Viernes, 16 de Diciembre de 2011
La soledad y el amor, según un film de Hirokazu Kore-Eda
Escrito por Federico Maehama   

De noche, en penumbras, acostada junto a él, ella está inmóvil. Tiene los ojos abiertos, fijos en algún punto. Perdidos. No habla, no gesticula; sí, quizá, oye, pero no respira, parece. Él le ha contado cómo ha sido su día y, acostado junto a ella, se le encima. Y aunque él la cuide, la pasee, le enseñe cosas y le de aire (aunque sea a través de un inflador), ella sigue siendo lo que es: una muñeca bautizada como Nozomi.

Parece vacía.
“Soy una muñeca inflable –dice-. Un sustituto para el deseo sexual”.

Pero de la noche al día ella comienza a respirar. Cobra vida. De la noche al día, el mundo, su mundo, comienza a girar, a moverse.
Pasea por el barrio, observa y experimenta cada una de las cosas que se le presentan como si ella fuese Adán, con una curiosidad y asombro semejantes a la de un niño, aunque se comporta como lo que es, una muñeca, o como la muñeca que quiere ser.
De noche, caminando, entra a un videoclub. Balbucea lo que va viendo. Se para frente a uno de los vendedores y, cerca de él, un cartel que dice: “Se necesita ayuda”. Sus ojos se quedan fijos en él. No habla. Sí respira.
Él la acompaña en el día a día, la pasea, le enseña cosas y le da su aire, el aire que sale de sus pulmones.
Ha encontrado un corazón, uno que, se supone, no debiera tener.
Parece viva.
Cuento de hadas moderno, Air Doll es la particular mirada del cineasta Hirokazu Kore-Eda sobre el mundo que nos está tocando vivir, y que se basa en un manga, La figura neumática de una chica (una muñeca a la cual el ser amado insufla vida, y que se pasea por la ciudad de noche, y para sí misma, se dice: “Su aliento llena mi cuerpo vacío. Posiblemente nunca pueda hincharme a mí misma. Pero aunque signifique el fin de mi vida, no me importa”), escrita por Yoshiie Gouda.
Es esa idea, la de estar “triste y feliz a la vez”, la que según Kore-Eda es inherente a nuestras vidas, también fundamentada en un poema de Hiroshi Yoshino, que dice:

“Parece que la vida está hecha de una manera en que nadie podría vivir solo… Así como no es suficiente que las flores tengan androceos y pistilos… un insecto o el viento debe introducir un pistilo en el androceo.
La vida tiene vacíos, los cuales solamente otros pueden llenar.
Parece que el mundo es la suma de todos esos otros.
Y, sin embargo, no sabemos ni se nos dice que podemos complementarnos mutuamente.
Dirigimos nuestras vidas dispersas completamente inconscientes de los demás.
O algunas veces está permitido hallar la presencia de otro desagradable.
¿Por qué el mundo está construido de un modo tan abierto?”.


Con esa base, el director de After Life y Nobody Knows, entre otros films, acciona, a través de la muñeca, detalles que reflejan, principalmente, y en cada uno de los personajes -tanto con protagonismo como con roles secundarios- la soledad, el vacío, el amor, y la belleza.
Porque a través de Nozomi y en su recorrido por la comunidad, se nos resume una particular mirada de cada vecino –que ni se conocen entre sí, aunque se cruzan a diario-; se nos muestra, en cada individualidad, cómo afrontan la vida, sus “dramas”, desde que sale el sol hasta que se pone la luna, desde que se levantan hasta que se acuestan, desde que nacen hasta que mueren. Es ese barrio, pero da la impresión de que podría ser en todo un país, y hasta en un mundo más general el que experimenta tanto la soledad, como el amor; la compañía y el vacío. Después de todo, son experiencia que nos son comunes a todos.
Así, todo va dependiendo de otro, porque, como se dice en la película, y aunque no debiera ser así, los vacíos, al menos los de los hombres, se llenan con sustitutos, y el amor es una maravillosa coincidencia de otro igual a uno.