Jueves, 28 de Abril de 2016
Homenaje a Tetsuji Matayoshi, “Aki” para sus amigos
Escrito por Dr. José Teruya   

Salió de Okinawa, Japón, a los 14 años. Fue en el año 1951. Sufrió los horrores de la última guerra mundial que dejó a su tierra arrasada con cuadros de destrucción y extrema pobreza.
Ya a esa temprana edad tuvo el coraje de decidir que el mejor futuro había que buscarlo. Eligió Argentina, en donde residía un tío. Allí, en Mendoza, trabajó para ganarse la vida, pero estaba convencido que el estudio era el único camino para llegar a un buen destino.

Así cursó primaria, secundaria y universitaria. Eligió la carrera de Medicina y ya allí mostró su capacidad y, estando en los últimos años en la Universidad de Cuyo, ganó una beca de la Fundación Rockefeller para colaborar en estudios de Investigación en Chile.
Se dedicó a la genética médica. Fue jefe de la división de Genética del Hospital de Clínicas, jefe del Laboratorio de Citogenética y genética molecular del Cemic, vicepresidente de la Sociedad de Genética Médica. En el año 2003 recibió el diploma al mérito Konex, sobre investigación en genética y citogenética.

 

Su personalidad
Salió de Okinawa, solo, a los 14 años. Emigrar no solo significa afincarse en otro país, sino injertarse en otras costumbres, otro idioma, otros modos de ver la vida.
Como dice el arquitecto Jorge Higa, los japoneses en la Argentina conformaron la “otra inmigración” distinta a las de origen europeo. No solo físicamente, sino también en sus costumbres y modo de ver la vida. Pero sí había algo en común:  el sentido de la amistad y el amor.
Cómo era Aki… muy reservado. Maximiliano, su hijo, escribió “Gaijin”, una novela sobre la vida de su padre.
Manifestó en una entrevista periodística que para él su padre estaba allá, y solo con las charlas sostenidas con su
padre le muestran a un ser sensible y capaz de amar.
Aki formó parte de los trabajos iniciales de la Asociación Universitaria Nikkei, en el año 1989.
Me impresionaron su claridad de conceptos. Sabía escuchar y opinaba con sabiduría. Era sensible a las demostraciones de amistad.
Me contó que en unos de sus viajes de estudios a Japón, hacía mucho frío y uno de sus profesores colegas le ofreció su abrigo, él agradeció y se emocionó mucho.
Otra muestra de sensibilidad que poseía era reunir a sus connacionales, prepararles comida japonesa, ocha, tocando samisen y cantar canciones de su Okinawa natal
Y, finalmente, aquí no encontramos tras largos años con momentos de felicidad y tristeza, con un Aki que se fue.
Se fue rodeado del cariño de sus seres queridos.
¿Adónde se fue? Se fue a Okinawa, donde decía que quería pasar sus últimos años.
Y ahí está, feliz, tocando su samisen y cantando en su uchinaguchi natal