El ejemplo de los tintoreros y su problemática o el de la fundación que administra el Jardín Japonés son muestra de que la gestión municipal y hasta nacional ha servido para encontrar soluciones.
En algunas cuadras de la Boca no había luz y un tintorero hablaba con otro vecino, también comerciante, quien le decía al “japonés” que él conocía a gente de la municipalidad y que iba a arreglar el asunto.
Por otro lado, la esposa de un alto funcionario, antes de salir de viaje, llevó unas cuantas prendas para que se las planchase. Las necesitaba urgente, le recalcó al tintorero. “Si tuviese luz, se las podría planchar, pero…”, fue la respuesta, palabras más, palabras menos. “No se preocupe”, le dijo ella. Pocas horas después (de la visita de la señora de las prendas y de la charla con el vecino comerciante), unas camionetas se estacionaron en la cuadra, bajaron unos cuantos técnicos y comenzaron a trabajar. Las cuadras de la Boca volvieron a tener luz, el tintorero pudo planchar, la esposa del alto funcionario pudo retirar sus prendas y el comerciante vecino del “japonés” se acercó a la tintorería y, a su dueño, le dijo: “Viste, viste… ¡qué te dije!”.
Todos contentos. Así como muchos tintoreros tienen como cliente a un político y alguna que otra anécdota del estilo, nuestra colectividad, y, claro, nuestro país, suele arreglar temas así, a través de “un conocido”, de “una palanca”. Es parte, sólo parte, de las prácticas políticas que tenemos. Por fuera de la anécdota, otro ejemplo, también del rubro, fue la problemática que se comenzó a solucionar el año pasado, cuando se constituyó la Agrupación Tintoreros Tradicionales, la cual se movilizó ya que la percepción general era “no hay nadie quien nos defienda”. Se manifestaron frente a la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, el 24 de junio del 2009; recorrieron oficina por oficina, golpeando puertas de funcionarios de todos los partidos, realizando, a la par, toda la tramitación necesaria y organizándose como grupo de presión. Así, lograron reducir y, en algunos casos, suspender las multas por estar por fuera de la ley y, más importante, eliminar el límite de tiempo para cambiar la maquinaria, prevista también por ley para antes del 2015. “La idea –recordaron luego, repasando cada logro de la agrupación- siempre fue pensar en función de la colectividad”. La política, entendida como un beneficio para una mayoría, ha servido, y estos últimos años, como nunca antes en la historia de nuestra colectividad. Ella se ha ido de los márgenes para ponerse en el centro. Y si los contactos, las gestiones, los “amigos y conocidos”, siempre estuvieron, siempre fueron útiles -es verdad-, hoy parecen develados. Porque gracias a la política, a las gestiones, la Fundación Cultural Argentino Japonesa, por caso, renovó por 20 años más la administración del Jardín Japonés. Kazunori Kosaka, presidente de la Fundación desde hace 10 años, también tiene su anécdota. Cuando en el 2006 el director General del Parque Tres de Febrero, Javier García Elorrio, firmó una orden para desalojar parte del Jardín, Kosaka aceptó y firmó. (Se dice que esa firma causó enojos.) Luego fue a reunirse con el resto del Consejo de Administración, anuló la orden que había firmado, y se lo dijo a García Elorrio. “Fue una estrategia –recuerda ahora Kosaka-. Si yo no hubiera firmado en ese momento, nos hubieran desalojado por la fuerza, porque éramos usurpadores (según la ley). Ganamos tiempo e hice anular el convenio unilateralmente”. Así, intervino la Embajada del Japón, hubo reuniones con el entonces jefe de Gobierno, Jorge Telerman, y con el actual, Mauricio Macri. El resultado: la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires sancionó, el 26 de noviembre del 2009, la ley N° 3.308, por la cual se concedió el “uso gratuito e intransferible por el plazo de veinte (20) años a favor de la Fundación Cultural Argentino Japonesa” el Jardín Japonés”. La ley fue promulgada el 11 de enero del 2010. Luego, Kosaka, como presidente de la Fundación, y Diego Santilli, como ministro de Ambiente y Espacio Público, firmaron, finalmente, el 23 de septiembre del año pasado, el convenio que garantiza el uso del Jardín Japonés y “la cooperación técnica y científica entre ambas partes, los estándares de conservación, mantenimiento y desarrollo del Jardín”. Por último, aunque antes del acuerdo con el gobierno municipal, el Poder Ejecutivo Nacional, el 16 de abril del 2008, decretó como “bien de interés histórico-artístico nacional el Complejo Cultural y Ambiental Jardín Japonés”. Al respecto, Kosaka señala que “cada vez se necesita más gestión”, y que hoy no se puede manejar todo como antes”, a la manera de los viejos clubes. “Hay que cambiar la mente”, sentencia. También es cierto que en el Jardín Japonés se está cumpliendo con todas las normas de habilitación. Más allá de los agasajos, de las visitas de embajadores japoneses a diversos actos de nuestra colectividad, y de gobernadores prefecturales. Más allá de la foto con Daniel Scioli, que, como vicepresidente de la Nación, primero, y como gobernador de la provincia de Buenos Aires, después, ha estado presente en la Fiesta Nacional de la Flor, o de la presencia de los Kirchner en actos de Toyota y Honda, o la presencia de Ricardo López Murphy, ex ministro de Economía; de Elisa Carrió, de Diego Santilli, y de la misma Gabriela Michetti, que han estado en la sede del Centro Okinawense en la Argentina, la cual –vale aclarar-, fue clausurada a principios de diciembre y hasta el cierre de esta edición no se sabía bien cómo se iba a solucionar el tema, hoy, la política está en el centro de nuestra colectividad, y va más allá de la anécdota o la foto.
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