Viernes, 06 de Enero de 2012
Ante los fenómenos naturales, todo es relativo
Escrito por Alberto Matsumoto   

Aun llevando a cabo una producción diversificada y una interrelación productiva internacional, la catástrofe del 11 de marzo pueden afectar todo el sistema, afirma el autor de este artículo. Los japoneses, que gustan de lo seguro, de lo estable y de la continuidad, están asumiendo que las provisiones y medidas preventivas no siempre surten los efectos esperados ni evitan sus consecuencias.

Para Japón, el terremoto-tsunami y posterior fuga radiactiva del 11 de marzo de 2011 ha provocado un impacto sin igual a todo su sistema social y de inserción internacional. A pesar de que los daños económicos oscilan los 250.000 millones de dólares, una cifra equivalente a las ventas anuales a nivel mundial de la firma Toyota, para decirlo de alguna manera descriptiva, la pérdida de casi 20.000 vidas humanas y la reubicación de cientos de miles de familias que han tenido que mudarse a otras localidades o deben esperar aún la aprobación del plan de urbanización para retornar a sus domicilios, la región de Tohoku se está recuperando lentamente; aunque no exenta de algunas descoordinaciones y exigencias que no son fáciles de acordar entre el gobierno nacional, prefecturas, municipio y los mismos vecinos afectados sobre qué tipo de urbanización y prevención de tsunami y radiación se quiere construir y reconstruir.

Esta catástrofe ha afectado directamente al 10 por ciento del producto bruto nacional de Japón (sería un poco más de 500.000 millones de dólares) y en un porcentaje mayor en la provisión de alimentos, productos de mar y en la cadena productiva de importantes industrias, como la automotriz, la electrónica y las comunicaciones, pues Miyagi y otras regiones son un polo industrial importante en la producción de partes y piezas claves.
La enseñanza es que, aun llevando a cabo una producción diversificada y una interrelación productiva internacional, estos hechos de gran envergadura pueden afectar todo el sistema y no es fácil reemplazar la provisión de piezas de un día para el otro. Lo mismo han sido los efectos de la inundación en Tailandia, donde están concentradas importantes empresas japonesas.
Los japoneses que gustan de lo seguro, de lo estable y de la continuidad, están asumiendo que todo eso es relativo ante los fenómenos naturales y que la provisiones y medidas preventivas no siempre surten los efectos esperados ni evitan sus consecuencias. Muchos, tal vez no lo suficiente, están asumiendo que no solo es la reconstrucción de Tohoku, sino que,  paralelamente, urge reorientar el Japón, todo su sistema productivo y las industrias de exportación, el modelo de sociedad y el estilo de vida, dentro de un contexto internacional muy complejo donde hay innumerables variables nada fáciles de manejar. Los japoneses siguen creyendo, con cierta ingenuidad, que haciendo las cosas bien y con empeño “ishokenmei”, ese esfuerzo es de alguna manera compensado. Hasta ahora eso ha sido posible porque la sociedad estaba en capacidad de producir bienes y servicios para sí y para el mundo y ese rédito les permitía retroalimentar los beneficios. Han logrado forjar una sociedad “capitalista” (algunos dirían el mejor modelo social capitalista que ni los comunistas han logrado) moderna y bastante justa en cuanto a distribución de la riqueza y la menos desigual del mundo. Pero son muy pocos los japoneses que sienten que han logrado semejante objetivo, pues perciben que eso les ha dejado enormes deudas (una deuda interna cuyo monto es el doble del PBI), una jubilación cara para la generación actual y excesivamente beneficiosa para los que se están jubilando, necesidades básicas que muchos envidiarían totalmente satisfechas, pero sin objetivos nuevos por el que esforzar; donde este sentimiento de estancamiento y cierta asfixia, de “impasee” cuasi eterno, de inmovilidad y hasta de retroceso, no es de nunca acabar. A esto, ellos lo llaman “heisokukan”.
Los extranjeros que vivimos desde un buen tiempo en Japón, a pesar de que podemos comprender algunas de esas conductas, no sentimos esa “desesperación” por cuanto el sistema en su conjunto sigue funcionando, mal que mal trabajo hay (la tasa de desempleo es del 4.5 por ciento, pero si agregamos el 8.5 por ciento que recibe un subsidio indirecto a las empresas para el mantenimiento del empleo, los parados ascenderían al 13 por ciento, la más alta de los países industrializados), los municipios funcionan correctamente y los servicios públicos también, mientras uno tenga el seguro de salud es debidamente atendido en los hospitales y clínicas, en las escuelas no hay huelga ni reducción de horas de clase (de hecho, están aumentando para mejorar la productividad escolar), los asalariados de cuello blanco, como los obreros industriales, trabajan duro, aún sin cobrar todas las horas extras que hacen, etcétera.
Al parecer, sin expresar abiertamente sus incertidumbres y dudas, asumen con realismo que, sea la interpretación que se haga de la situación actual, hay que seguir trabajando y actuando disciplinadamente en la sociedad, porque no es fácil que 127 millones de habitantes en una isla con una geografía irregular y habitable menos de la tercera parte de su territorio, sin recursos naturales ni energéticos, ni soja ni trigo, ni petróleo ni gas natural, puedan sobrevivir. El orden y la disciplina, con sus matices y algunos relajos de hoy, para ellos es clave para sortear los grandes desafíos. Esa actitud ejemplar en Tohoku después del sismo esperando agua y alimentos ha sido digna de admiración en el mundo.
Pero, por otra parte, ya en una situación de cierta normalidad, ese sentimiento de solidaridad y vínculo fraternal llamado “kizuna” (palabra del año), se pone en duda porque pocas son las ciudades y vecinos que aceptan los residuos reciclados y los escombros de Tohoku e, incluso, aun siendo solidarios, cuando van a la zona afectada cuando se trata de comprar verduras o carne procedente de dicha región en los supermercados ponen todos los “pero” para no adquirirlos. Se produce incomprensión, rechazo y hasta discriminación infundada hacia sus pares que necesitan más que nunca les compren sus productos. No solo con dinero público se puede reconstruir una zona devastada por el tsunami y eso lo saben.
Los extranjeros que siguen residiendo en Japón, ya muchos han asumido que se puede seguir viviendo aquí y que debemos ser solidarios y agradecidos por todo lo que nos brindan y que hay una oportunidad para construir un futuro en estas tierras. Otros, sin pestañear, en los días subsiguientes a esta catástrofe y la radiación, se fueron del país. Ambas opciones son respetables, pero es muy posible que en esta adversidad, nada comparable al esfuerzo y el sacrificio de los inmigrantes japoneses “issei” que emigraron antes y después de la guerra a los países de América Latina. Se puede aprender y ofrecer muchas cosas más.
Los nikkei latinos de Japón mostraron su solidaridad no solo con sus colectas, sino también con sus tareas de voluntariado en Tohoku. Los vecinos de esas pequeñas aldeas de pescadores se han sorprendido que además de los equipos de rescate profesional que llegaron de diferentes países del mundo, muchos grupos de extranjeros y hasta estudiantes “ryugakusei” han ido a ofrecer una mano para ayudar y acompañar en esta difícil etapa.
Japón, con sus dudas, contradicciones y miedos y dentro de un contexto internacional complejo, como la crisis europea y sus consecuencias al mercado americano, chino y asiático en general, necesita delinear y recomponer a fondo su sistema social, de seguridad social, educativo y, desde luego, el político, que hasta ahora ha funcionado con premisas casi absolutas de seguridad y estabilidad, pues lo inestable, lo no predecible, lo no muy correcto, lo irracional, lo no deseable, también es parte de una sociedad humana y del mundo en general. Por eso, desde afuera parece que no cambia o se resiste al cambio y los cambios que realiza no son valorados. En ese sentido, puede que nuestra Argentina tenga mejores “anticuerpos” y capacidad de respuesta, aunque no siempre lo hacen en tiempo y forma y de manera adecuada, y los “cambios” son casi permanentes. Vamos a ver cómo nos recibe el 2012 y cuáles son las prioridades al cual hay que hacer frente. Ya definir esas prioridades es todo un desafío, sea cual fuere el país. ¡Vamos, Japón, Vamos, Argentina!


http://www.facebook.com/alberto.matsumoto
http://www.discovernikkei.org/en/journal/2011/5/5/sismo-Tohoku-saigai/?show=es
http://www.discovernikkei.org/en/journal/2011/5/19/sismo-tohoku-keizai/?show=es