REQUISITOS. Según el sistema propuesto por el Ministerio de Justicia nipón, la elegibilidad para obtener el estatus de residente a largo plazo incluiría poseer cierto nivel de conocimientos del idioma japonés.
Más de un millón de extranjeros trabajan en Japón. A los descendientes de inmigrantes japoneses de segunda y tercera generación se les concede el estatus de residente de larga duración, con lo cual pueden quedarse en Japón y trabajar. Actualmente, sobre todo los de países sudamericanos como Brasil o Perú, están empleados en el sector manufacturero nipón. El número de estas personas con residencia en el país alcanzó un récord máximo hace diez años, cuando solo los brasileños de ascendencia nipona llegaron a ser 310.000.
Recientemente, la NHK realizó un análisis en el que señaló que el Ministerio de Justicia de Japón, siguiendo las instrucciones del primer ministro Shinzo Abe, está estudiando medidas de manera apresurada para facilitar los requisitos destinados a obtener la residencia de los descendientes de cuarta generación. Masatoshi Ozaki, presidente del Instituto para los Derechos Humanos de los Trabajadores, experto en las condiciones laborales de los brasileños de ascendencia japonesa, comentó que en los años 80, la falta de mano de obra se convirtió en un grave problema en Japón, a medida que su economía se iba expandiendo por la ola de globalización. En aquel entonces, Brasil experimentaba una hiperinflación, lo que condujo a que se produjera un éxodo masivo de brasileños de origen japonés al país de sus ancestros en busca de trabajo. En consiguiente, en 1990 el gobierno japonés concedió el estatus de residencia a largo plazo hasta los descendientes de japoneses de tercera generación. Sin embargo, tras la crisis financiera, propiciada por la quiebra de Lehman Brothers en 2008, el número de descendientes de nipones en Japón descendió. Eso supuso un serio revés para los fabricantes de Japón y muchos descendientes de japoneses fueron despedidos y abandonaron el país. Pero en los últimos dos años, su número ha vuelto a aumentar. Y ahora, puesto que los descendientes de tercera generación van envejeciendo, las industrias japonesas piden que se incluya a los de cuarta generación. Según el sistema propuesto, la elegibilidad para obtener el estatus de residente a largo plazo incluye una permanencia en Japón de tres años, según un plan similar al actual programa de vacaciones que combinan el trabajo con el ocio, y poseer cierto nivel de conocimientos del idioma japonés. A este respecto, el invitado cree que, en efecto, se exigirá tener unos conocimientos básicos de japonés para participar en el nuevo programa trienal. Y cuando soliciten la residencia tres años después se les volverá a pedir una mayor fluidez en el idioma. Para Ozaki, el nuevo sistema concede gran importancia a la capacidad de hablar japonés. Y es que es necesario tener ciertos conocimientos para vivir y trabajar en el país. No obstante, muchos jóvenes brasileños de origen japonés trabajarán en una línea de producción de alguna fábrica, ya que las condiciones laborales en Brasil están empeorando por la recesión económica. Por otro lado, el especialista afirmó que podría limitarse el número de participantes hasta 1000 al año; agregó que las comunidades de extranjeros de ascendencia japonesa están preocupadas por las consecuencias de aplicar esta limitación a la cuarta generación que quiere trabajar en Japón. Temen que sus vínculos con el posible número menguante de compatriotas en Japón se debiliten, sobre todo si la comunicación entre las dos comunidades va desapareciendo, y que eso lleve al desmoronamiento total de ellas. El analista se muestra satisfecho con la propuesta del nuevo sistema, pero, visto desde el contexto de promover los intercambios internacionales, cree que, al mismo tiempo, el gobierno japonés debería considerar la aplicación de políticas para permitir que los descendientes de japoneses de la cuarta y quinta generaciones puedan quedarse en Japón y trabajar libremente, como lo hicieron las anteriores.
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