Para un escritor, todo tiene que ver con todo, pero también, para un escritor, su única patria es la lengua. Partiendo de esas premisas, la belga Amélie Nothomb ha construido una novela, Ni de Adán ni de Eva, la cual se apoya, justamente, en la lengua, en la identidad y en algo parecido al amor. "Una de las claves del amor es la búsqueda de la identidad. De la identidad propia y la de la persona que amas. Nunca encuentras la identidad de nadie si no la conoces a fondo, y la mejor manera de conocer a alguien profundamente es mediante el amor", dice la autora de este relato iniciático editado en la Argentina por Anagrama. El periplo, casi en su totalidad, transcurre en Japón, país en el que Amélie personaje-narrador (y también autora) ha nacido y ha vivido hasta los cinco años, para luego ir a Bélgica. Al inicio del relato, sin embargo, la heroína, con 21 años, una inquieta personalidad y unos pocos recuerdos de su primera infancia, espera poder cruzar las fronteras del idioma, además de enseñar el suyo, el francés. Su primer interlocutor será Rinri, oriundo de Tokio, universitario de 20, y que quiere perfeccionar la lengua de Voltaire. Perfilados así, Amélie y Rinri irán intercambiando "charlas", uno en francés, la otra en japonés; comidas, afecto, mucho humor y malentendidos.
Quizá por eso, la Nothomb autora dice: "Creo que cada historia de amor es un malentendido. Y cuando se trata de una historia entre personas de diferentes culturas, el malentendido todavía es peor. Pero es más honesto. Porque lo sabes desde el principio. Entre un chico japonés y una belga, se da por supuesto que existe esa barrera. No lo descubres. Lo sabes". Ni de Adán ni de Eva, como título, advierte algo. Ambos personajes, desde ya, no son ni pretenden ser como los protagonistas de la creencia bíblica, y sí, en cambio, conforman una relación singular y, principalmente, un acto propio del país de los samurái, que, tal vez, sea "infinitamente más hermoso y noble que una vulgar historia de amor".
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