El 18 de abril de 1952 arribó el barco de bandera holandesa Chichiarenga, procedente de Okinawa.
Hace 60 años, el barco de bandera holandesa, Chichiarenga, arribó al puerto de Buenos Aires, proveniente de White Beach, en Katsuren, Okinawa. Así, algunos de esos pasajeros se reunieron, se reencontraron y celebraron el aniversario, el domingo 6 de mayo, en la sede de Nakagusuku. El festejo incluyó, en el asado, pechito de cerdo y comida japonesa que fue llevada por cada una de las familias concurrentes. A bordo del Chichiarenga, que partió de Okinawa el 4 de febrero de 1952 y llegó a la Argentina el 18 de abril, viajaron 85 pasajeros. De aquellos, 24 pudieron volver a celebrar el aniversario, aunque junto a sus respectivas familias, que fueron formando en el país. En total, el festejo fue de 50 personas. Entre los pasajeros hubo muchos artistas, como Choko Eiguchi, Zentoku Shimojo y Sadao Niikado, todos músicos de Nomura Ryu, y bailarinas como Sadako Eiguchi, Sumi Niikado, Kiku Oniwa y Yoshiko Gima.
Una curiosidad: Takako Susana Higa de Oshiro, hasta que llegó a los 50 años, no estaba segura de dónde era ni de qué fecha. Gracias al señor Shimojo, quien llevaba un diario en donde anotaba los acontecimientos, ella supo que nació a bordo del banco, el 21 de febrero, a las 16 horas. Más dramático aún: el partero fue el mismo Shimojo, ya que el médico de la tripulación, recién egresado, inexperto, no supo qué hacer. Tras el almuerzo, se hizo un minuto de silencio, en memoria de los fallecidos, y habló Shimojo. “Hace 10 años celebramos el 50 aniversario en un restaurante de la avenida Rivadavia 4893. Participaron 50 compañeros. De ahí, hasta hoy, fallecieron nueve. Algo lamentable, pero así es la vida”, dijo. “Hoy –agregó-, de Mar del Plata vino la familia de Shimabukuro san, a quien, desde el arribo, desde estos largos años, volvimos a encontrar”. “Pasaron muchos años en la Argentina. Una vida de alegría, tristezas, fracasos, logros. Hasta hoy llegamos sanos y salvos. ¿No será, eso, la felicidad?”, preguntó, para culminar con un: “Nos cuidaremos para hacer otro encuentro”. Otros de los que habló fue Shohan Asato. “Yo nací en la Argentina. Me llamo Antonio, también. Me llevaron a Japón cuando tenía 10 años, y volví a los 27. Estos 60 años volaron. Me han pronosticado cáncer, pero no me quiero operar. Estuve una semana internado, y ahora estoy acá. Viví hasta acá”. Kumiko Eiguchi, hija de Choko Eiguchi, dijo que hace 60 años Okinawa llevaba una vida pobre después de la guerra, seguida de la ocupación. “Todos estos años, mis padres se la pasaron luchano con la vida, y manteniendo la cultura y tradición de Okinawa. Ahora, ya canosos, con un poco de gordura, con hijos, nietos, el sanshin en la espalda, ha realizado sus sueños, Así, gracias, a Dios, podemos festejar juntos”. La Doctora Fumiko Itokazu, también relató su experiencia. “Soy hija de Sachiko, quien tiene dificultad para caminar. Vine por ella. Cuando salimos de Okinawa, tenía cinco años. Me acuerdo de cuando zarpó el barco. Todos tiraron cintas para despedirnos, algunos llorando. Comentaban que la Argentina era un paraíso”, recordó, y siguió rememorando. “Me acuerdo que una chica joven, durante el viaje, siempre estaba llorando. De las tormentas muy frías. Tenía mucho miedo. Muchas veces me caí de las escaleras. En Africa, por primera vez vi a un chico negro. En Okinawa todos eran negros, pero adultos. Cuando llegamos, Buenos Aires parecía una ciudad sucia, no era transparente como Okinawa. Quería volverme. Okinawa tenía el cielo claro, limpio. Mientras tanto, fui aprendiendo el idioma. Tengo tres hijos y dos nietos. La Argentina me dio todas las posibilidades, salud y amigos”. Terminadas las palabras, hubo, como en cada fiesta, música y danzas. Eiguchi y Mario Maedonchigua tocaron el sanshin, seguidos por la danza de Sumi Niikado. Y 11 chicas con kimono también danzaron el Bon Odori. Finalmente, se celebró el cumpleaños del maestro Eiguchi, de su hijo, Carlos, y de aquella “niña” que nació a bordo del barco, Susana Higa. Higa obsequió a todos los presentes dos copas de cristal con el nombre del barco holandés. Hubo, además, otros presentes: un barquito hecho en madera y una foto de la nave.
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