TEATRO. “La fábula de Basilisa, la luz y el fuego”.
El Bunraku es un tipo de manipulación de títeres originario de Japón conformado a principios del período Edo (1603-1868), y que consiste en manejar el títere desde atrás -a la vista del público y, generalmente, con vestimenta neutra-, compartiendo el mismo espacio con el títere, uno como extensión del otro, mezclando el plano de la realidad y el de la ficción.
La progresiva difusión de este arte en las últimas décadas, y su declaración como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco en 2003, hizo que se adaptara y combinara con las diversas formas de teatro de títeres contemporáneo, volviéndose práctica natural del lenguaje titiritero occidental. Tal es el caso de “La fábula de Basilisa, la luz y el fuego”, obra de títeres que se vale de esta técnica de manipulación para contar la historia de una niña que vive con su abuela en una modesta casita de madera a orillas del lago Baikal y que deberá salir en busca de la luz y el fuego que escasea en su casa. Ni el peligro inminente del crudo invierno ni la temible bruja Baba-Yaga podrán detenerla, porque contará con la inestimable ayuda de su muñeca Sonia, un oso, un cuervo y un búho medio sabio. Todos estos elementos propios del cuento de hadas son muy bien llevados por las interpretaciones de los artistas titiriteros Paula Cueto (Basilisa), Florencia Orce (Abuela/Baba-Yaga), Marcelo Lizarraga (Ivanov/Laika/Malevic) y Eleonora Dafcik (Sonia), quien a su vez es la directora general de la obra. Con música original de Cristian Añón, un diseño de luces y la misteriosa voz de Basilisa, se logra dar cuerpo y verosimilitud a este pequeño mundo, siempre en la penumbra, en permanente ir y venir entre el temor y respeto de la pequeña protagonista a las fuerzas naturales, y que justamente consiste en su rasgo más interesante. Porque en esta fábula, tanto la nieve persistente, como la luz, tenue y frágil, y hasta el fuego, -además del oso, el búho y el cuerpo- son una suerte de personajes velados pero determinantes a la hora de contribuir a la transformación de la protagonista. “No me gusta la nieve, es triste. Triste como la vida”, suele repetir Basilisa. Sin embargo, no deja de encontrar su forma particular de luchar, tal vez de una manera más intuitiva, sumisa pero siempre contemplativa sobre las fuerzas de la naturaleza, su vínculo con los restantes seres vivos y hasta con su sentido de la belleza. La obra puede verse todos los sábados de noviembre a las 17 hs., en el Centro Cultural Raíces (Agrelo 3045, entre La Rioja y Urquiza). Entrada, a la gorra.
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