Jueves, 06 de Abril de 2017
A 41 años de la última dictadura militar en Argentina
Escrito por Nora Goya   

FAMILIARES de desaparecidos de la colectividad japonesa participaron de la marcha a Plaza de Mayo.

El secuestro y el terrorismo de Estado plantea interrogantes que aún no tienen respuesta para los familiares de los 17 desaparecidos nikkei. Desde su conformación, los “Familiares de Desaparecidos de la Colectividad Japonesa” (FDCJ) realizaron muestras de artes visuales, se colocaron baldosas con el nombre de las víctimas y participaron en el 6° Festival Mundial Uchinanchu en Okinawa con el fin de preservar la memoria y la búsqueda de justicia.

“Vi a un joven de rasgos orientales en las duchas del centro clandestino de detención que funcionaba en Campo de Mayo”. Ese fue parte del testimonio de un sobreviviente que le permitió a Elsa Oshiro saber dónde había estado detenido su hermano Jorge luego de haber sido secuestrado de la casa familiar, en 1976.  
Este es uno de los 17 casos de desaparecidos nikkei en Argentina que fueron recordados en la movilización realizada el 24 de marzo, en conmemoración al 41° aniversario del comienzo de la última dictadura militar.
Llevando la bandera con los rostros de los detenidos-desaparecidos, los FDCJ participaron de la multitudinaria marcha a Plaza de Mayo. A pesar de no constituir una entidad formal, los familiares de desaparecidos nikkei se reúnen para realizar actividades, como organizar una muestra de artes visuales, colocar baldosas con los nombres de los desaparecidos frente a la sede de la Asociación Japonesa en Argentina o la participación de Kamera Takara, hija de Juan Takara, en el 6° Festival Mundial Uchinanchu realizado en 2016 en Okinawa.
“Juan Takara era contador público y fue detenido delante de su mujer; su hija, de 9 meses, y sus padres, el 18 de junio de 1977.  Militaba en la Juventud Peronista y es uno de los seis detenidos-desaparecidos en Marcos Paz”, sostiene su hija.
Durante el festival, Takara desfiló con un banner con fotos de los desaparecidos nikkei y leyendas en japonés por las calles de Okinawa. Ella recuerda, con asombro, que “esto permitió que familiares de algunos desaparecidos que estaban mirando el desfile se acercaran” luego de haber reconocido a su familiar en el banner.
Oriunda de Marcos Paz, Kamera, al igual que su papá, es egresada de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires, donde participa en la Comisión por la Memoria.  
“Después de la desaparición de mi papá nunca supimos nada, y mis abuelos okinawenses se murieron sin saber qué había pasado con su hijo”, agrega.
Julio Eduardo Gushiken fue “el único que pudo identificarse durante las excavaciones que se hicieron en el centro clandestino de detención conocido como El Banco, por el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), en 2015”, dice su hermano, Hugo Gushiken.
En su relato, Gushiken lamenta que “por el estado de los restos óseos encontrados es imposible reconocer a otros compañeros que fueron incinerados en la misma fosa” que su hermano. Según las investigaciones del EAAF, muchos de los cuerpos de detenidos-desaparecidos en El Banco habían sido arrojados a fosas en el mismo terreno donde funcionaba el centro clandestino de detención y luego incinerados.
“A Julio, siempre le interesaron los temas sociales”, agrega Hugo. Con Carlos Horacio Gushiken, Julio no tenía un vínculo familiar, no obstante, ambos asistieron al Instituto Santa Lucía de Florencio Varela, militaron en el Partido Comunista Marxista Leninista y fueron los únicos casos que pudieron ser identificados luego de su muerte.
Tras terminar el secundario, Julio Gushiken se mudó a la ciudad de La Plata, donde comenzó a estudiar periodismo, carrera que abandonó para trabajar en una fábrica textil.
“La última visita a la casa paterna fue en noviembre de 1977.  Luego los encuentros eran fuera del hogar familiar, y pautados con anticipación. El último contacto lo tuvimos en febrero de 1978”, recuerda Hugo Gushiken. El joven de 21 años falleció en abril de 1978, luego de sufrir tuberculosis y meningitis, en el campo clandestino de detención donde estaba secuestrado.
Todos los familiares rescatan el trabajo de María Antonia Higa y Eduviges Bresolín, “Mary” y “Beba”, quienes comenzaron a dar forma a la organización FDCJ, yendo muchas veces a las casas de los chicos que habían sido secuestrados. 
“En mi casa no teníamos teléfono.  Estábamos aislados y ellas vinieron a hablar con nosotros”, comenta Takara.
La película “Silencio Roto” (realizada por Pablo Moyano y Karina Di Graziano) será proyectada en la Universidad de Tokio. El film rescata las historias de cinco de los 18 casos de nikkei detenidos-desaparecidos y de sus familias que buscan la visibilidad de lo ocurrido, al igual que el libro “No sabían que somos semilla”, escrito por el periodista Andrés Asato. 
“Cuando salió el libro, en 2016, se agotó enseguida.  No obstante, existe el proyecto de traducir el texto a japonés”, agregó Takara.