Jueves, 25 de Febrero de 2016
Buena esposa, sabia madre

La mujer japonesa ha tenido su rol dentro de la inmigración en la Argentina, ya fuese como acompañante del hombre, en un principio, pero también a cargo de la educación de los hijos, o en la difusión de la cultura, de los sabores.

El objetivo inicial de la inmigración japonesa hacia la República Argentina, según lo analizado por la Doctora Cecilia Onaha, estuvo conformada por hombres jóvenes que habían arribado a nuestro país en busca de un trabajo temporario, ahorrar dinero y regresar a Japón. Por tal motivo, la presencia de mujeres fue minoritaria en sus comienzos. Luego de la Segunda Guerra Mundial, se estimó que había una mujer cada tres hombres, o más. Esto se fue equilibrando a medida que se fueron formando las familias y los asentamientos definitivos en la Argentina.

La experiencia de las mujeres migrantes, siguiendo las costumbres de la época, se enmarcaron, en su mayoría -como lo detalla la Doctora Onaha-, mediante el impulso de acompañar al joven que había emigrado, con el fin de encontrarles una novia. Aunque, como la especialista aclaró, no se podrían generalizar las diversas experiencias. Particularmente, y en relación a los valores que estas mujeres promovieron, los mismos se encuentran en consonancia con el confucionismo.
“La primera educación de los hijos estuvo en sus manos y ello contribuyó a la transmisión de esos elementos. En el terreno de lo espiritual, lo que podemos resumir como las cinco relaciones confucianas: respeto a la autoridad, piedad filial, la subordinación de la mujer al hombre, la jerarquía en la familia a través también del respeto entre hermanos mayores y menores y la amistad…”.
También estos valores eran difundidos mediante la cultura, a través la música, los sabores y la danza. El rol de la mujer fue protagónico en este proceso de difusión. Estos valores insertos en dentro de la sociedad argentina se han mantenido y, a su vez, han ido evolucionado.
Uno de los aspectos a destacar ha sido la educación como propulsora de la libertad de las futuras generaciones.

 

- ¿Cómo fue la inmigración de la mujer japonesa en la Argentina?
- Poco se ha estudiado la historia de la inmigración japonesa desde la perspectiva de la mujer. Entre las primeras referencias, podemos señalar la que tuvo que ver con la llegada de inmigrantes al Brasil. El primer contingente de migrantes llegados a ese país en el Kasato Maru para trabajar en las plantaciones de café, como reemplazo a la mano de obra esclava, tenía como condición que fueran grupos familiares. Al no encontrar buenas condiciones de vida y trabajo, un grupo de esas familias decidió re emigrar a la Argentina.
Así, la migración a la Argentina fue inicialmente por deslizamiento y, luego, a través de cadenas migratorias, llamando a otros familiares, vecinos del mismo pueblo de origen, compañeros de estudios, a través de artículos en revistas especializadas (poco se ha difundido, pero ha sido una de las vías por las que se desarrollaron cadenas de migrantes).
La gran mayoría de los participantes de estas cadenas migratorias fueron trabajadores temporarios con la idea de ahorrar y regresar, de modo que no es de extrañar que hayan sido mayoritariamente hombres jóvenes. Esto hizo que hasta la segunda guerra mundial la proporción de los residentes japoneses en Argentina fuera de una mujer por cada tres hombres o más. Por ejemplo, según datos de la cancillería japonesa, para 1939 en Argentina residían 6659 hombres y 1831 mujeres. Es muy interesante ver que a medida que se formaban familias, en la generación nacida en Argentina, la proporción de género se equilibró, y según el censo del Japón de 1940, podemos encontrar casi la misma cantidad de niños que niñas (843 y 836, respectivamente).
El número de mujeres gradualmente fue aumentando, a medida que se prolongaba la estancia en Argentina. Estos primeros jóvenes regresaban temporalmente a Japón para contraer matrimonio o eran sus familias las que buscaban pareja, se conocían a través de fotografía y en muchos casos terminaban casándose por poder, para luego la novia viajar a reunirse con su esposo. Esto no significa que la mujer japonesa siempre haya seguido el destino del hombre de la casa (padre, esposo, hijo). Ellas han tenido sus sueños y hemos encontrado casos en que ha sido la mujer la impulsora de la emigración, pero no han sido mayoría.
Igual que en el caso del hombre debemos tener en cuenta que según el estatus social del cual provenga la mujer, la experiencia ha sido diversa y no sería correcto generalizar un solo tipo de experiencia, el de las familias campesinas de clase baja en busca de mejores condiciones de trabajo y vida. Este es el prototipo que se ha generalizado, pero no es el único. Recordemos que la sociedad japonesa también sufrió transformaciones a gran velocidad, y para fines de la era Meiji (1868-1912), ya una clase media de campesinos acomodados, artesanos y comerciantes pasaban a forma parte de los estratos de mayor movilidad tanto socio-económica como geográfica. Así formaron parte de estos contingentes de migrantes, novias para los jóvenes que habían partido años antes y que incluía también mujeres que habían terminado su educación secundaria. En relatos de historias de vida encontramos mujeres que, entre sus pertenencias, y como ajuar de novia, además de diccionarios, por ejemplo Masako Shiira, cuyo testimonio ha sido publicado, menciona una raqueta de tenis.
Tras la segunda guerra mundial, la situación cambia, la migración responde al deseo de reunificación de familias, y a la búsqueda de mejores oportunidades de vida, en los primeros tiempos, frente al futuro incierto del Japón. Esta situación se extiende hasta la década de 1970. Cuando Japón alcanza el pleno desarrollo económico, ya no hay necesidad de emigrar.  Para fines de la década de 1980, la corriente migratoria cambia de sentido y en el “regreso” al Japón también participan activamente mujeres migrantes –dekasegi-, pero esta es otra historia.

- ¿Podría destacar qué virtudes o valores traían las mujeres japonesas a la Argentina?
- Está en manos de la mujer la preservación y transmisión de elementos culturales significativos, como los sabores, la lengua, la música y los ritmos. La primera educación de los hijos estuvo en sus manos y ello contribuyó a la transmisión de esos elementos. En el terreno de lo espiritual, lo que podemos resumir como las cinco relaciones confucianas *(respeto a la autoridad, piedad filial, la subordinación de la mujer al hombre, la jerarquía en la familia a través también del respeto entre hermanos mayores y menores y la amistad), mezclado con los valores modernos que a través del contacto con Occidente el Japón había incorporado a gran velocidad, también fueron introducidos en la comunidad. De todos modos, tengamos en cuenta que, como señalara para la pregunta anterior, se trata de migración de principios del siglo XX en su mayoría, cuando ya el desarrollo de la sociedad japonesa entraba en una segunda etapa de introducción de valores occidentales, en donde la mujer comenzaba a tomar conciencia de su lugar en la misma y el derecho a un desarrollo individual. También, según el nivel educativo que haya podido alcanzar, desde aquellas mujeres que no pudieron acceder a la educación formal, hasta las que pudieron alcanzar la educación media, lógicamente su integración a la vida en la sociedad argentina no fue fácil, pero los valores adquiridos, tanto confucianos como modernos, contribuyeron a consolidad una imagen positiva. Esto se dio tanto en ámbitos urbanos, en los primeros tiempos, y en los rurales, posteriormente, cuando luego de obtener algunos ahorros, a los efectos de independizarse económicamente, se trasladaban a áreas rurales, en la periferia de centros urbanos y allí rentaban tierras para cultivo.

- La identidad nacional, la conducta y los símbolos compartidos, ¿qué valores ayudaron a forjar?
- Más que la identidad nacional, la mujer ha tenido un rol central en la transmisión de la cultura. Si bien su identificación con Japón, como nación moderna -en el caso de las mujeres que recibieron educación formal, naturalmente estaba presente-– a través de los testimonios que han dejado y lo narrado en las entrevistas realizadas, ellas destacan valores universales como la honestidad, el valor de la educación y la libertad que ello conlleva, la laboriosidad, el respeto por las jerarquías establecidas a través del poder que da el conocimiento. Esto nos ayuda a comprender el dilema de las generaciones nacidas en el país, dentro de una sociedad en la que existían los mismos principios, pero que, poco a poco, fueron dejando su lugar al individualismo y el interés personal.

- ¿Podría explicar de qué manera han contribuido las mujeres con sus valores dentro de la sociedad argentina?
- Ya sea en el ámbito urbano como el rural, la mujer japonesa trabajó a la par y en la mayoría de los casos mucho más que sus pares hombres, tuvo bajo su responsabilidad la crianza de los hijos es decir transmitir la cultura a la siguiente generación y con ello brindarle ese plus a los nuevos argentinos de origen japonés. A ella se le debe gran parte del crédito en la construcción de la imagen positiva de la colectividad japonesa en la Argentina.

- ¿Cuáles son los valores que hoy en día se destacarían de las mujeres descendientes de esas mujeres inmigrantes?
- Yo particularmente me interesé por el período de la historia japonesa llamada Democracia de Taisho. Comprendida formalmente entre 1912 y 1925, pero que muchos historiadores extienden desde 1907 hasta 1930. Marca el momento del nacimiento y florecimiento –luego abortado- del liberalismo japonés. Fue la época de la difusión de las ideas progresistas, humanistas, sociales. Entre ellas se incluyen las primeras voces del feminismo japonés a través de la literatura. Estas ideas entrarán en una etapa de hibernación, desde mediados de la década de 1930 hasta el fin de la segunda guerra mundial. Esa base intelectual volverá a germinar después de la guerra impulsada en parte por la política del gobierno de ocupación. Los japoneses nuevamente a través de la educación, conducirán a su país a poder vivir una etapa de prosperidad. No fue solo resultado de su laboriosidad, sino de una laboriosidad inteligente, la que les brindó también la posibilidad de gozar de una libertad real. Creo que este es el valor que la mujer migrante eligió y defendió por sobre todo, la educación de sus hijos, tanto mujeres como varones, para brindarles la posibilidad de la libertad de decisión de su futuro. No dejar que sea condenado a la dependencia y la pobreza y que en sus manos esté la decisión de su futuro. Conocí el caso de mujeres dekasegi issei que me admiraron, porque, superando prejuicios, condicionamientos sociales, luego de darles educación a sus hijos, también eligieron dejar sus hogares e ir a trabajar solas a Japón. Esto nos indica que debemos también escuchar la voz de cada persona y no generalizar estereotipos ideales que destacan, entre otros valores, la aceptación pasiva y la postergación de su propio desarrollo en favor del conjunto. A partir del ideal de la era Meiji, de “buena esposa, sabia madre” (ryosai-kenbo 良妻賢母), la mujer adquirió el conocimiento, y este le dio la libertad de decidir también sobre su propio destino.

María Cecilia Onaha
Ph.D. en Estudios Culturales (The Graduate University for Advanced Studies, School of Cultural and Social Studies, Kyoto, 1997). Profesora titular interina de la cátedra de Historia de Asia y África, e investigadora de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad Nacional de La Plata. Coordinadora del Departamento de Asia y el Pacífico, del Instituto de Relaciones Internacionales de la misma universidad. Se desempeña como docente de grado y posgrado en temas de Asia en varias universidades del país.