Jueves, 05 de Mayo de 2016
Viaje diplomático a Japón
Escrito por Por Malena Higashi   

Entre el 14 y el 21 de febrero se desarrolló en Tokio el “Programa de Invitación a la comunidad Nikkei” del Ministerio de Relaciones Exteriores del Gobierno de Japón (MOFA, por su sigla en inglés, conocido como Gaimusho en japonés).

Diez jóvenes nikkei de Argentina, Brasil, Chile, Venezuela y Perú participaron de las actividades que incluyeron encuentros con los ministros Hitoshi Kikawada (viceministro parlamentario de Asuntos exteriores), Hiroshige Seko (subsecretario de Gabinete), una mesa redonda con la Unión Parlamentaria para el apoyo de los nikkei en América Latina y una breve entrevista con el Príncipe Akishino y la Princesa.
El Programa se complementó con actividades culturales, como la participación en una demostración de Ceremonia del Té, una práctica de Sumo, una visita a la escuela Yoyogi Animation Gakuin. El broche de cierre fue un fin de semana en Hiroshima visitando los sitios históricos de la ciudad.
Malena Higashi, una de las participantes argentinas, relata su experiencia.

 

“Por fin respiro el aire de Japón”. Esa fue mi sensación apenas puse un pie en la salida del aeropuerto de Narita, después de haber perdido una conexión y después de unas 26 horas de vuelo. Atrás quedaba el verano pegajoso de Buenos Aires; en Tokio, el aire se sentía fresco y a pesar del frío extremo, empezaba a disfrutar los primeros minutos en la tierra de mis ancestros.
Había estado por primera vez hacía ocho meses, en un viaje familiar, viaje del que volví emocionada, entusiasmada y con ganas de volver. Gracias al “Programa de Invitación a la comunidad Nikkei”, organizado por el Ministerio de Relaciones Exteriores del Gobierno de Japón, pude hacerlo. Este nuevo viaje tuvo que ver con una búsqueda de identidad, desde otro lugar. Por primera vez me pregunté qué era ser nikkei.
La Beca tiene un punto fuerte, y es el encuentro con nikkei de otros países de América Latina. Allá conocí a Harumi, de México, que se dio cuenta de que era nikkei cuando su mamá le forró los libros para llevar al colegio con revistas japonesas, y mirando la tipografía notó que no eran letras mexicanas. A Hisae, que nos contó la historia de sus antepasados y el sufrimiento de los japoneses perseguidos en Perú en la época de la guerra. Hisae habló sobre la historia de los nikkei que no queda registrada en la Historia (con mayúscula). Y a pesar de todo, hoy, después de tantos años, la comunidad nikkei en Perú parece estar bien organizada y gozar de buena salud.
Conocí a Marcio, que se reconcilió con su costado japonés tras visitar Japón por primera vez gracias a esta Beca; entre otras cosas, habló de la bronca que le daba el no ascenso de su padre en una empresa japonesa radicada en su San Pablo natal, porque era nikkei. En Venezuela la comunidad japonesa está fragmentada y en vías de extinción, y sin embargo Shingo era el único de nosotros que hablaba japonés, es hijo de japoneses y ésta fue su sexta visita a Japón. Agustín, mi compañero argentino, siempre supo que era descendiente de japoneses pero nunca se había sentido parte de una familia japonesa. En este viaje pudo conocer a los familiares de Kochi con los que su abuela se escribía cartas y reconstruir su árbol genealógico. Todo el intercambio que se dio entre nosotros fue muy valioso; cada uno carga sus historias pero tenemos un doble origen en común: el de nuestros antepasados y el propiamente nuestro. Somos nikkeis latinoamericanos.
El “Programa de Invitación a la comunidad Nikkei” nos abrió puertas impensables. Tuvimos reuniones con funcionarios de alto rango que no solo dieron sus respectivos discursos: también se tomaron su tiempo para escucharnos y tomar nota de aquello que teníamos para contarles. Visitamos la residencia del Príncipe Akishino y su esposa, que nos recibieron abiertamente y nos contaron sobre su visita a nuestros países y lo importante que era para ellos contar con nuestra presencia ahí. La carga simbólica del encuentro fue tan grande que todos nos emocionamos. Sin dudas fue uno de los momentos más memorables, sobre todo teniendo en cuenta que, rompiendo todo protocolo, la Princesa sugirió sacarnos una foto frente al árbol de sakura que había florecido anticipadamente en su jardín. Con una sonrisa nos dijo que habíamos traído el calor previo a la primavera que hizo florecer ese árbol tan especial.
Antes de preguntarme qué es ser nikkei, me preguntaba qué pasaría cuando mi abuela, que es mi vínculo con Japón, mi traductora personal de la cultura japonesa (y también de su idioma, de sus palabras), ya no esté más. Para muchos de los que participamos en el programa la cultura japonesa nos llegó a través de la crianza y la cercanía de nuestros abuelos. Y ahí es donde empieza a surgir en mí la cuestión nikkei, la idea de que hay que construir un Japón propio (en nuestras vidas y en nuestros corazones). La idea de que estar cerca de Japón es no olvidar de dónde venimos y valorar quiénes somos hoy.
Una de las experiencias culturales que complementaban la beca fue presenciar una ceremonia del té en la escuela Urasenke de Tokio. El Chado, mejor traducido como “Camino del té”, tiene que ver con la meditación, con experimentar la paz y el silencio, algo que como latinos estamos muy lejos de ejercer. Al salir del pequeño recinto, Harumi me dijo: “Me sentí completa”. Me pareció una buena metáfora para entender la experiencia de estar ahí, de vivir Japón y de seguirle el pulso. Hay una parte nuestra que siempre vamos a encontrar en Japón. Esa es para mí una manera de definir lo que significa ser nikkei.