Jueves, 15 de Diciembre de 2011
El despertar de una nueva militancia
Escrito por Andrés Asato   

¿Qué cambió de la militancia de los 70 a la juventud que se develó tras la muerte de Néstor Kirchner? Para comenzar una respuesta es bueno repasar medidas como la Ley de Medios Audiovisuales, la Asignación Universal por Hijo y la Ley de Matrimonio Igualitario, por ejemplo, todas valoradas por los jóvenes y que corrieron el eje de la discusión política.

Ser el menos conocido de la vieja política le alcanzó a Néstor Kirchner para restarle el último aliento político a lo más conocido de la vieja política: Carlos Menem. El hombre que terminó de cercenar cualquier resabio esperanzador de una vuelta a la militancia. Quienes lo sucedieron (De la Rúa y Duhalde), sólo se preocuparon por ser obedientes continuadores del statu quo. Sin embargo, uno terminó saltando por los aires y el otro se vio forzado a resguardarse -él mismo lo hizo- a cuarteles de invierno.

¿Qué cambió de la militancia de los 70 a esta juventud que recién se hizo visible luego de la muerte del ex presidente Néstor Kirchner? No es posible dar una reflexión justa y equilibrada sin un recorrido más amplio y extenso de ésta última. Además, en un contexto histórico totalmente distinto. Algunos, como en el caso de Kamena Takara, son hijos de desaparecidos; otros, como Javier Arakaki, lo confiesan: son hijos de las frustraciones de los noventa. Pero cuando nos planteamos en la redacción del periódico hacer esta nota nos preguntábamos si nos encontraríamos con algún nikkei que estuviera militando. Y en menos de una semana de establecer los primeros contactos ubicamos a cinco jóvenes (uno de ellos no pudo responder por falta de tiempo) que, a su vez, conocían a otros que también militaban (uno de ellos citó, incluso, a uno de origen japonés), que sumaban, fácil, a una docena de nombres.
A la luz de los últimos acontecimientos, hay en el escenario político dos militancias visibles. La que se encolumnó el 24 de marzo de este año defendiendo los derechos humanos en forma pacífica y llenó la plaza de Mayo; participó también de los festejos por el Bicentenario y rindió su tributo al ex presidente Néstor Kirchner, tras su muerte; y quienes no ven otro camino que el de la confrontación y se convierten en la misma fuerza de choque que dicen enfrentar, sin medir las consecuencias.
El país tuvo 30.000 desaparecidos, 39 muertos tras la crisis del 2001 y 3 muertes más (Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, y la de Mariano Ferreyra) en distintas manifestaciones sociales, con demasiado olor a muerte como para seguir teniendo víctimas. La decisión del gobierno nacional de no criminalizar la protesta social marca un cambio de rumbo ante los hechos que lo anteceden.
El kirchnerismo, más allá de las políticas y demandas sociales aún insatisfechas que señala en su columna Gustavo Kashiwagi -y a diferencia de la primavera alfonsinista- ha venido a llenar de contenido el rol de un Estado ausente. Sus medidas, como la Ley de Medios Audiovisuales, la Asignación Universal por Hijo, la Ley de Matrimonio Igualitario, por ejemplo, corrieron el eje de la discusión política y por eso son los jóvenes los que más valoraron estas medidas y no la clase política que, de nueva, tiene muy poco. También hay que repensar las nuevas formas de protesta porque,  lamentablemente, y pese a los avances que se han logrado en materia de leyes sociales, sigue habiendo en el entramado social y político argentino viejos métodos del punterismo político y el patoterismo sindical que son cómplices del más rancio lobby empresarial.
Hay que agregar además la importancia de las redes sociales (Internet, Facebook, Blogs, Twitter) como modelo de participación horizontal, tal la experiencia que nos cuenta María Eugenia Asato. Los aires nuevos en la política argentina corren por la colectora de la autopista, sin poder trazar aún sus lineamientos en las grandes decisiones del país. Y ese es el riesgo que debe saber medir la nueva militancia. Porque de lo que se trata, aquí y ahora, no es la de construir un país puro y casto sino la de demostrar quién tiene la capacidad suficiente de gobernar un país como la Argentina y así empezar a sembrar los ejes de una nueva matriz política, social y económica.