pero en Japón tanto el papel como el origami adquirieron una identidad tal que no puede separársela de la cultura japonesa. No se conoce el origen del origami europeo, pero data de los siglos XVI y XVII. Algunos estudiosos lo relacionan con el doblado de servilletas de tela; otros con los certificados de bautismo que se plegaban con lo que hoy llamamos base molino. Ya en el siglo XIX hay referencias fidedignas sobre el origami en toda Europa. Museos en Alemania tienen piezas plegadas de caballos y jinetes realizadas alrededor de 1810 ó 1820. Hacia mediados del siglo XIX, el pedagogo alemán Friedrich Fröbel (1782 – 1852) creó en ese país el primer jardín de infantes que incorporaba las manualidades, entre ellas, el origami. Uno de los centros importantes en Occidente en cuanto al origami ha sido España. En los comienzos, al origami se lo llamaba “pajaritas”, dado que esa figura de origen desconocido se había convertido en la más popular entre los ibéricos. Laura Rozenberg describe a la pajarita como “un verdadero símbolo cultural español”, tanto que ha sido “objeto de poemas, escultura y hasta un ensayo del gran filósofo español Miguel de Unamuno”. Unamuno (1864 – 1936) fue un gran fanático, cultor y difusor de la pajarita. “Creo que los dioses, todos ellos, ordenaron ese encuentro” Ligia consideraba que su encuentro con el origami estaba destinado a ser y así lo expresaba: “Mi primer maestro de plegado fue mi primo de España,…Pero quien me hizo ser lo que soy fue Gershon Legman, a quien conocí a través del director de nuestra biblioteca. Sinceramente, creo que los dioses, todos ellos ordenaron ese encuentro.” Ligia Montoya nació en Buenos Aires en 1920, sus padres españoles habían decidido venir a Argentina con la idea de “hacer la América” como muchos otros inmigrantes. Sin embargo, nueve años después, a consecuencia de la Gran Depresión, toda la familia volvió a España. Fue allí en la escuela donde comenzó a practicar el plegado de papel, una actividad ya muy arraigada en ese país. Aquí aparece el primer personaje fundamental de la historia de Ligia y el origami, su primo José. Él le enseñó muchos modelos de plegado durante las vacaciones que disfrutaba en Navarra y juntos pasaban horas y horas entretenidos descubriendo la magia del origami. Nuevamente las circunstancias de la historia obligaron a la familia Montoya a cambiar de lugar de residencia. La Guerra Civil Española había comenzado en 1936 y Ligia volvía con su madre y su hermanita a Buenos Aires un año después. La precoz origamista fue una joven muy estudiosa e inteligente, obtuvo el título de Profesora de Enseñanza Secundaria, Normal y Especial en Letras en la Universidad de Buenos Aires en 1949 y un año más tarde, se recibió de bibliotecaria y comenzó a trabajar en la biblioteca de la Facultad de Filosofía y Letras. En este ámbito sucede el hecho que unirá para siempre el destino de Ligia con el origami. Laura lo relata de la siguiente manera: el director de la biblioteca, su jefe Augusto Cortázar recibió una carta de un tal Gershon Legman “que contenía una consulta sobre un arte popular llamado paperfolding (plegado de papel), y más específicamente sobre el plegado en América del Sur…. Legman quería conocer la bibliografía en español para producir el listado más completo posible sobre libros de papiroflexia de todas partes del mundo”. Cortázar piensa en Ligia quien “hacía poco le había hecho para sus dos hijas unos preciosos pájaros de papel. Le pareció natural, entonces, que fuese ella quien le respondiera”, así describe Laura sobre cómo llegó la inquietud de Legman a Ligia. ¿Qué le deparará el destino al “ángel del origami” ante este encargo de su jefe? Lo sabrá en una próxima nota.
* Fundación Cultural Argentino Japonesa
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