Para los integrantes de la colectividad japonesa de Oberá y la Zona Centro de Misiones, la Fiesta Nacional del Inmigrante es el lugar del encuentro y de la alegría, del emotivo confluir de las distintas actividades desarrolladas a lo largo de un año para mostrarlas y disfrutarlas con los miles de visitantes que esperan con ansias la llegada del mes de septiembre. Tal vez sea, como en Japón, que esperamos que llegue la primavera para ver florecer el sakura y celebrar. Esta gran fiesta ha celebrado su 33° edición consecutiva y, en esta oportunidad, fue entre el 6 y el 16 de septiembre. Y como desde un principio, la colectividad japonesa ha dicho presente y ha sorprendido nuevamente con un verdadero despliegue de colores y sabores, como también de creatividad y armonía.
Como desde hace años, todo inicia con un gran desfile inaugural, en el cual las 14 colectividades preparan sus carrozas y sus autos especiales. Todo el mundo saca a relucir su traje típico para ir en lenta caravana desde el centro de la ciudad de Oberá hacia el Parque de las Naciones. En esos cinco kilómetros, van saludando y entregando souvenires a los miles de espectadores que aguardan en las veredas y plazoletas el paso de sus amigos ataviados, recibiendo a cambio calurosos aplausos. En el caso de la nipona, los chicos y docentes de Nihongogakko fueron quienes se han dedicado con singular esmero y prepararon miles de origamis para adornar las camionetas. Una de ellas, la primera, llevaba a la reina de la colectividad, cuya banda este año fue llevada con orgullo y gallardía por Micaela Babilo Nakatsuka, y también a la princesita, María Luz Mori, y el principito, Kenyi Toniolli Ogawa. En otro móvil iban los reyes mayores: Justo Kairiyama y Fabiana Álvez, y en un tercer vehículo muchos de los niños de la colectividad. Las chicas del cuerpo de danzas, como también los adultos, lucieron sus kimonos y caminaron junto a la caravana con la alegría inusual que significa iniciar la gran fiesta del nordeste argentino. Ya en el Parque de las Naciones, la sede cultural de Japón en Oberá abría sus puertas para recibir a miles de visitantes que buscaban tranquilidad, armonía y los sabores más exquisitos de la gastronomía mundial. Los platos de yakitori, tonyaki y Yaki udón; el yakimesi y el arroz con curry; las empanadas de cerdo, que son una adaptación de las clásicas gyoza; las bandejas de variedad de sushi, los postres más tradicionales, como el oyaki, los karintos y el manyu, como también las sabrosas kasterá y los postres de maracuyá atraen cada vez a los más exigentes paladares. El ambiente estaba preparado especialmente para la fiesta: miles de origamis revoloteando por las paredes, junto a las láminas con hermosas frases en shodo, las kokeshi y los siempre vistosos bonsáis. Música variada, de la más tradicional a la vanguardista, siempre típica y en suaves decibeles invitan a transportarse al Japón estando en medio de la tierra colorada. En diez días, Oberá respiró aire de fiesta y la colectividad japonesa brilló como hace 33 años, y ya se da el lujo de rendir un homenaje a quienes iniciaron esta fiesta, renovando las fuerzas con las nuevas generaciones suplantando a los mayores, pero con el mismo espíritu: brindándose de lleno para hacer conocer las costumbres y compartir algunos de los valores que vuelven al pueblo nipón un ejemplo a seguir.
Visitas memorables
La colectividad japonesa de Oberá recibió, en el transcurso de la 33° edición de la fiesta del Inmigrante, dos muy importantes visitas que la engalanaron. En primer lugar, la de Hiroko Ikeda, la voluntaria de la Agencia de Cooperación Internacional del Japón, quien viajó desde la mediterránea provincia de Córdoba para compartir su arte: el Taiko, la danza y el sanshin. Hiroko supo conquistar al público en el escenario alternativo junto a las chicas del ballet. También Hiroko Miyano, la voluntaria de JICA en Oberá sorprendió a la platea con su dulce voz y delicada entonación. Posteriormente, la presencia de Hiroyuki Takeda pasó a convertirse en el broche dorado de una celebración cien por ciento cultural: su interpretación de shamisen en el tatami y en el escenario mayor “Norgus Jacob” del Parque de las Naciones deslumbró no solamente con el arte en sí mismo, sino y muy especialmente, a través de las explicaciones que fue brindando acerca de la historia y su inserción social para convertirse en uno de los más populares de Japón.
Micaela Babilo Nakatsuka, la reina
Comparto con ustedes esta felicidad enorme de representar a la colectividad japonesa, a una cultura ancestral, llena de curiosidades para los occidentales. La felicidad que me da el honor de rendir un homenaje a mi bisabuelo y mis tatarabuelos que tuvieron el enorme coraje de cambiar sus vidas buscando algo mejor, buscando paz y armonía. Y en este homenaje que la colectividad japonesa desea hacer a sus pioneros, me permito pensar en algunos de los aspectos más lindos que trajeron los japoneses a estas tierras: el respeto, la honestidad y la puntualidad. Son tres cuestiones que podríamos rescatar especialmente en estos tiempos, tiempos que son veloces y superficiales; tiempos llenos de desconfianza entre nosotros mismos y en nosotros mismos. Pero rescatemos el respeto, la honestidad y la puntualidad con convicción, con la seguridad de saber que estaremos haciendo bien. Con la confianza de que así podremos continuar ese gran sueño que una vez movilizó a tantos inmigrantes a venir a estas latitudes, a trabajar por una tierra de paz y de prosperidad. Retomemos esas simples costumbres japonesas con aliento y alegría porque podremos estar seguros. Sí: seguros de que nuestros hijos y nietos vivirán felices en esta tierra colorada revestida de mil verdes. Domo arigatou gozaimasu! ¡Gracias!
* Licenciada en Comunicación Social UNR. Secretaria Colectividad Japonesa de Oberá |