Jueves, 25 de Agosto de 2016
El trono del whisky

ESTILO. En una industria de 6000 millones de dólares, los destilados nipones tienen más presencia y premios ante las marcas de Escocia.

¡Cuidado, Escocia! El whisky japonés ya no es un secreto bien guardado: ha crecido hasta convertirse en una industria de 6000 millones de dólares que compite con la escocesa por ser el centro de atención.

Los destilados de Japón han ganado elogios por parte de la revista Whisky Magazine Awards durante años, incluyendo el mejor whisky de malta del mundo en 2014.
Algunas marcas japonesas son tan codiciadas que los compradores han impulsado los precios en subasta hasta decenas de miles de dólares por botella. Una sola botella de Yamazaki de 50 años fue vendida por 33.169 dólares en una subasta en Hong Kong en 2014; solo 150 botellas fueron producidas en total.
No hay ninguna duda al respecto: la demanda internacional de whisky japonés está creciendo: las exportaciones han aumentado 86 por ciento desde 2008. Taiwán, Francia, Rusia y China están importando las mayores cantidades de destilado japonés por volumen.
La producción comercial comenzó en Japón en 1924, cuando el empresario del licor Shinjiro Torii abrió una destilería en Yamazaki y contrató a Masataka Taketsuru para dirigirla (ver recuadro). Taketsuru aprendió su oficio en Escocia, y llevó las técnicas de vuelta a Japón.
Los primeros fabricantes ajustaron los métodos escoceses para hacer whiskies originales que atendían a los gustos japoneses.
Más tarde, Taketsuru fundó su propia compañía, Nikka, que ahora es uno de los productores más famosos de Japón. El whisky de malta Yoichi de Nikka, de 20 años, fue nombrado por la revista Whisky Magazine como el mejor del mundo en 2008.
La compañía de Torii, ahora llamada Suntory Holdings, también ha crecido al adquirir al fabricante de licores estadounidense Jim Beam por 16.000 millones de dólares hace un par de años. La empresa combinada es el cuarto mayor productor de whisky del mundo y la sexta mayor compañía de bebidas alcohólicas.
En su conjunto, los expertos dicen que la industria está experimentando un renacimiento a nivel mundial. Pero incluso pese al aumento de la competencia global, Escocia sigue siendo el mandamás. Un whisky escocés -una sola botella de whisky Macallan M- tiene el récord como el whisky más caro del mundo; fue vendido por 628.205 dólares en una subasta.
Y el whisky sigue siendo la mayor exportación de Escocia después del petróleo, con 40 botellas exportadas al extranjero cada segundo, aportando 4300 millones de libras (6700 millones de dólares) en 2013, según la Scotch Whisky Association. Es un auge tal que los escoceses llaman al whisky el “petróleo dorado”.

Rita, la escocesa detrás de la marca

La escocesa Rita Cowan tiene calles con su nombre en Japón, pero en su tierra natal es una auténtica desconocida.
Más de 50 años después de su muerte, su historia salió a la luz gracias a la televisión japonesa, que le ha dedicado una serie titulada “Massan”, producida por la NHK. La telenovela se ha convertido en la primera en la que un personaje no nipón es retratado en la miniserie más popular del país. Allí, su fama llega hasta tal punto que los grupos de fans realizan peregrinaciones anuales hasta la ciudad de Yoichi, donde nació el negocio familiar.
Lo que llama la atención de “Massan” es cómo una mujer fue capaz de mudarse en los años 20 a la otra parte del mundo -sin el consentimiento familiar- para montar un negocio que allí no tenía tradición.
Como tantas otras, la aventura comienza con una historia de amor. Nacida en 1896, Jessica Roberta -Rita, como luego la apodó su marido- conoció en Escocia a Masataka Taketsuru, un estudiante de Hiroshima, que estudiaba Químicas en la universidad de Glasgow. En realidad, la empresa donde trabajaba le había mandado a Europa para aprender de los brebajes occidentales.
A su vuelta estaba previsto que se casara con la hija del jefe, pero cuando conoció a Rita los planes cambiaron: Masataka rompió su compromiso, se casó con Taketsuru, y decidió quedarse a vivir en Escocia. A pesar de no hablar una palabra de japonés, en noviembre de 1920 Rita se trasladó al país del sol naciente con su marido. Con Japón en recesión, el clima no era el propicio para crear un negocio. Masataka no encontraba a ningún socio. Fue Rita quien tomó las riendas de la situación. Era ella la que llevaba el dinero a casa impartiendo clases de inglés mientras su esposo hacía sus ensayos en el laboratorio. Es más, llegó a dominar las habilidades que se le presuponían a una ama de casa japonesa.
No fue hasta 1934 cuando la pareja inauguró su primera destilería en Yoichi, aunque hicieron falta otros seis años para que las primeras botellas de Nikka Whisky vieran la luz. Fueron años difíciles. En plena Segunda Guerra Mundial, Rita siempre estuvo en el punto de mira de las autoridades, quienes sospechaban de ella simplemente por su nacionalidad. La tomaron erróneamente por espía pensando que pasaba información a los submarinos aliados. Los niños lanzaban piedras contra su casa y los adultos no le dirigían la palabra.
Con los años, la destilería prosperó bajo la prohibición de la importación de whisky y el negocio familiar se acabó convirtiendo en el imperio actual.