Se celebraron los 50 años del campo deportivo ubicado en Burzaco, un lugar emblema para el atletismo, y significativo por su espacio que ha permitido y permite los encuentros, las reuniones.
El 12 de octubre, dos arbolitos Ginkgo Biloba, mensajeros de la paz, se plantaron en Kyowaen como símbolo de paz, y para celebrar sus Bodas de Plata del campo deportivo de la Asociación Japonesa Burzaco. El 6 de agosto de 1945, la bomba atómica que cayó sobre Hiroshima no secó la esperanza de que la naturaleza creciera, y pocos meses después, un árbol por la paz comenzaba a mostrar sus brotes.
El presidente de la Asociación Japonesa Burzaco, Mario Kaneshi, realizó la apertura y destacó a ese árbol como símbolo de la paz y la esperanza, y resaltó además la iniciativa del Instituto Argentino Japonés Nichia Gakuin, y el proyecto Semillas de Paz, como uno de sus promotores. El coordinador del proyecto, Julio Bernal, explicó brevemente la historia de esta iniciativa de los árboles descendientes de aquellos 25 que sobrevivieron al bombardeo de Hiroshima, y destacó que la Argentina se encuentra entre los 20 países en tener más árboles de paz. La novena entrega de estos dos arbolitos descendientes directos, se selló con la firma de un acuerdo. La plantación contó con la presencia de autoridades que se hicieron presentes para honrar el momento, entre otros, el vicecónsul de la Embajada del Japón en la República Argentina, Kenichiro Takekuma, quien ayudó con la plantación en Burzaco. El campo deportivo tiene mucha historia, y sus recuerdos se trasmiten más allá de sus 25 años. Fue y es parte de los miembros de la comunidad japonesa en la Argentina ya desde la década de los años 30. El día de esta celebración, muchos recordaron momentos vividos en este predio lleno de vida y espacios verdes. Los miembros de la comunidad japonesa rememoraron los momentos en que el campo tuvo su primer dueño, un práctico que guiaba los barcos que entraban al Río de la Plata, y luego, cuando lo compró la Asociación Japonesa de la Argentina, hasta llegar a la Asociación Japonesa Burzaco, todo contribuyeron en construir momentos en los que se compartieron parte de la vida de las personas presentes en este día. Luego de la ceremonia formal, en el quincho, las anécdotas siguieron fluyendo, al punto de que uno dijo que allí funcionó un gallinero. También con el esfuerzo de muchos descendientes se fueron realizando mejoras al predio, con pala y trabajo manual se puso el alambrado, la construcción de los baños. Cuando los actuales emperadores visitaron el lugar, se construyó una habitación especial. De joven, Vicente Nakama y otros solían ir a practicar atletismo y béisbol, mucho antes de que el predio formara parte de Burzaco. Él resaltó que el querido predio era un lugar de encuentro. Los famosos encuentros por atletismo, donde solían concurrir gente de General Sarmiento, Buenos Aires, gente que venía de lejos a practicar este deporte los fines de semana, y los que vivían por la zona iban también los días de semana. “A nosotros, que por aquel entonces no éramos socios, nos permitía juntarnos, y a la tardecita, cuando terminábamos nuestro trabajo en el campo, veníamos aquí a practicar carrera, salto, etcétera, y a la vuelta todos volvíamos en bicicleta”, cuenta. También él recordaba con mucha nostalgia cuando la Asociación Japonesa en la Argentina organizaba su torneo anual de atletismo, y ellos iban a ayudar para poner en condiciones el campo, con pala, rastrillo, eran entre 30 y 40 personas colaborando para limpiar la cancha con la ayuda de un sensei, incluso iban mujeres. Cuando llegaba el día de disfrutar del encuentro de atletismo, la muchedumbre resaltaba, y si bien se producía rivalidad por la competencia en sí, esos encuentros los ayudó para conocerse unos con otros. Por eso, el campo tiene un valor sentimental muy grande para todos. Vicente, además, resaltó el encuentro de los socios con el campo, quienes llevan a sus hijos, fortaleciendo los lazos del campo con las nuevas generaciones jóvenes mediante, por ejemplo, los campamentos de verano. Kyowaen tiene un valor histórico, nadie lo duda. Masanori Kaihara también tiene parte de sus recuerdos en Kyowaen, del deporte, más precisamente del atletismo, con el torneo anual y donde participaban los clubes de las asociaciones japonesas que están ubicados principalmente en la provincia de Buenos Aires. Agrega que el entusiasmo era mucho, que implicaba mucha preparación por parte de los atletas. “Cuando terminaban las clases, ya veníamos todos los días a Kyowaen a entrenar, todos en bicicleta, en los años 60, pero esto comenzó mucho antes; se practicaba el atletismo en todas sus disciplinas, como salto en alto, maratón”, dice, y agrega: “Para nosotros, el club significa todo; un pedazo de nuestro hogar, era nuestro club. Nosotros vivíamos aquí, compartimos amistades, horas, porque en aquella época no había otro tipo de entretenimiento”. Luis Yamanaka, hijo de uno de los fundadores de la institución, también cuenta parte de la historia del predio, y rememora los torneos de atletismo con 10 clubes compitiendo. Además, dice, se practicaba el salto en largo, salto triple, salto en la rocha, lanzamiento de bala, lanzamiento de disco, y lanzamiento de jabalina. Este predio es histórico para la comunidad nikkei, asegura. “Este lugar es histórico para toda la comunidad japonesa, y la historia comienza aproximadamente en el año 1939, cuando lo adquirió la Asociación Japonesa en la Argentina, y con el objeto de disfrutar de un espacio al aire libre. Nosotros heredamos la historia de la colectividad japonesa en la Argentina”.
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