Radicada en la Argentina hace 15 años, reparte su tiempo entre múltiples trabajos, y criando sola a sus dos hijas.
Todos los sábados, en el comedor de Nichia hay enorme fila que forman los alumnos de las clases de idioma. Todos quieren comprar los famosos onigiris hechos por Sachiko: Nikushigure, Shogayaki, Torisoboro, Konbu, Tenkasu, Umeboshi, salmón, hojas de daikon, arvejas, etcétera. Sachiko Takeuchi, de 54 años, vive con sus dos hijas. Llegó a la Argentina en 1998 con su marido. Pero la historia que queremos contar comenzó un par de años antes.
Cuando ella aún vivía en Japón, decidió hacer un viaje con una amiga, con la cual viajó por Asia durante seis meses. Así llegó a Nepal, en donde padeció de Disentería (infección del intestino). En el mismo hotel que ella había otro japonés con la misma enfermedad. Juntos fueron al hospital. Ambos se reencontraron unos días después, por casualidad, en una montaña en Nepal, y también en la costa de Rio Ganges. Y una vez más, finalizado el viaje, en Japón. Ese hombre, Yuji Takeuchi, luego se convirtió en su marido. Dos años después nació su primera hija, Asayu. En 1998, ellos viajaron a la Argentina, cuando Asayu tenía 3 años y Sachiko estaba embarazada de 9 meses de su segunda hija, Maite. Al comienzo, Sachiko se quedaba todo el día en casa, como la típica esposa de un empresario japonés. Pero cuando tenían tiempo, esta pareja aventurera visitaba varios lugares del país. El 1° de mayo del 2002, Yuji consiguió su DNI, e iban a ir al campo para andar en caballo, pero, de repente, él comenzó a sentirse mal y llamó la ambulancia. Llegaron al hospital, pero cuatro horas más tarde falleció. Fue una muerte repentina y nadie lo podía creer. Sachiko, que nunca había salido sola por las calles porteñas, no conocía la geografía de la ciudad, y, menos, el castellano, y de golpe se encontró sola, con dos hijas. Igual, tomó una decisión; quedarse en la Argentina. ¿Por qué? La Argentina es el lugar en donde sus hijas pueden recordar la historia de su padre. Así, Sachiko, que antes vivía casi desconectada del mundo, empezó a moverse por necesidad. Su propia perseverancia y su capacidad de accionar y, sobre todo, el amor hacia sus hijas, la empujaron a vivir como una madre fuerte. Tiene varios trabajos al mismo tiempo. Su sueño no es largo. Durante la semana, por la mañana, trabaja en la buffet de Nichia; por la tarde, en la secretaria. Cuando falta un docente, enseña. Y todos los sábados prepara los famosos onigiri. Empieza a las seis de la mañana, y cocina arroz seis o siete veces para poder preparar 100 onigiri en total, que llevan Niku shigure, Shogayaki, Tori soboro, Kombu, Tenkasu, Umeboshi, Salmon, hojas de Daikon, arvejas, etcétera. Los más populares son los de salmón y tenkasu, pero todos se venden muy rápido. “Me da mucha alegría ver a los argentinos comiendo mis onigiri”, comenta Sachiko. Los sábados a la tarde da el taller de confección de sandalia japonesa. A veces, ella ayuda en la cocina de “Ebisu”, en el barrio de Flores. Y en verano, cuando hay muchos turistas, trabaja como guía. Todos creen que su vida es muy dura con tantos trabajos, pero Sachiko nunca muestra la cara cansada. “El único arrepentimiento que tengo es que perdí mi voz gritando tanto en la escuela primaria, y ahora no puedo cantar en el concierto de mi amado Abel Pintos”, se lamenta, aunque sonriendo. “Es como un milagro que yo, que no hablo bien castellano, pueda trabajar, gana plata y seguir viviendo. Recibo muchos consejos de la colectividad, y estoy muy agradecida por su ayuda. Los japoneses que están viniendo en la Argentina pueden tener una vida sin dificultades, y eso es gracias a sus sempai, quienes fundaron la colectividad japonesa. Ser confiable es un trabajo que pide mucho tiempo; en cambio, perder la confianza, se hace en un segundo. Tenemos que vivir para no perder esta confianza que consiguió la comunidad, y no tenemos que hacerles sentir vergüenza a nuestros sempai japoneses”.
- ¿Qué puntaje se daría como madre? - Cinco sobre diez. No siento que me estoy esforzando, ni pienso qué es la felicidad y qué es el sufrimiento. Los días pasan, fluyen, y estoy acá. Creo que es importante, y es gracias a los otros.
Durante esta entrevista, Sachiko repetía una y otra vez sobre los encuentros con gente. Dice que tiene mucha suerte de haber conocido a tanta gente amable. Pero también ella misma atrae a la gente por su brillante sonrisa y su genki. La pérdida de su marido, su vida en Argentina, se puede conocer en su ensayo “Lagrima de la Luna y Argentina” (Tsuki no namida to Aruzenchin). |