En el Bazaa de Sarmiento, la feria que reúne a socios, amigos, vecinos de la zona y de otros lados, atrae, principalmente, por la comida.
El pasado 16 de agosto, en el día de todos los niños, se llevó a cabo la segunda feria del año organizada por la Asociación Japonesa Sarmiento, evento en el que los espacios grafican y describen lo que significa este bazaa de la zona Oeste del conurbano bonaerense.
La fiesta comenzó por la mañana temprano, con la elaboración del mochi. En el patio del predio de la institución se ubicaban los dos morteros de madera grandes, y varios hombres que se turnaban para agarrar el martillo y golpear con fuerza a la gran masa de arroz, mientras otros sacaban del balde un poco de agua para mojar, luego de cada golpe, la masa, y así ir formando la pasta. Del otro lado del patio, las damas haciendo los dulces con el mochi fresco, todos rellenos de dulce de poroto azuki, pero, por fuera, lo que variaba era que algunos estaban recubiertos con sésamo, con el mismo poroto, o con harina de porotos “Kinako”. También se podían comprar las planchas de mochi fresco. En la cocina, otras madres preparando el tan apreciado udon; en otro sector, se freían empanadas, y se ubicaban las mesas para la hora del almuerzo. En el salón estaban los stands con artesanías, venta de productos japoneses y también se vendían otras comidas, y fuera del predio había una oferta variada de plantas, incluyendo delicados tulipanes amarillos. Horacio Zakimi, secretario de la asociación, se ocupaba del control de las freidoras de las empanadas y, a la par, comentaba que este evento se realiza desde hace 40 o 50 años, teniendo como uno de los fines, recaudar fondos, ya sea para la asociación, como para la escuela de idiomas. Según Zakimin, son entre 70 y 80 los socios que colaboran en la organización, sumados a algunos padres de la escuela. La feria, y su preparación en sí, requieren de compras de insumos que suelen hacerse durante la semana. Y el público que asiste ronda los 1000 y 1500 personas, muchos de ellos atraídos por la comida japonesa, principalmente, y por los productos que se pueden encontrar para cocinar. Por ejemplo Celia, de 66 años, de Pacheco, hija de padre japonés y madre argentina, comentó que va cada vez que puede. “Me gusta, como rico, la paso bien, vengo para charlar con la gente, y comprar comida -dice-. Cuando era chica venía con mis padres. Me gusta, extraño, y ahora compro algo y lo llevo para disfrutar con mis nietos. Suelo venir a esta y a la de Escobar”. Mónica, de 57 años, de José C. Paz, asiste a la feria por la artesanía. “Me gusta la forma que tienen de hacer algo de la nada. Me gusta la artesanía. Admiro la creatividad de cada país”. Susana, de 70, socia del club y quien estuvo por más de 20 años colaborando con la elaboración de las comidas, esta vez fue a participar de la feria. “Vengo para participar, comprar, pero, por sobre todo, para encontrarme con las personas de aquellos tiempos con los que estuvimos colaborando. Esto es muy íntimo, muy familiar. El objetivo es venir para ayudar a que se siga sosteniendo el colegio”. Inés, de 27, de San Miguel, cuyo abuelo era japonés, suele asistir por la comida, al igual que Narena, de 18, y oriunda de Hurlingham, a quien le interesa la cultura y, claro, la comida. Celia, de 74 años, de Paso del Rey, asiste por segunda vez. A ella le encantan los japoneses, su educación y sus valores. “Son una maravilla”, resalta.
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