Jueves, 18 de Febrero de 2016
La herencia de la Madre
Escrito por Tomoko Aikawa   

Novela de Minae Mizumura, ya traducida al español, describe la relación entre una madre, su hija y su herencia. Es en ese entorno en donde se describen los problemas sociales del Japón

El Kanji, uno de los tres sistemas de escritura del idioma japonés, representa conceptos. El ideograma de mujer, por ejemplo, se escribe Onna (女). Ahora, el de madre, Haha (母) hace “engordar” el Kanji de mujer. Parece abrazar a un bebé, mientras que los dos puntitos representan dos senos.
Hay muchos Kanji que llevan “mujer” como uno de sus componentes, derivando en nuevos ideogramas y con diferentes ideas.

Para los japoneses, el 2015 estuvo representado por An 安 (tranquilidad, seguridad), Kanji que da la idea de que una  mujer en casa dará ”tranquilidad” y también ”seguridad”. Curiosamente, no hay derivaciones del kanji de Otoko (hombre),  男.
En español, la mujer, y sobre todo la madre, aparecen en expresiones de sorpresa y de insultos (la gente se enoja y suele  referirse a la madre de otro). En idioma japonés, el insulto tradicional es: “Tu mamá tiene el ombligo saliente” (Omae no kaasan debeso).
Tuve la oportunidad de traducir un libro titulado La herencia de la Madre, de la escritora Minae Mizumura (Adriana Hidalgo, noviembre de 2015). Para enfatizar a la madre, la palabra fue escrita con mayúscula inicial, y como se refiere a la madre de la protagonista, Mitsuki, se usa el artículo definido “la” para indicar la idea de “esa madre”. En el texto, normalmente aparece la expresión “la Madre”, pero en las ocasiones en que habla con la otra hija, que es hermana de la protagonista, dicen “nuestra Madre”, enfatizando la idea de “Madre” siempre usando mayúscula.

Los cambios en Japón
母の遺産 Haha no isan (La herencia de la Madre) es una novela periódica que fue editada por Chuokoron-Shinsha (Tokio, Japón, 2012), pero originalmente fue publicada, por partes, en la edición matutina de los sábados del Yomiuri Shimbun, entre el 16 enero del 2010 al 2 abril 2011.
Ya hecha novela, la historia fue traducida al español gracias a la editorial Adriana Hidalgo, la cual, anteriormente, había publicado otra novela de Minae Mizumura: Una novela real (traducción de Mónica Kogiso).
La herencia de la Madre describe la relación entre una madre, su hija y su herencia. Es en ese entorno en donde se describen los problemas sociales del Japón, como el envejecimiento, el trato de la sociedad hacia los mayores, el cambio de la posición social de las mujeres japonesas según los cambios generacionales, el cambio de estilo de vida hacia lo occidental, el tratamiento médico en los sanatorios, los apegos emocionales de los distintos personajes. Pero en particular se enfatiza en la descripción de la relación conyugal y social.
En Japón, la novela tuvo muy buena recepción y aún se siguen publicando nuevas ediciones. Al parecer, muchos son los lectores que se han identificado con cada situación vivida por Mitsuki, la protagonista, y los otros personajes secundarios. 
La herencia de la Madre es también un homenaje a la novela en serie Konjiki Yasha (Diablo Dorado), considerada como una de las primeras historias de amor en Japón. Así, las referencias a distintas obras de la literatura japonesa y occidental, además de la china, son desafíos por parte de la autora, o sugerencias al lector amante de lo clásico (Hyakunin Isshu, El ensayo de la almohada, La historia de Genji, La historia de Heike); a la escritos antiguos de tanka, género de poesía  japonesa; Zuihitsu (ensayos), hasta Tsurezuregusa, Akiko Yosano, Natsume Soseki, Kafu Nagai, Sakutaro Hagiwara y  Junichiro Tanizaki.
Está la idea que en Japón, desde la antigüedad, los hombres generalmente eran los que salían a trabajar y las mujeres se quedaban en casa. En realidad, hace 1000 años, sin embargo, era normal que las mujeres con capacidad y oportunidades trabajasen.
Además de la aristocracia de la época Heian, el papel de las mujeres era importante en las zonas rurales. Prueba de ello, la novela más antigua del mundo, La Historia de Genji (1005), fue una mujer: Murasaki Shikibu. En la misma época, otra mujer, Sei Shonagon, escribió El ensayo de la Almohada (Makura no Sooshi).
Sin embargo, en la posterior era de Kamakura, el desarrollo de la sociedad feudal de samurai centró la autoridad en el shogunato y se estableció que la mayoría de las mujeres permanecieran recluidas en el fondo del castillo, cuidando a sus hijos y ocupándose del quehacer del lugar.
Así, hoy para algunos suena “lindo” ser llamada Okusa-ma (señora esposa), aunque etimológicamente significa la “señora mujer que quedó habitada (atrapada) en la parte trasera de la casa.
Entonces, hubo que elegir entre trabajar o casarse. Por ello, las que continuaban trabajando fueron convirtiéndose en una minoría.
En la actualidad, la ley de igualdad en Japón ya tiene más de 30 años, y para los hombres y mujeres es relativamente común que los dos trabajen y la casa tenga doble ingreso.
La estadística muestra que alrededor del 70 por ciento de las mujeres de menos de 30 años están trabajando; después de los 30 sigue trabajando casi el 60 por ciento.
Otras dejan de trabajar para dedicarse al matrimonio, pero después de haber crecido sus hijos vuelven al mercado laboral.  Si bien en muchos casos son para trabajos a tiempo parcial, y a veces les cuesta retomar la carrera profesional, por lo que eligen tareas livianas o de menor responsabilidad, la tendencia evidencia un regreso a los niveles de 1950.
En comparación con otros países desarrollados, el bajo nivel de la tasa de empleo en Japón llega a ser entre un 15 y un 20 por ciento menos. El gráfico de la curva de la tasa de empleo, según edad, muestra una forma de “M”, es decir, bajan cuando las mujeres se casan y dan a luz, pero después vuelven a trabajar, lo cual ha levantado voces críticas en el sentido de que aún hoy la desigualdad entre hombres y mujeres es muy aguda.
Esta realidad, explicada en la novela La herencia de la Madre mediante el desarrollo de la teoría de que la mujer japonesa ha “despertado al amor”, resulta novedosa.

En busca de la “igualdad”
A fines del siglo XIX, época de la modernización de Japón, en las fábricas hubo demanda de mano de obra femenina. En la década del 1920, a medida que la economía se desarrollaba en la democracia de la era Taisho, comenzaron a surgir las  mujeres especialistas y profesionales: guardas de autobus, repartidoras del correo, y médicas.
Para 1940, a causa de la Segunda Guerra Mundial, los hombres iban a defender el país, mientras que las mujeres, a la par  del cuidado del hogar, se hacían cargo de las distintas tareas y trabajos que demandaban la sociedad.
Las conductoras y las guardas del tranvía de Hiroshima, por ejemplo, eran chicas de secundaria de esa especialidad. En los años 50, la tendencia de la creciente economía requirió que las mujeres trabajasen como secretarias; muy posteriormente, a estas mujeres se las llamó “señoritas OL” (Office Lady).
En los años 60, acompañado el alto crecimiento económico, las mujeres empezaron a dividirse: por un lado, las que se dedicaban exclusivamente a las tareas del hogar, una vez casadas o al quedar embarazadas y, por el otro, las que continuaban trabajando, las cuales, en su mayoría, sin un futuro ascenso social.
La tendencia obligó a muchas mujeres a abandonar trabajos con la justificación de que era importante cuidar el hogar.  Igualmente, en los 50 la tasa de empleo era de más del 60 por ciento; en los 60 disminuyó al 50 por ciento y en los 70 se redujo al 46 por ciento.
La tendencia se mantuvo, pero en los años 80 apareció la idea de igualdad de género en el mundo, y Japón no quedó al margen de la novedad social. 
La Ley de Igualdad de Oportunidades en el Empleo fue adoptada en 1986, aunque en realidad comenzó a regir a fines de los 80 y principios de los 90, por el estallido de burbuja económica, lo cual aceleró su implementación.
En realidad, las mujeres no tenían muchas necesidades, y hasta algunas desafiaban la igualdad. Las oportunidades de trabajo, tanto para hombres como para mujeres, no eran las mismas. Aun teniendo educación académica alta (porque a las mujeres se les imponía las mismas condiciones de un piso de tareas alto, lo cual conlleva viajes de negocios, mudanzas personales por reubicación de sucursales, quitándoles la libertad para casarse), no ganaban el mismo sueldo. 
Así, superficialmente, se propusieron dos opciones: una posición de tareas generales, “Ippan-shoku”, es decir secretarias o tareas auxiliares, y otra, “Sōgō-shoku”, con la posibilidad de viajes y traslados con futuras promociones.
Bajo esta excusa, la desigualdad de género duró mucho tiempo. Y mantener el trabajo implicaba dejar de lado el sueño del casamiento o, bien, en las tareas de secretarias, al llegar la hora de "vencimiento" quedarían forzadas a renunciar por cuestiones nupciales.